• El movimiento y la inquietud: las claves de Manuel Abramovich

    “Soldado”

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    “Soldado”

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    “Años luz”

El movimiento y la inquietud: las claves de Manuel Abramovich

El argentino Manuel Abramovich tiene en su haber tres largometrajes estrenados en la Berlinale, Venecia o exhibidos en IDFA, ha sido seleccionado en casi todos aquellos festivales donde los documentalistas generalmente quieren estar y ganó alrededor de 50 premios con su ópera prima. Estas listas y la poca quietud física explican en parte sus reflexiones creativas y alimentan sus próximos proyectos. En LatAm cinema conversamos con él acerca de las convicciones que tiene sobre los modos de producción que le permiten estos resultados, el rol del personaje en el documental y su trabajo actual. Y por supuesto, sobre qué es hacer cine.

El hecho cinematográfico se revela implícita y explícitamente en sus películas. “La reina” y “Soldado” se enlistan entre las primeras, y “Solar” o “Años luz” cuentan para las segundas.

“Soldado” retrata (o relata) el proceso de alistamiento de un joven al ejército argentino, en donde le asignan el puesto de tambor dentro de la banda militar. “Solar” es el espacio reflexivo más fuerte dentro de su obra, donde procura seguir a la figura y familia de Flavio Cabobianco en la actualidad, una persona que en 1991 publicó un best seller donde -con diez años- filosofaba acerca de dios y los distintos universos posibles, convirtiéndose rápidamente en un fenómeno del new age. La película se transforma en una lucha entre director y protagonista donde ambos dialogan, se enfrentan y discuten sobre los límites de este documental, las nociones de realidad y el acto creativo. Por último, su tercer largometraje se mete directamente a seguir a Lucrecia Martel durante el rodaje de la ficción “Zama”, pero casi sin dialogar directamente con ella.

A todas sus películas las une por ahora un personaje protagónico bien definido e indiscutible, una fotografía que busca desde la aparente quietud y un diseño de sonido que permite construir todo el espacio escénico más allá del cuadro.

Con 30 años cumplidos, Abramovich ya ha visto sus películas ganar en Mar del Plata y Cali, y exhibirse en el MoMA o en los festivales de San Sebastián, Guadalajara, Cinéma du Réel, Tribeca, BAFICI, FICUNAM, EDOC, Panamá, Río de Janeiro, La Habana y Sheffield Doc/Fest, entre muchos otros. Su carrera fílmica se inició con el corto “La reina” que recibió más de 50 premios y ahora se prepara para asistir al programa vasco Ikusmira Berriak, para el cual fue seleccionado junto a otros cinco directores de todo el mundo.

¿Qué es hacer cine?

Hacer cine para mí lo veo casi como un ejercicio, no estoy esperando hacer la gran película de la historia del cine, sino que veo el ejercicio de hacer una película para aprender yo, para probar cosas, para entender el mundo, para encontrarme. Hago cine cuando encuentro las cosas que me interesan. Por eso no me imagino estar  cinco o seis años esperando hacer un proyecto, sino que para mí producir es estar filmando todo el tiempo y hacer muchas películas. Quizás algunas me gustarán más que otras, pero me interesa el conjunto, el recorrido de una película a otra.

¿Cómo lo logras en la coyuntura actual?

Un poco tiene que ver con que me gusta mucho filmar y soy un poco hiperactivo, tiendo a estar todo el tiempo trabajando. También tiene que ver con, creo, que las películas hay que hacerlas y no podría por mi ansiedad quedarme quizás cuatro años esperando con un proyecto. No dependo tanto de grandes recursos ni de un gran equipo sino que filmo con muy poco. Eso me permite trabajar con presupuestos más pequeños y proyectos de diferentes dimensiones.

Al plantearte hacer cine en este sentido: ¿A qué público te interesa llegar o no piensas en él cuando produces?

Sé que las películas que hago no las van a ver millones de personas. “Soldado” la vieron alrededor de 500 personas en Argentina. Es complicado porque la distribución y el ver cine en el mundo se está perdiendo, por lo que el desafío ahora está en pensar de qué forma se puede no perder el contacto con los públicos. Yo sé más o menos el público que van a tener, soy realista. Creo que al ser películas que buscan romper o generar preguntas, es gracias a los festivales que encuentran su público en los distintos países. Es en esos espacios donde está su pequeño público que las quiere ver y que están esperando este tipo de cine al que de otra forma no podrían asistir.

Me interesa desenmascarar algo de lo que se supone que es el documental, que en realidad es puro artificio, porque el cine es eso, y me parece interesante poner esa esa idea de artificio por delante.

En tus películas siempre hay un protagonista muy definido. Sin embargo ellos son muy diferentes entre sí ¿Comparten algo más aparte de estar en tu obra?

Más allá de que todos tenemos una idea de lo que es un documental, todas las películas son una construcción, son ficciones en algún sentido. A mí me interesa develar los trucos del cine por más que se lo llame cine documental. Develar esa construcción de los personajes. El soldado de “Soldado” es un versión mía que de alguna manera tiene algo de ficcional, así como seguramente la Lucrecia de “Años luz” no creo que sea la “real”. No creo que sea posible retratar a Juan, a Lucrecia o a la Reina sin más. Creo que lo que es interesante es que siempre va a haber como una construcción. Y de hecho es eso lo que me interesa: desenmascarar algo de lo que se supone que es el documental, que en realidad es puro artificio, porque el cine es eso, y me parece interesante poner esa esa idea de artificio por delante.

¿Hay un límite al momento de construir esos personajes en el documental?

Sí, por suerte hay límites, porque no son actores que actúen un guion escrito por mí. Por eso se trata también de una negociación de las películas que estamos construyendo juntos, y me parece muy lindo que siempre va a estar esta colaboración en tensión y que va a haber que encontrar un punto de equilibrio. A mí eso me gusta particularmente porque no me interesa para nada escribir un guion de ficción y contratar actores para que hagan exactamente lo que yo quiero. Hay algo de esa adrenalina que me gusta: la adrenalina de trabajar con personas que están aceptando ser retratadas y que de alguna forma están haciendo de sí mismas. Se trata de una colaboración que está viva y que puede ser conflictiva, que puede generar tensiones, eso me interesa particularmente.

Eso más evidente con Flavio y Lucrecia, que no en vano reflexionan sobre lo que hacen durante sus propias películas, a diferencia de la Reina o de Juan.

No, yo creo que todos reflexionan. La persona que está delante de la cámara siempre está haciendo un personaje. Después la persona puede ser más o menos sensible a eso, como Flavio o Lucrecia. Pero por ejemplo en “Soldado” yo creo que Juan también era consciente, simplemente que quizás decidí no poner eso en la película, no incluirlo de una forma explícita. Mi sensación es que esa película está muy construida y justamente lo que me interesaba en “Solado” era el armado de ese personaje. Siento que formarse como soldado se trata de ser casi como un actor: asumir un papel y salir a escena, aprender a hacer un personaje que tiene que ser igual a todos los soldados, ponerse el mismo vestuario, ejecutar una única partitura, hacer la coreografía, ensayar y repetir. En la profesión militar hay algo como muy teatral que le es propio y estaba ahí. También quería trabajar con lo que no está dicho y que sin embargo existe, aunque no lo pueda ver o mostrar. De chico me enseñaron que el ejército argentino es la dictadura militar, entonces me propuse no mencionarla en la película, sino que el espectador la traiga como parte de su bagaje histórico, cultural, si es que lo trae. Me interesaba esa omisión de forma muy consciente.

En todas tus películas y en “Soldado” especialmente el sonido tiene un rol protagónico. Casi siempre lo trabajás con Sofía Straface ¿Son una dupla creativa cogeneracional?

Sí, totalmente. Cada vez me interesa más el sonido a pesar de haber estudiado fotografía y de hacer cámara. Con Sofía estudiamos juntos en la ENERC, hicimos varios cortos, trabajamos juntos, nos conocemos mucho y encontramos una forma de trabajo compartido creciendo los dos. Es un trabajo que disfrutamos mucho, una colaboración muy rica que se va expandiendo. Nos gusta pensar todo antes de cada escena, nos sentamos a pensar qué se va a escuchar, qué personaje estará presente, analizamos todas las personas que aparecen en cuadro y las que no.

“Blue Boy” y “El oasis” son los dos proyectos que tienes ahora en desarrollo. Ambas historias suceden en otros países (Alemania y México) y a su vez “Años luz” es una coproducción entre Argentina, Brasil y España ¿Cómo lograste tender esos puentes creativos y productivos hacia fuera de Argentina?

Las ideas de mis películas no surgen estando sentado en la computadora, sino a partir de una especie de radar prendido, una estado de curiosidad a partir de las personas o instituciones que voy conociendo en mi vida cotidiana. Así fue que surgieron los dos proyectos que estoy haciendo ahora. Serán coproducciones por el simple hecho de que se filman en otros países.

Volviendo al inicio, entonces, sería como un modelo de producción propio…

Algo importante para mí sobre la producción es no ser una víctima del sistema. Es necesario inventarnos las formas propias de producción que le funcionen a cada uno para hacer su película. Porque no podemos perder de vista que lo más importante es hacer la película que cada uno quiere y que su público las tenga. En mi caso esa forma de trabajo es estar avanzando con varios proyectos al mismo tiempo. Unos llevarán más tiempo, otros menos, algunos se harán sin dinero y otros precisarán mucho. Desarrollando varios proyectos en paralelo que tengan diversas necesidades, te permite avanzar dependiendo de las condiciones del momento, que cada una se vaya resolviendo en su tiempo natural. No quedarse sin filmar una película porque no hay fondos y no dejar nunca la perseverancia, esas son las claves para hacer películas.

¿Ese método también hizo que “Soldado” y “Años luz” se hayan estrenado en Argentina en un mismo año?

Fue algo azaroso. Fijate que “Años luz” la filmamos y montamos enseguida después del rodaje. Pero luego estuvimos dos años con el corte esperando noticias del estreno de “Zama” porque lógicamente no podía estrenarse antes. Entremedio hice “Soldado” con un rodaje que duró un mes y medio. Sin embargo “Solar” fue todo lo contrario: se filmó en cuatro años, casi sin plata y la editamos durante ocho meses enteros. Cada película tiene sus reglas, exige su propio sistema y tiene formas de producción y desafíos que les son tan propios como únicos.