La circulación del cine latinoamericano en Latinoamérica

La distribución de cine latinoamericano en la región es la gran cuenta pendiente del audiovisual de Latinoamérica. Si bien en los últimos años han proliferado las ayudas y los espacios para posibilitar y potenciar la coproducción en el continente, la circulación de películas no ha gozado de los mismos estímulos. Las obras con posibilidades de viajar entre países son aquellas de corte industrial, cuya distribución asociada a una major asegura su recorrido por varios territorios latinoamericanos, como fue el caso de “Relatos salvajes”. Pero ese tipo de película es la excepción a la regla. ¿Falta de interés de los distribuidores, de exhibidores o el público?

El problema de la distribución de cine latinoamericano es como el dilema del huevo y la gallina. ¿No vemos cine latinoamericano porque al público no le interesa y los distribuidores y exhibidores no quieren arriesgarse, o ante la falta de distribución y exhibición, el público no puede generar el hábito? Cada año, son contados los lanzamientos de películas latinoamericanas en salas de la región. A las multisalas llegan los grandes lanzamientos -escasísimos- avalados por alguna major, mientras que el grueso de la creciente producción latinoamericana queda en manos de distribuidores independientes que se enfrentan a las dificultades de un escenario cada vez más complejo.

En los últimos años, Peter Marai de Mirada Distribution viene apostando por la distribución de cine latinoamericano en Argentina, donde se repite la misma constante que en el resto del continente: falta de costumbre y de pantallas. “No hay tradición de cine latinoamericano y hay grandes títulos que se quedan sin estrenar. Además, se da el caso de películas importantes con participación argentina que tienen estrenos menores”, observa.

Alfonso López, director de la distribuidora mexicana Alfhaville Cinema, afirma: “A diferencia de la literatura, la música o las telenovelas, el cine latinoamericano no viaja a través de nuestro continente. El público -tan acostumbrado a la cinematografía estadounidense- está dispuesto a aceptar las películas europeas con cierta curiosidad y beneplácito, y también las comedias locales, pero rechaza casi de manera automática las expresiones cinematográficas de otras nacionalidades latinoamericanas”.

“Se ha perdido el interés por el vecino latinoamericano”, agrega Nelson Carro, Director de Difusión y Programación de la Cineteca Nacional de México, uno de los pocos espacios que exhibe cine de la región de forma constante en el país y que trabaja tanto con adquisiciones directas, como con distribuidores y agentes mexicanos.

Para Marai, la falta de circulación es resultado de una combinación letal: “A los distribuidores nos parece arriesgado, el público no se anima y los exhibidores no ven la utilidad”. A este “círculo vicioso”, como lo define Cynthia Wiesner, cuya distribuidora Wiesner Distribution trabaja en Costa Rica, Puerto Rico y República Dominicana, se suman las limitaciones presupuestarias.

“En muchos casos, los distribuidores de películas latinas tenemos un presupuesto limitado para los estrenos. Hay que ser muy creativo e ir por vías alternativas para llevar la información al público. Otra dificultad es la diferencia abismal en el presupuesto de publicidad y el mercadeo”, agrega.

En este sentido, López señala que muchas veces los agentes internacionales pretenden anticipos “no acordes con el mercado para películas de procedencia latinoamericana”.

La circulación de obras ha ganado importancia en la agenda de instituciones y autoridades cinematográficas del continente, que empiezan a apuntar a las nuevas ventanas de distribución como el VOD

LA LENGUA QUE NOS SEPARA

La famosa frase de Bernard Shaw, “una lengua común nos separa”, bien podría ser otro de los obstáculos para la circulación de cine latinoamericano. “La manera de hablar, la peculiar entonación de cada región, ese acento propio que a la vez es distinción y orgullo, se torna una condena y la mayor barrera de aceptación. Además, por penoso que pueda parecer, hay un cierto menosprecio histórico por las nacionalidades ajenas, salvo una o dos. Y esta actitud es recíproca con otros países sureños”, señala López.

Sin embargo, y aunque pueda parecer un contrasentido, la barrera idiomática no es un problema en Brasil. Al menos, esa es la percepción de Ana Luiza Beraba, que además de dirigir Esfera Films –una de las más importantes distribuidoras de cine latinoamericano en el país-, es una estudiosa del comportamiento del cine latinoamericano en el gigante del sur. “Lo que parece una barrera termina siendo una ayuda, ya que la gente en Brasil no se fija en los acentos y lee los subtítulos”, precisa. Además, explica que el cine latinoamericano atraviesa un momento de esplendor, con “una excelente zafra de películas y distribución de prácticamente todas las películas festivaleras”, algo impensado hace no tanto tiempo.

Si bien en Brasil se ha acrecentado la presencia de cine latinoamericano, la gran limitación está en el propio circuito de exhibición. “Brasil tiene solo 2.600 salas para 200 millones de habitantes. México, con menos gente, tiene 5 mil”, explica. Además, señala que el país carece de políticas públicas para incentivar la diversidad cultural y que el cobro de VPF está dificultando cada vez más el trabajo de los exhibidores y distribuidores más pequeños, que son justamente los que estrenan este tipo de cine.

EL CINE QUE VEMOS

Es difícil unificar el criterio de un continente tan diverso, pero podría decirse que el cine argentino es el que mejor circula más allá de sus fronteras y el que más kilómetros recorre anualmente. “Es una cinematografía sólida que logró crear una marca y valores propios. Darín es un patrimonio indiscutible del cine latino en el mundo”, comenta Beraba, que próximamente estrenará títulos como “La patota/Paulina”, “El abrazo de la serpiente” y “Magallanes”, entre otros.

“Creo que las producciones argentinas son las que tienen mayor afinidad y recepción entre el público mexicano, pero aun así, su presencia es escasa”, sostiene López, que en 2014 estrenó en México “Wakolda” de Lucía Puenzo y este año lanzará “Ciencias naturales” de Matías Lucchesi.

Para Wiesner, más que una cinematografía, el denominador común es un género: la comedia. “Ningún país se parece a otro. Lo que se estrene en Puerto Rico con mucho éxito, no me garantiza que vaya a funcionar en República Dominicana o Costa Rica. Depende del tipo de película y de las salas donde se estrene, pero la comedia es un género que estrecha esos lazos”, observa.

Por lo general, los distribuidores se decantan por películas que han tenido buena repercusión en festivales, pero ante todo buscan filmes que generen una conexión y destilen autenticidad, y para eso no existe una fórmula.

“En una película latinoamericana busco que sea coherente con respecto a la realidad de su entorno social o histórico; que nos sorprenda con las peculiaridades de su cultura en el sentido más amplio, y sobre todo que sea fiel a la expresión cinematográfica que se vive en su país. Nada más penoso que ver una película latinoamericanizada”, detalla López.

En el caso de Beraba, su interés reside en el paralelismo que se pueda trazar con la realidad brasileña. “Me interesa mucho cuando una película genera debates y comparaciones con lo que pasa en Brasil, sea por similitudes o por diferencias. Eso pasó con ‘Pelo Malo’ y con ‘Conducta’”.

Para Carro, es importante “que sea cine de autor, una película de calidad, que tenga una visión del mundo que resulte interesante para nuestro público”. Películas como “Violencia”, de Jorge Forero; “No todo es vigilia”, de Hermes Paralluelo; “Atlántida”, de María Inés Barrionuevo, o “El perro Molina”, de José Celestino Campusano, son ejemplos del cine que exhibe la Cineteca Nacional.

“Yo adquiero el cine que me gusta y en el que creo”, afirma Marai, que puede jactarse de haber tenido un inesperado éxito en 2014, cuando la película paraguaya “7 cajas” llevó más de 70.000 espectadores en Argentina. Marai espera repetir ese éxito con la uruguaya “Mr. Kaplan” de Álvaro Brechner y la brasileña “Qué horas ela volta?” de Anna Muylaert, sobre todo después de los magros resultados de su estreno latinoamericano más reciente: la chilena “Gloria”, de Sebastián Lelio, “un film que fue muy bien recibido por la crítica, pero no por el público”.

La circulación de obras ha ganado importancia en la agenda de instituciones y autoridades cinematográficas del continente, que empiezan a apuntar a las nuevas ventanas de distribución como el VOD. Solución para unos y problema para otros, el VOD sigue sumando iniciativas, aunque ninguna plataforma latinoamericana ha logrado aún establecerse a nivel panregional. Buscar nuevas formas de distribución está en la lista de prioridades de la Federación Iberoamericana de Productores Cinematográficos y Audiovisuales, y desde Ibermedia se ha avanzado un paso con Ibermedia TV, que emite una selección de películas iberoamericanas a través de las televisiones públicas. Pese a ello, la distribución continúa siendo el cuello de botella de una región que vive su auge de producción.