Adrián y Ramiro García Bogliano, directores de “Penumbra”
Cuando en febrero de 2011 se lanzó “Sudor frío”, por primera vez en décadas el terror nacional logró protagonismo en la pantalla comercial y con el sello de cine argentino. Los hermanos Adrián y Ramiro García Bogliano, directores y guionistas que desde hacía años resistían desde la trinchera del cine guerrilla con producciones ultraindependientes pero tan significativas como “Habitaciones para turistas” o “36 pasos”, marcaron precedente al conseguir que el floreciente movimiento del cine de género que siempre se movió en los márgenes, finalmente fuera acogido por la industria.
“Penumbra” –que se lanza el 9 de febrero- es su segundo largometraje dentro de esta línea, contando con producción de su productora Paura Flics junto a Cinemagroup y 3Mentes, y el apoyo del INCAA. Se trata de un film de suspenso centrado en una mujer de negocios española –interpretada por Cristina Brondo- que de paso por Buenos Aires decide alquilar un inmueble; en un día enrarecido por la proximidad de un eclipse, se encuentra con un potencial cliente que no es quien dice ser.
El guión se escribió durante la crisis argentina con una protagonista española, y justamente ahora que se estrena está en crisis España, ¿cómo nació la historia y como se modificó con el actual panorama socio-político?
Adrián García Bogliano: Yo empecé a escribir el guión durante la crisis del 2001. Fue una reacción a lo que estaba pasando. Quería sacarme algunas cosas y tenía ganas de sacar algo positivo de ese momento tan negativo y triste. El guión salió sin pensar mucho en la estructura, fue muy puro. A Ramiro le interesó y quería dirigirlo él. A partir de ahí empezó a ayudarme más con la estructura. Mucho de lo que es la película estaba ya en la primera versión. Y durante el rodaje tuvimos que adaptar algunas cosas, matizar algo del discurso de la protagonista porque ya se veía venir una crisis muy fuerte en España. Hoy el contexto en el cual se estrena es una realidad completamente distinta.
Ramiro García Bogliano: Se empezó a escribir en plena crisis argentina y sale en plena crisis española, así que es como la moneda que se da la vuelta. Es un poco –sin revelar demasiado- el recorrido de la protagonista. Un poco lo que le sucede al personaje.
Hablando del personaje, en el cine de género estamos acostumbrados a otro tipo de heroínas, chicas más bien frágiles. Aquí la protagonista tiene un carácter muy fuerte, un discurso muy crítico con el país, lo cual provoca casi irritación. ¿Por qué eligieron esas características de -podríamos decir- anti heroína?
A.G.B: Fue algo arriesgado, y creo que fue muy buena la decisión de tener a Cristina Brondo, que es una excelente actriz para que hiciera ese papel. Lo que hizo ella fue muy bueno porque con algunos elementos logró humanizar al personaje, darle profundidad. Tiene ciertas cosas con las cuales puede parecer antipática pero después hay algo interesante. No es un personaje tan gélido, tiene algo vivo.
R.G.B: Lo que ella consiguió fue no dejarla en la caricatura de la mujer intolerante y desagradable, sino que logró humanizarlo. Darle pequeños momentos de duda. Es una mujer que sufre pero tiene ese caparazón de súper agresiva con un discurso bastante desagradable. Pero ella consiguió esos momentos que son los suficientes para que el espectador no se despegue, porque si fuera totalmente desagradable en la interpretación también, yo creo que la película no funcionaría.
Ustedes están haciendo cine de género en Argentina desde hace años, en épocas que la producción era únicamente independiente. Actualmente pareciera que ya se abrió el juego; hay varias películas que lograron un crédito del INCAA para rodarse. ¿Cómo ven este proceso actual y cómo ubican al género dentro del contexto de producción argentino?
R.G.B: En cuanto al panorama, yo estoy contentísimo de que exista la oportunidad de ver en el cine el trabajo de gente como Daniel de la Vega, que aparte de amigo es un director maravilloso. Espero que se siga ampliando el juego y los espectadores nacionales comiencen a cambiar la idea de que el cine argentino es un género. El cine argentino no debería ser un género, un código cerrado de lo qué es, de su lenguaje. Y creo que el Buenos Aires Rojo Sangre aglutinó a un grupo amplio y variopinto de gente que hace cine de género con pasión, y ya muchos se están animando a acercarse a las pantallas. Con Adrián hablamos de toda esta crisis del Megaupload, la ley SOPA, y pienso que independientemente de que uno considere que está bien o mal la piratería o cuáles son los hábitos de la gente para ver cine hoy, lo importante es que no nos resignemos a no llegar a las salas comerciales. El cine nacional tiene que estar en las salas comerciales, y todos los que han estado haciendo cine independiente y les sobra talento para hacer películas, tienen que estar en las salas comerciales. Es ahí donde se libra la batalla realmente. Si no, son buenas películas que son disfrutadas por un grupo selecto. Creo que está muy bien que haya un grupo selecto pero también en un determinado punto que también pueda acceder un público más amplio a las películas que se hacen.
¿Cómo ha cambiado para ustedes el trabajo al insertarse en un plano más industrial?
A.G.B: Es difícil. El adaptarse al modelo industrial lo que te provoca es que tenés que romper con varias fantasías e ideas erróneas, que has ido acumulando al estar en el under y pensar en lo que podrías hacer si tuvieses uno o dos millones de pesos. Lo más difícil es darte cuenta que al cambiar de estructura no necesariamente podés hacer más cosas. Muy probablemente podés hacer que se vea mejor y que llegue a un público más amplio. Hay un montón de cosas que uno resolvía de una manera artesanal y que ahora al pasar al nivel industrial son prácticamente imposibles de hacer. Nos dimos cuenta que hay películas que hicimos por 5.000 dólares que son prácticamente imposibles de hacer a nivel industrial. “36 pasos”, por ejemplo, pienso que no se podría hacer en la Argentina por la cantidad de efectos, de actores, de locaciones, música…Uno piensa que si con 5.000 se pudo resolver, con 1 millón tendría que poder hacerlo. Y es muy distinto. Para hacer “Sudor frío” fue muy bueno tener el training de rodar tan rápido una película como “No moriré sola”, que se hizo en nueve días. No es que pasamos a hacer una película industrial con distribución de Buena Vista y estaba todo bien. Fue una pesadilla.
¿Creen que el público argentino ya rompió con el prejuicio del cine de género hecho en Argentina?
A.G.B: Sí, pero todavía falta. Con “Sudor frío” yo me esperaba una reacción un poco más fría, creo que hubo mucha gente desconcertada con la película. Gente que se enojó, que me puteó (risas). Fue una respuesta medio extraña. Me quedé sorprendido. Pero yo creo que la explosión de ver otros géneros nacionales es del 2011. Llevamos un año de este nuevo escenario donde podés ver películas de suspenso, western o ciencia ficción. Pero falta. El INCAA y los productores tienen que seguir apostando hasta que la gente se acostumbre.
R.G.B: Nosotros entendimos algo que intuíamos. Podemos considerar que las películas que hacemos son buenísimas o no, pero te das cuenta que cuando intentas un camino nuevo o no transitado industrialmente, te van a llover los palos porque no hay parámetro de comparación. Nos pasó con la película que hicimos en Costa Rica, “Donde duerme el horror”, que hubo una catarata de gente indignada porque la consideraban obscena, sangrienta e inmoral, y pasó con “Sudor frío”, en la que decían que era lo más vergonzoso que se podía hacer de género, y luego sucede que en Estados Unidos todos los medios especializados dijeron que era un excelente entretenimiento con muchísimos valores. Ni eso, ni esto. En el punto intermedio habría que valorarlo. Pero dentro de 10 años, cuando ya se hayan hecho 100 películas industriales de género, el público va a estar preparado y va a tener un paladar.
¿Piensan que el cine español fue en buena medida el que impulsó al argentino?
R.G.B: Para nosotros fue Alex de la Iglesia. Antes de “Acción mutante” y “El día de la bestia” no existía un parámetro para un cine cercano al género, donde se fusionaba la acción con el humor negro y los efectos especiales. Y ahora, veinte años después, se producen películas de género con normalidad como “REC” o “El orfanato”. Y la gente acepta que hay un cine de género nacional, que se puede hacer bien y lo apoya. Álex de la Iglesia apareció en escena con su tono divertido y demagógico a la vez, y dijo: ‘Si yo puedo hacer una película, todo el mundo puede’. Pero también decía por qué tiene que ser Arnold Schwarzenegger el que se pone a dar tiros y no puede ser un señor bajito y pelado del País Vasco. Eso hizo una chispa en muchas cabezas, y entre ellas la nuestra. Fue preguntarnos por qué no nos podemos divertir, por qué la gente no se puede divertir con historias así, y que estén ubicadas muy claramente en tu país. Para nosotros es muy importante que se identifique claramente que estas historias suceden en Argentina. Si haces algo más abstracto pierdes personalidad.
Con la experiencia que tienen, ¿ese localismo resulta positivo o negativo para el público extranjero y para la inserción en otros mercados?
A.G.B: Es positivo. Toda la parte de “Sudor frío” que tiene que ver con la Historia argentina genera mucha inquietud, muchas preguntas, mucho entusiasmo. La gente no entiende completamente pero se arma algo en su cabeza. Es como con las películas japonesas de terror, hay un montón de cosas que pasan que no entendés, que no comprendés por qué reaccionan de cierto modo, son localistas pero tienen un encanto especial, y uno entiende que es así y que eso es Japón y así son los orientales. No es algo abstracto. A partir de esa sensación de realidad es que podés provocar el miedo, desde esa diferencia.
R.G.B: En cuanto al mercado, intentar entrar a Estados Unidos haciendo lo mismo que hacen ellos no tiene ningún sentido. Evidentemente tiene que ser algo tuyo. “El día de la bestia” o las películas japonesas se notan claramente dónde están sucediendo. O el cine valoradísimo más viejo como las películas italianas, donde se ve Roma, su arquitectura y su música, son muy sangrientas, de género, pero lo que hacen que hayan perdurado en el tiempo es que tenían carácter propio.
Adrián está involucrado con “The ABCs of Death”, una suerte de antología del cine de género mundial, ¿qué se puede contar de ese proyecto?
A.G.B: Es una película de 26 capítulos dirigida por 26 directores de todo el mundo, desde la gente que hizo “A Serbian Film” hasta “Tokyo Gore Police” o “Los Cronocrímenes”. Somos tres representando a Latinoamérica y lo que es la movida del género en Latinoamérica, donde está creciendo muchísimo. Creo que se está empezando a centrar mucho la atención en lo que se está haciendo en Latinoamérica a nivel género. Yo estoy viviendo en México ahora y lo vamos a hacer ahí. Es una película que va a salir muy fuerte, la va a distribuir Magnolia y la produce Tim League, que es el que tiene la cadena especializada en cine de culto Drafthouse. Son 26 capítulos y cada uno es una letra del alfabeto. No puedo decir cuál es mi letra pero te puedo contar que es una historia infantil con un giro medio perverso.
Tiempo atrás hicieron “Donde duerme el horror” en Costa Rica, una película por encargo. ¿Por qué les interesó?
R.G.B: Fue la primera película centroamericana de terror. Y nos parecía divertidísimo porque no debe haber géneros prohibidos en la cinematografía latinoamericana. No tenemos que hacer un determinado tipo de cine social, de realismo mágico o hacer una postal de la pobreza, solamente. Podemos hacer muchas más cosas. Si nos han dicho que no podemos hacer género es precisamente porque no quieren que compitamos.
Es una realidad que el cine de género latinoamericano vive un auge. ¿Pueden ubicar el momento en que explotó?
A.G.B: A nivel regional es ahora, del 2010 para acá. Creo que en Argentina es un movimiento mucho más grande que en cualquier otro país, que lleva mucho más tiempo gestándose. Los chilenos también llevan unos cuantos años, pero es diferente porque ya tenían una relación directa con el estreno en cines. Tenían esa conciencia de que iban a un público grande, en algunos casos los limitó a hacer cosas más mainstream, a agradar y hacer algo más suavecito. En cambio en Argentina, el pensamiento era que la iban a verla cuatro personas y que se podía hacer lo que uno quisiera. Tiene su parte mala pero tiene lo bueno de que uno hace lo quiere porque no toma compromisos de entrada.
¿En qué momento se encuentra el género en la Argentina?
R.G.B: No está en la madurez. Todavía le falta. La gran película de género aún está por llegar. Pero ya está en la adolescencia, se mueve más. “Malditos sean”, la nueva de Plaga Zombie o “Incidente”, son películas que han marcado un paso adelante en repercusión, en acabado, en realización…Ha habido un crecimiento pero lo mejor aún está por llegar.
¿Cuáles son sus próximos proyectos?
A.G.B: Yo voy a hacer una película en Tijuana que se llama “Ahí va el diablo”. Es una película de terror sobrenatural que es de una productora norteamericana, MPI, la que hizo “Henry, retrato de un asesino”.
R.G.B: Después tenemos juntos una película súper sangrienta, a ver si nos la dejan hacer para estrenar comercialmente. Es muy ambiciosa. Y por mi lado estoy con un thriller muy truculento inspirado en hechos reales.
Teniendo la experiencia de “Sudor frío” ya lanzada en salas, ¿cuáles son las expectativas con “Penumbra”?
R.G.B: Cambiamos la fecha de estreno del 2 al 9 de febrero porque nos querían dar menos salas. Nosotros queremos que salga fuerte para que haya alguna oportunidad. Aprendimos que a partir de esta fecha tenemos un par de semanas porque luego caen los estrenos de los Oscars, las que estaban por estrenarse y las que reestrenan. Entonces hacen limpieza con todo lo que no sea Oscar. Nos pasó con “Sudor frío”. La película aún estaba rindiendo en taquilla pero fue fulminada.
A.G.B: Lo que más lástima te da es que no es que la película no funciona y te la sacan, sino que aún funcionando bien la saquen igual. Y no se respete la cuota de pantalla.
No importa si estás jugando bien, quedás eliminado del juego…
R.G.B: Sí, estás jugando en la cancha de otros y estás de prestado, así que hay que ver qué te dan.