• Nicolás Rincón Gille, director de “Noche herida”

  • Nicolás Rincón Gille, director de “Noche herida”

Nicolás Rincón Gille, director de “Noche herida”

Este jueves 30 de marzo se estrena en salas comerciales colombianas el largometraje documental “Noche herida”, dirigido por Nicolás Rincón Gille, coproducido por Voa Films, CBA, FWB, RTBF, SCAM (Bélgica) y Medio de Contención Producciones (Colombia). Tras su premiere en Cinéma du Réel 2015 -donde recibió una Mención del Jurado-, el filme se exhibió en varios festivales internacionales y obtuvo el premio a Mejor Película Colombiana en el FICCI 56 y el Primer Premio en Marfici 2015.  

“Noche herida” nos acerca a la vida de Blanca Rodríguez, una mujer que vive junto a sus nietos en uno de los bordes de Bogotá, donde ha llegado fruto del desplazamiento forzado causado por el conflicto armado colombiano. A propósito de su  estreno, LatAm Cinema dialogó con su director.

“Noche herida” cierra “Campo hablado”, una trilogía que, entre otras cosas, se acerca a la tradición y al choque de la misma con fenómenos como el de la violencia que se ha desatado de manera particular en las zonas rurales de Colombia. ¿Qué podría decir acerca del lugar de “En lo escondido” y de “Los abrazos del río” dentro de esta trilogía? ¿Qué perseguía con cada uno como unidad, pero también con cada uno como parte de un relato más grande?

Concebí la trilogía en mi trabajo de campo. Al principio, “Campo hablado” era una sola película, larga, densa, que se iba hacer sobre la tradición oral y la violencia, siguiendo la transformación que implica el desplazamiento campesino de los años 2000. En la práctica, me di cuenta que era un trabajo irrealizable, al menos para mí. Así que retomé mi propósito y lo segmenté en tres partes: la primera tendría que ser en el campo, la última en la ciudad y la intermedia tendría que ser el contexto, una película en movimiento de un lugar al otro. Así nació la trilogía. Después, afortunadamante, encontré los personajes que, a mis ojos, la hacían fuerte y necesaria. “En lo escondido” es Carmen, “Noche herida” es Blanca, dos mujeres que se miran a un espejo, desde el campo a la ciudad, ese espejo es la superficie oscura del río Magdalena, su magia y la violencia que esconde mal. Mi idea es que cada parte es autónoma, pero si se ven en su orden, se sigue un movimiento que se va complementando.

¿Por qué cerrar con “Noche herida”? 

“Noche Herida” era para mi una pregunta: ¿qué queda de la tradición oral del campo en la ciudad? ¿Cómo funciona, si funciona todavía? Estaba seguro de la fuerza de la tradición en el campo, una tradición que no es folclore o historias de abuelos. Tenemos la fortuna de tener una tradición viva y muy coherente que se adapta a la realidad (que incluso hace que la realidad se adapte). Lo que no sabía, y poco a poco quise entender, era qué pasaba con todo esto en la ciudad. ¿El campesino se volvía un citadino más? Y mucho más lejos ¿El citadino existe como tal en nuestro contexto? La cultura popular es, afortunadamente, fuerte y hace que la desigualdad social que opera en la economía colombiana, tenga un contrapunto. La lectura cultural popular es, de lejos, mucho más interesante que los monólogos de una gran parte de esa élite que aún repite lo que decían los virreyes, sus tatarabuelos.

¿Cómo fue el proceso de desarrollo y producción de “Noche herida” y qué diferencias encontraste respecto del proceso en los dos documentales anteriores?

En realidad, todo es una cuestión de tiempos. En la producción, el tiempo fue determinado por las necesidades de la película, no al contrario. Eso lo pudimos hacer gracias a un financiamiento mínimo que nos daba cierta independencia. “Noche herida” fue un trabajo que tuvo que superar el gran obstáculo que había podido evitar en las dos anteriores: rodar en lugares en los que el control social paramilitar es vigente y totalizante. Tuvimos que buscar distintos barrios y encontramos finalmente a Blanca y a su barrio en la periferia. Un lugar que todavía no es interesante para el tráfico y control, aunque no escapa: allí también se mueve “el gota a gota” (un sistema de crédito pírrico con tasas de interés estrambóticas) del sistema paramilitar, allí también los jóvenes tienen que rendir cuentas.

Hacer una película es siempre trazar una ruta, elaborar unas reglas, que poco a poco van mutando.

Ese interés suyo en la oralidad y la tradición explora diferentes abordajes en cada película de su trilogía. Asimismo, esa tradición también permite construir ciertos relatos de la violencia (desde sus víctimas). ¿De dónde viene ese interés en la oralidad y la tradición? ¿pretende seguirlo desarrollando en trabajos posteriores, o era un asunto ligado a la preocupación por hablar acerca de la violencia ligada al conflicto colombiano?

Es fundamental. Cuando se narra el conflicto, frecuentemente se hace con una pretensión de “objetividad”, ligada a las fuerzas armadas que lo generan, sus estrategias, sus diferencias. Pero la gente que está en el medio sobreviviéndole, no pueden tener esa visión “objetiva”, las cosas le suceden sin que estén preparadas. Y, sobretodo, cuando se sobrevive, cuando se trata de rehacer lo que se perdió, se necesita entender, darle un espacio a la vida, limitando la violencia. Es allí donde entra la tradición oral, a enfrentarse ese demonio oscuro y darle un lugar, exorcisarlo para seguir viviendo. Es una de las cosas que más me interesan. La capacidad sanadora de las historias. Siento que hago cine de la misma forma.

Blanca es el personaje central de “Noche herida”, en torno a ella aparecen los demás personajes, pero también en torno a ella se construye el espacio principal de la película (su casa). ¿Cómo llegó a ella y qué lo hizo decidirse por su historia como la indicada para “Noche herida”?

Bueno, primero fue Blanca, su carácter, sus problemas, su fuerza. Luego comencé a montar poco a poco la película, sus elementos visuales y sonoros. Cuando estuve seguro de la posición de la cámara, de la focal, de su altura, de la luz, del trabajo con el sonido (que muchas veces era simple ruido), comenzamos a filmar el cotidiano de Blanca. No sabía bien a dónde iría, ni cómo acabaría, pero estaba seguro de que Blanca echaría todo para adelante.

Un elemento bastante trabajado en los dos documentales previos fue el sonido, ¿cómo fue el trabajo para “Noche herida”?

Fue confrontarme sobre todo al ruido. Antes teníamos la naturaleza. Todos sus sonidos son idílicos, algunos de ellos misteriosos, pero siempre son agradables porque no son repetitivos y nos hacen viajar. Pero en el barrio de Blanca, la musica a todo volumen, la conversación de la vecina de la que nos separa una tela, el eterno ahullar de los perros, los trabajos de construcción diarios, todo eso formaba un caos que parecía comerse la palabra de Blanca. Trabajamos para que, finalemente, ese caos sirviera de eco a la historia de Blanca. Tuvimos que aceptarlo y pensar en cómo utilizarlo. Al final, es un sonido que comenta bien la realidad del desplazamiento, lo reducido y denso de los barrios.

Actualmente, no solo viene de estrenar un cortometraje de ficción en el FICCI 57, sino que se encuentra desarrollando su primer largometraje argumental. ¿Qué tan diferente ha sido su proceso de creación?

Quiero que sea una continuidad. No trabajaré de la misma forma, obviamente. Se necesita un equipo más grande y, sobretodo, voy a trabajar con personas que van a representar “algo”. Ese algo, espero, no debe salir de mi cabeza sino de la colaboración con quienes van a actuar. La mayoría son actores naturales, algunos actores “profesionales”. Hacer una película es siempre trazar una ruta, elaborar unas reglas, que poco a poco van mutando.  Solo al final se puede descubrir la coherencia del proceso. Las ideas erradas son un camino para las otras.

Ahora que ha logrado ese difícil lugar para estrenar en cartelera un documental como “Noche herida”, ¿tiene alguna expectativa respecto del encuentro con el público general en las salas?

Muchísima. Quiero que el público viva en el barrio de Blanca por una hora y media y pueda sentir que tiene una abuela que no conocía antes.