Carlos Arbeláez, director de “Eso que llaman amor”
El pasado 1 de diciembre, una semana después de su premier en Medellín, llegó a las salas de cine de Colombia “Eso que llaman amor”, escrita y dirigida por Cárlos Arbeláez (“Los colores de la montaña”), producida por El Bus Producciones en coproducción con La Ventana Films, con el apoyo de Proimágenes Colombia, el Ministerio de Cultura, Visions Sudest (Suiza), y RCN Cine. La distribución de la película está a cargo de Diamond Films. A propósito del estreno de su segunda película, que cuenta tres historias de desilusión, soledad y frustraciones que ocurren en el transcurso de un día en la ciudad de Medellín; Arbeláez dialogó con LatAm cinema.
Esta película comparte con “Los colores de la montaña” el hecho de no concentrar la acción en un único personaje. Sin embargo, en esta oportunidad hay una clara distinción de tres historias cuyo desarrollo se muestra alternado a lo largo de la película. ¿Cuál fue su apuesta narrativa principal al momento de desarrollar las historias de “Eso que llaman amor”?
Al principio quería realizar un filme con historias episódicas. Había visto el “Decálogo”, de Kieslowsky, y pensé hacer algo parecido. Pero en el proceso de reescritura me di cuenta de que, si contábamos las historias de manera paralela, y no una después de otra, el largometraje ganaba en profundidad por la razón que una historia resonaba en las otras. Además, daba la sensación de más unidad narrativa. También esta estructura nos ayudaba a controlar los tiempos dramáticos y a mantener el interés del espectador hasta el final.
La película cuenta con actuaciones tanto de actores profesionales como de no profesionales, ¿cómo fueron el trabajo de preparación y el trabajo durante el rodaje? ¿obedeció a alguna intención particular la combinación de tipos de actores?
Siempre he trabajado más con actores no profesionales por el tipo de historias que he hecho. Para este segundo largometraje quería contar historias más intimistas, que además protagonizaban pocos personajes en muchos interiores. “Eso que llaman amor” es sobre todo una historia de personajes. Durante más de un año trabajé con ellos y fue el proceso que más disfruté de mi segunda película. Ellos me ayudaron durante todos esos ensayos a profundizar en la psicología de los personajes, a incorporar y mejorar los diálogos, volverlos tridimensionales para hacerlos más verosímiles.
Su película nos presenta historias de decepción, de sueños rotos y aspiraciones fracasadas, de heridas del pasado que aún no sanan, de aventuras sexuales nocturnas, entre otras. No obstante, el título de la película parece sugerir que es el amor el eje articulador de la misma, ¿de qué manera buscó expresar dicho sentimiento a lo largo de las tres líneas narrativas de la película?
Cuando estábamos editando la película, mi amigo y cineasta Felipe Aljure me dijo que quizás el tema de la película no era el amor, sino la soledad. Quedé un poco sorprendido por esta visión que daba de mi película, que incluso pediría replantear el título que tanto me gustaba. Después encontré una frase del escritor García Márquez, que decía que solo cuando uno conoce el amor conoce la soledad. Así que no era que había otro tema en el filme sino la otra cara de la misma moneda. “Eso que llaman amor” no narra historias idílicas, ni cercanas al melodrama. Podría decirse que éstas caminan ‘por carretera destapada’, pero en todo caso están llenas de verdad y humanidad.
Quería tomar el riesgo y hacer algo muy distinto a “Los colores de la montaña”.
Esta película se desarrolla en Medellín, mientras que su anterior película lo hacía en la zona rural de Antioquia. ¿Piensa en la región antioqueña como el escenario geográfico en que busca desarrollar su obra? ¿de qué manera cree que el lugar se involucra con las historias que busca contar?
Quería hacer una película en mi ciudad: Medellín. He vivido casi toda la vida allí, sin embargo, la mayoría de los cortos e incluso mi opera prima sucedían en el campo, y sentía que tenía una deuda con mi ciudad. Esa ciudad, que como dice el poeta antioqueño José M. Arango, ‘tanto quiero y tanto aborrezco’. Como en “Los colores de la montaña”, mis héroes son seres cotidianos, a veces marginales, que en este caso sigo durante 24 horas un Día de madres. Cada una de estas vidas pequeñas es como una ciudad distinta, y quería resaltar la idea de una urbe múltiple, de una ciudad que son muchas ciudades. Cada uno de estos personajes tiene un drama que te puede conmover así no sea demasiado extraordinario.
La música de la película ha sido compuesta por Martín Ferres de Bajofondo, ¿cómo fue el trabajo con él para la banda sonora de la película?
Medellín es una ciudad muy cercana al tango. Quería el bandoneón porque ese instrumento va muy bien con lo que ha sido la historia musical de mi ciudad y con el tono nostálgico y melancólico de la película. Las melodías de Martín Ferres no evocan aquí el tango, más bien tienen un tono que subraya el aspecto sicológico. Tuvimos mucho cuidado de que la música no fuera la melodramatizar la historia. Es una música muy minimalista, que puntualiza con frases musicales cortas lo que pasa.
Es común la afirmación sobre la especial dificultad que supone hacer una segunda película. Tras alcanzar cierto reconocimiento por “Los colores de la montaña”, ahora tiene un nuevo encuentro con los espectadores colombianos, ¿cómo fue su experiencia personal y profesional en el desarrollo de “Eso que llaman amor”? ¿tiene alguna expectativa particular sobre la manera en que pueda ser recibida por el público?
Cuando tienes un éxito relativo con tu primera película y los espectadores solo te conocen por esa obra, la mayoría le gustaría seguir viendo más de lo mismo. Un gran director de cine decía que el éxito solo lleva repetirte. Quería tomar el riesgo y hacer algo muy distinto a “Los colores de la montaña”. Espero que los espectadores reconozcan en “Eso que llaman amor”, la misma mirada sensible y de mucho amor hacia mis personajes.