José Carlos Avellar, director de programación del Festival de Cinema de Gramado

Crítico de cine y ensayista, José Carlos Avellar es, junto a Sérgio Sanz, responsable de la selección de películas del 38° Festival de Cinema de Gramado. La dupla se integró al certamen riograndense cuatro años atrás y sus objetivos continúan siendo los mismos que los del primer día: cambiarle la cara a un certamen que nació para difundir la producción brasileña y promocionar una ciudad. Todo un desafío para un evento que, a pesar de sus 38 años ininterrumpidos de actividad, continúa siendo un festival “en proceso”.

En Brasil hay más de 200 festivales de cine, ¿cómo se ubica Gramado dentro de ese conglomerado de certámenes? ¿Qué lo identifica?

Todavía está en búsqueda de una nueva personalidad. Este es el cuarto año que trabajo junto con Sérgio Sanz, y fuimos justamente convocados para dar una nueva cara al festival. Tradicionalmente, este fue un festival exclusivo de películas brasileñas, así fue hasta finales de los 80. En los 90, con la tragedia del gobierno de Collor, se cerró todo y no había películas. Durante el ‘91, ‘92 y parte del ‘93 nos quedamos sin producción de películas, por motivos diversos. No solamente fue porque cerró todo, sino porque el dinero estaba congelado en el banco, así que no sólo no se podía producir con ayuda del Estado, sino tampoco con dinero propio. Entonces el Festival se abrió a intentar ser latino. Con el retorno de la producción regular a Brasil, volvió como una mezcla un poco indefinida entre ser un festival internacional, ser un festival nacional, ser un festival de grandes estrellas … Lo que no resultó muy positivo para el festival ni para la actividad de cine en Brasil. Cuando empezamos a trabajar aquí hace cuatro años, el festival estaba acostumbrado a organizarse alrededor de la alfombra roja: personalidades que pasan, fiestas con gente que son conocidas porque ponen su cara en televisión… Nuestra idea no fue hacer un cambio radical, sino introducir poco a poco cosas que puedan funcionar mejor para el cine en Brasil. Propusimos hacer dos competencias: una brasileña y una latinoamericana. Y organizar el festival de manera de que de a poco se pueda convertir en un centro de encuentro, por lo menos del Mercosur. Siempre tengo la impresión de que nosotros no logramos conocernos dentro de Latinoamérica y por eso no se pueden hacer coproducciones. Entonces lo que Gramado intenta es ser un punto donde se pueda generar un intercambio. Nuestro objetivo es llegar a la edición número 40 con una cara precisa.

¿El perfil de las películas que se presentan es el de cine de autor?

Siempre. En Latinoamérica el cine que hacemos es cine de autor. Trabajamos al revés que el cine industrial. Primero está el deseo y después la manera de realizar el deseo, mientras que en el cine industrial primero está la financiación y después se ve lo que se hace con eso. Esta es una de las características más fuertes del cine que hacemos en Latinoamérica, porque sabemos que si esperamos a tener las condiciones para hacer las cosas, no hacemos nada. Nosotros tenemos que inventar nuestras condiciones de trabajo. Por eso creo que algunas de las películas que inventan, algunas veces logran realizar por la mitad lo que han soñado. Pero el riesgo, el intento, la búsqueda, la realización parcial, es para nosotros más significativa que la obra terminada sin problemas. Si esa obra terminada sin problemas repite un modelo clásico, académico, que es mantenido por una producción industrial, no agrega mucho; agrega más la innovación, una innovación que pueda permitir que por ejemplo un país de las dimensiones de Uruguay pueda producir cine. En el modelo tradicional, Uruguay no tiene posibilidades de hacer cine: es un país pequeño que no va a tener público suficiente jamás, como para pagar el costo de una película mediana. La creatividad de uno, la autoría, es lo que se debe defender en el cine. Eso es lo que buscamos. Queremos una marca de cine autoral. En el caso del cine brasileño, tenemos este año cuatro película de directores debutantes y cuatro que ya tienen otras películas. Esa mezcla provoca un desafío entre una y otra. Una especie de provocación. Y eso es el ideal.

Justamente, la competencia brasileña tiene ocho títulos, y la latinoamericana cuenta con siete. Siendo grupos tan reducidos, ¿cuáles son los parámetros de selección?

Es muy difícil. Es un sufrimiento enorme. Siempre terminamos con más películas de las que podemos poner. Y a veces lo que nos hace seleccionar una para competencia y otra para fuera de competencia, es el lograr un diálogo entre las películas, que una pueda ayudar al entendimiento de la otra. Por ejemplo, este año tenemos un documental y una ficción sobre la figura del padre; un documental en el que se habla mucho, y otro en el que no se habla nada. Son cosas que permiten ampliar la mirada. Otras veces ponemos una y no otra porque puede haber una posibilidad de estreno comercial en una época que no está muy lejos de la fecha del festival, así que la proyección aquí puede ayudar a mantener en la memoria la película y seguir discutiéndola. Y no sólo tomamos películas que se inscriben, a veces buscamos películas que sabemos que se están terminando. Algunas veces le dijimos al productor que no era la hora de ponerla en el festival porque nos parece que en el cuadro que tenemos no puede funcionar. Componer la selección es un juego muy complicado porque es un cuadro muy pequeño. Es muy intuitivo todo. Nos dejamos influenciar por las películas.

¿Se busca específicamente que en la competencia extranjera, la región latinoamericana esté representada de la forma más amplia posible?

Sí. Buscamos tener una representación amplia. A mí me habría gustado tener más películas de Argentina y México, por muchas razones, como los doscientos años de la independencia. Pero no lo logramos porque muchas de las películas que nos interesaban tenían posibilidad de presentarse en festivales más fuertes que el nuestro, o ya se habían presentado en otros festivales. Por reglamento, las latinoamericanas no pueden haber estado en otro festival y las brasileñas no pueden haber ganado un gran premio en otro festival. Personalmente estoy intentando cambiar esto, porque en el caso de las latinoamericanas, por ejemplo, un mes antes se celebra el Festival de Cinema Latino Americano de São Paulo donde se presentaron un par de películas que me habría gustado seleccionar para aquí. Entonces yo quiero hacer un acuerdo con ellos para compartir algunas cosas. Tengo el acuerdo con el festival de Río y Sao Paulo, pero son posteriores.

¿Es por eso que decidieron incentivar la participación dando dinero a cada película seleccionada en las competencias?

Eso me parece fundamental. Estos festivales hechos mitad para el cine y mitad para promocionar la ciudad, ofrecen un montón de dinero para la película ganadora. Eso no sirve. No sirve porque de alguna manera se estimula una pelea entre los directores de cine. Uno está compitiendo con el otro por dinero. No está bien. Pero si se hace al revés, se toma ese dinero y se pague un alquiler a todas las películas está bien. Como hoy la distribución es lo más caro, el precio de copia pesa. Quitar una copia de su país y enviarlo a otro, quiere decir que no se va a poder exhibir comercialmente esa copia. Se reduce la posibilidad de la explotación comercial. Entonces creo que hay que pagarle un alquiler. Y eso fue una discusión que hemos tenido porque los patrocinadores querían dar un gran premio. Y no: hay que dar un premio pequeño a todas las películas que están aquí. El otro premio importante es el premio en promoción; el que se hable de la película. El director que gano el año pasado un premio aquí, dos días después del anuncio del premio pudo firmar un acuerdo para hacer su nueva película, que presentó este año. Una película brasileña que se dio en una paralela fue negociada con un distribuidor chileno. Es para eso el festival.

¿Cómo recibe el brasileño al cine del resto de Latinoamérica?

En los últimos años, al final del festival yo hablo con los críticos de cine. Y la sensación es que las películas del resto de Latinoamérica están mejor que las brasileñas. Y es porque la ven con sorpresa, como no ven, se sorprenden que se haga una película en Nicaragua o Venezuela. Se sorprenden de ver una película con una cara diferente al cine industrial. Casi siempre es una sorpresa muy agradable. Eso es muy positivo porque a largo plazo puede crear en Brasil un espacio para la presentación de esas películas. Por lo menos, las películas que están aquí ahora son discutidas en la prensa de Sao Paulo y Río de Janeiro. En esa dirección queremos avanzar. Queremos que se tenga contacto con un cine que es como el nuestro, en el sentido de que es un cine de autor, que lucha con dificultades muy parecidas a las nuestras para producir y estrenar, y que no es conocido.

Fotos: Edison Vara

“En Latinoamérica el cine que hacemos es cine de autor. Trabajamos al revés que el cine industrial”.