Las coproducciones son un camino cada vez más explorado por la industria brasileña de cine, que en la última década ha consolidado los caminos para el crecimiento del cine nacional y ahora busca internacionalizar sus producciones; esa fue la conclusión del debate sobre coproducción realizado en el recientemente finalizado Festival de Cine Latinoamericano de São Paulo.
El encuentro, que contó con la presencia de especialistas brasileños y extranjeros, tuvo como moderadora a Paula Alves de Souza, de la División de Promoción Internacional del Cine en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil, participando Eduardo Valente, asesor internacional de la Agencia Nacional de Cinema (Ancine); Fabiano Gullane, productor y socio de Gullane Entretenimento, y los invitados internacionales Andrea Stavenhagen, directora de industria del Festival de Cine en Guadalajara y coordinadora del Morelia Lab; Henning Kamm, director de la productora alemana DETAiLFILM, y Gabor Greiner, director de adquisiciones de la empresa franco-alemana Films Boutique.
Para Valente, es importante que los proyectos cinematográficos se internacionalicen desde su fase inicial de desarrollo. “Cuando una película encara la coproducción no sólo como un medio de componer su presupuesto y sí como una posibilidad de circulación también en otros mercados y para otros públicos, contando con incluso la creatividad de profesionales de otras culturas, nace una coproducción ideal”, afirmó el asesor.
Gullane, sin embargo, recordó que las coproducciones no son tan comunes todavía en Brasil como en el resto de Latinoamérica, sobre todo en países que dependen de alianzas para financiar sus contenidos y ampliar su potencial de público. “En los últimos 10 o 15 años, hemos invertido muy poco en la internacionalización de nuestras obras, pero hoy el momento es de cierta madurez en términos de producción, lo que nos permite encarar nuevos desafíos”, comentó.
Con sede en São Paulo, Gullane Entretenimento está entre las productoras brasileñas que más coproducciones ha realizado y, según su director, esa experiencia ha revelado que Brasil carece de líneas de fomento a la producción que consideren las alianzas internacionales como un camino para la película desde el principio. “Eso torna el proceso más simple, porque en el día a día, coproducir es un desafío en cuestiones de logística, burocracia, etc. Pensar en ese matrimonio con otra empresa, en donde el hijo es la película coproducida desde su gestión, mejora el proceso porque se trata de una pareja para la que no hay separación posible”, añadió el productor.
Representando el punto de vista de los festivales a partir de su experiencia en México, Stavenhagen recordó que no toda película debe ser coproducida, porque esa alternativa suele encarecer los proyectos y, muchas veces, complicarlos. Sus colegas europeos en la mesa, Kamm y Greiner, coincidieron en que cada proyecto es único y debe ser analizado en su composición creativa y financiera antes de optar por la coproducción.
“Alemania es probablemente el país más liberal en términos de coproducción hoy, porque el país tiene un mercado fuerte y, al entrar en un proyecto, hace una apuesta mucho más por la relevancia autoral, cultural y social de la obra que por internacionalizar o financiar sus propios contenidos”, opinó Kamm.
Para Greiner, desde las ventas y la exhibición, el contenido es clave para el éxito de una coproducción internacional de origen latinoamericano, así como la presencia de un productor europeo, en el caso de proyectos realizados con el viejo continente. “Las películas deben realmente contar una historia que tenga un sabor local pero con relevancia para una audiencia mundial. Si sólo se trata de dos personajes que se la pasan conversando de temas locales en un viaje que no llega a ningún lugar, los festivales y los espectadores no se van a interesar”, finalizó.
Desde São Paulo, por Camila Moraes.