Es extraño ver en la competencia oficial de un festival internacional a una película que se enmarca dentro de la denominación de cine infanto-juvenil, como es el caso de “O menino no espelho”, primer largometraje del también productor Guilherme Fiúza Zenha y uno de los cuatro filmes brasileños que compiten por los premios Calunga a los que optan seis títulos.
“O menino no espelho” está basado en el libro homónimo de Fernando Sabino, cuya adaptación lleva la firma de Fiúza Zenha, Cristiano Abud y André Carreira. Con el pequeño Lino Faciolli como protagonista, secundado por el un rostro habitual de las telenovelas, Mateus Solano, la historia sigue a un niño que cumple su deseo de tener un doble para hacer todo aquello que le disgusta.
“Yo tenía ganas de trabajar para los niños y los adolescentes. Es lo que me interesa porque son quienes pueden cambiar las cosas y la ruta de este mundo jodido que tenemos. Por ello pienso que es a ellos a quienes les tenemos que hablar”, cuenta a LatAm cinema el realizador sobre su particular interés por narrar una historia específicamente para niños y adolescentes. Buscando una propuesta con una marca que le permitiera insertarse con fuerza en la dirección, Fiúza Zenha encontró en el libro publicado en 1982 una fuente de inspiración para construir una historia con imaginación y libertad.
Si bien el libro no especifica una época en la que se desarrolla la historia, Fiúza optó por ambientarla en los años 30, enseñando una infancia bien distante a la contemporánea. “Yo creo que este tipo de infancia solo fue posible antes de la Segunda Guerra Mundial, luego de lo cual se expuso la estupidez humana y todo cambió. Esa idea de inocencia, pureza e inventividad, la posibilidad de que la vida puede ser fantástica y llena de magia”, analiza.
Siendo una producción de época, ambiciosa, le llevó seis años reunir la financiación necesaria para hacer el film que deseaba. Durante ese proceso, percibió la dificultad de llevar adelante un proyecto para un público que tiene una escasa oferta nacional, pero contrariamente goza de abundantes propuestas hollywoodenses.
“Cuando buscábamos dinero todos nos decían: 'Hace tanta falta este tipo de peli'. Pero después no nos daban financiación. Durante la búsqueda de recursos fuimos a un encuentro de coproducción de los países nórdicos que se hacía en Suecia, y ahí se destina el 60% del presupuesto del Estado para la producción de películas y series para niños y adolescentes. Saben que es importante forman una persona”, recuerda, y opina sobre la realidad brasileña: “Acá no hay una política como esa. Hace 22 años que volvimos a hacer películas regularmente en Brasil. Y en ese tiempo perdimos dos generaciones de público, de posibles cinéfilos, porque no se planifica cómo aplicar los recursos. Tenemos que formar público y si tenemos que formar público tenemos que trabajar con los niños”.
Desde Pernambuco, por Cynthia García Calvo.