Agentes de ventas: Cosimo Santoro, fundador y CEO de The Open Reel
The Open Reel es una agencia de ventas internacional fundada en Italia en 2012 con el objetivo de apoyar y promover el cine independiente. En sus 12 años de historia, la agencia ha acompañado largometrajes y cortometrajes documentales y de ficción realizados tanto por cineastas emergentes como consagrados, y el 40% de su catálogo se compone de títulos con temática LGBT. Entre sus películas figuran varias producciones latinoamericanas, como la colombiano-brasileña “Alma del desierto” de Mónica Taboada-Tapia, la brasileña “Cidade; Campo” de Juliana Rojas y la mexicana “Los demonios del amanecer” de Julián Hernández. Desde 2014, The Open Reel distribuye títulos en territorio italiano a través de la plataforma VOD www.theopenreel.it. A continuación les presentamos una entrevista a Cosimo Santoro, fundador y CEO de The Open Reel, realizada durante CineBH en Belo Horizonte, Brasil.
Desde sus inicios, The Open Reel ha trabajado con filmes latinoamericanos, ¿cómo nació el vínculo de la agencia con nuestra región?
En 2012, cuando abrí esta agencia de ventas, comencé a trabajar con directores con los cuales ya había estado en contacto durante mi actividad como programador de festivales. En particular, me acerqué a los cineastas mexicanos Roberto Fiesco y Julián Hernández. Julián había ganado el Teddy Award de la Berlinale dos veces (con “Rabioso sol, rabiosa luna” y “Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás acabarás de ser amor”) y Roberto tenía una película como director ese año, “Quebranto”, que ganó premios en Guadalajara. Ellos confiaron en mí y se convirtieron en los primeros directores de mi nueva actividad. Luego seguí trabajando con otros directores mexicanos y más adelante sumé a Argentina, Colombia y Brasil. Con el tiempo se ha generado una expansión de territorios y de colaboraciones porque empecé a asistir a mercados y festivales de Latinoamérica como Ventana Sur, Guadalajara o BAM en Bogotá. También hay otra razón que tiene que ver con lo sentimental. Cuando era programador, había dos cines que me interesaban particularmente: el latinoamericano y el asiático. Creo que, con el tiempo, el cine asiático ha dejado de llamar mi atención, pero en Latinoamérica nunca se pierde el interés, porque es un continente muy fértil a nivel de propuestas, una región que nunca pierde el sentido de sorpresa, muchas veces generado por directores jóvenes.
Cuando acudes a mercados a buscar nuevos proyectos, ¿qué es lo que más te llama la atención de una película?
No tenemos un foco en un tipo de propuestas específico. Hay agencias de ventas que tienen un perfil más marcado. A mí lo que me interesa es considerar la mirada de los directores, especialmente de los más jóvenes, con los cuales me gusta construir una relación en el tiempo. Me interesa la capacidad del director de organizar un discurso y ser coherente con él. Es importante encontrar directores que sepan cómo utilizar un lenguaje, que tengan esa conciencia. También, por razones personales, me gusta mucho el cine LGBT, es algo que promuevo desde hace mucho tiempo, incluso desde mi etapa de programador. Al ver nuestro catálogo, parece que fuéramos una agencia que trabaja sólo cine LGBT, pero la realidad es que representa el 40% de toda la propuesta. Pero es verdad que me gusta trabajar con este tipo de cine, cuyos proyectos han ido transformándose con el tiempo. Antes, el cine LGBT era fundamentalmente cine gay; a finales de los 90 y en los 2000, surgieron numerosas directoras lesbianas, y, recientemente han aparecido propuestas de directores transgénero. Hay una evolución en el cine LGBT que me gusta apoyar, porque no sólo me atraviesa como persona, sino que es un cine con un nivel muy alto, una forma de expresión muy interesante. Otro aspecto al que le presto atención es a cómo se organiza una película, cómo aborda en su discurso temas sociales importantes. Esto es más visible en los documentales. Por ejemplo, “Assexybilidade” de Daniel Gonçalves, un documental brasileño con el que estuve aquí en Cinemundi, habla sobre personas de cualquier orientación sexual que tienen discapacidades y hablan sobre sus deseos sexuales, y esto es considerado siempre un tabú, como si la sexualidad no fuera parte de sus vidas. Es un documental con una estructura más clásica, algo alejada del resto de nuestras propuestas, pero trata una temática relevante, entonces decidimos trabajar con él.
¿En qué aspectos se diferencia el trabajo con cortometrajes del que realizan con largometrajes?
Es bastante difícil trabajar con cortometrajes, pero te dan la posibilidad de construir relaciones con los directores en etapas muy tempranas de sus carreras. Por ejemplo, conocí al director francés Damien Manive cuando hacía cortometrajes y luego acompañé su primera película en Locarno, la segunda en Cannes, la tercera en Venecia. Otro ejemplo es el brasileño Daniel Norasco, del cual tengo prácticamente toda su filmografía y con quien empezamos a trabajar juntos desde sus cortos. Se genera una relación afectiva en paralelo a la parte profesional.
“Latinoamérica es un continente muy fértil a nivel de propuestas, una región que nunca pierde el sentido de sorpresa, muchas veces generado por directores jóvenes”.
Existe un mercado para los cortos. Por ejemplo, los cortos LGBT tienen un mercado, hay compradores de diferentes países que los distribuyen regularmente en DVD y en plataformas. Por otra parte, si un corto se estrena en festivales clase A, se asegura un recorrido importante. También acompaño cortos que no cumplen con estos requisitos y tienen características más “difíciles” debido a su naturaleza experimental o independiente, porque me gusta arriesgar y tratar de darles mayor visibilidad. Es un trabajo difícil porque es un mercado completamente diferente al de los largometrajes, con cifras diferentes, con posibilidades diferentes, pero con los cortos puedes arriesgarte, tienes margen para mover una película por caminos alternativos. Cuando tienes largos, ya sabes que un director está en cierto modo destinado a un determinado camino.
The Open Reel comenzó como agencia de ventas y luego se expandió hacia la distribución y la producción, ¿cómo se dio esa apertura?
El proyecto de distribución en VOD fue presentado en 2014 en Giornate degli Autori de Venecia. Es una plataforma únicamente abierta al mercado italiano y conformada únicamente por películas LGBT, tanto películas que representamos a nivel internacional como películas que yo no represento pero compro a otros vendedores. Nuestra última incorporación fue “Sebastian”, una película inglesa de Mikko Mäkelä que estuvo en Los Ángeles el año pasado, y también tenemos varias producciones latinas.
En 2017 empecé además con la producción, al principio con cortos italianos que ganaron fondos nacionales y regionales, luego con largometrajes como “7 minutos” del brasileño Ricky Mastro, coproducido junto a Francia y Brasil. La actividad de producción sigue siendo muy pequeña en relación a la actividad de ventas, que es la más relevante, y últimamente estoy produciendo principalmente cortos.
¿Cuántas películas representa The Open Reel por año y con cuáles están trabajando este 2024?
Yo sé que un buen vendedor tiene que decir que trabaja con no más de dos películas al año, pero para nosotros es imposible, especialmente si consideramos también los cortos. Yo intento equilibrar, porque cada película necesita tiempo, energía, a veces incluso una inversión de dinero. Terminan siendo entre 12 y 20 por año.
Un título relevante de este año es “Cidade; Campo” de Juliana Rojas, que ganó el premio a Mejor Dirección en la sección Encounters de Berlín. Otro es “Alma del desierto”, una colaboración entre Colombia y Brasil dirigida por Mónica Taboada-Tapia. Es un documental que descubrí en FICCI sobre una mujer trans que está luchando desde hace años para tener su identidad reconocida. La película, que ganó el premio del Queer Lion en Venecia, es un documental LGBT porque la protagonista es una mujer trans, pero también es una reflexión sobre la política, la sociedad, los cambios y la cuestión lingüística minoritaria, que para Colombia es un problema. “Los demonios del amanecer”, una película mexicana de Julián Hernández, es explícitamente gay, habla solo de amor, los cuerpos, los sentimientos. La estrenamos en Guadalajara y, entre las de este año, es la que ha logrado el mayor número de ventas.
Has trabajado con Argentina, Brasil, Colombia y México, ¿hay algún país de Latinoamérica al que te interese acercarte?
Antes, el cine latinoamericano provenía de Argentina, Brasil y México. Luego se sumó Colombia, y Chile también es un territorio fértil, y aunque no he tenido la posibilidad de trabajar aún con Chile, es un país que me interesa. También veo que Centroamérica y el Caribe es la región más innovadora en este momento, porque aún sostiene un impulso genuino. Hay territorios inexplorados, con sistemas institucionales que están creándose o dando sus primeros pasos como República Dominicana, Costa Rica o Guatemala. Estos territorios me interesan mucho. Yo trabajé con una película de República Dominicana que fue estrenada en Málaga, “15 horas”, pero su directora, Judith Colell, era española, entonces no tenía un alma latina, así que me gustaría investigar mucho más el cine del Caribe.