• Ciro Guerra, director de “El abrazo de la serpiente”

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Ciro Guerra, director de “El abrazo de la serpiente”

"Parecía un sueño inalcanzable", confiesa Ciro Guerra sobre su tercer y más ambicioso largometraje, “El abrazo de la serpiente”, una producción épica inspirada en los diarios de Theodor Kosch Grumberg y Richard Evan Schultes, quienes fueron los primeros exploradores en recorrer la Amazonía colombiana. Filmada en blanco y negro, narra el primer contacto entre un chamán amazónico y dos científicos. La película es una producción de Cristina Gallego para Ciudad Lunar Producciones, en coproducción con NorteSur, de Venezuela; MC Producciones y Buffalo Films de Argentina, que cuenta con Films Boutique como agente de ventas. LatAm cinema dialogó con el director sobre esta desafiante aventura, que demandó cinco años de trabajo y tiene su estreno mundial como parte de la Quincena de Realizadores de Cannes.

Las películas épicas son escasas en el cine latinoamericano. ¿Por qué te interesaste por narrar este viaje de exploración a la Amazonía colombiana?

Sí, parece que desde hace 15 años hay un "mandato" de lo que debe ser el cine latinoamericano: películas pequeñas, íntimas, cotidianas, mínimas. Contra eso hay que rebelarse: Podemos soñar con todo tipo de películas. La historia del Amazonas es increíble, y solamente se ha contado desde un punto de vista colonialista, por eso sentimos que era necesario darle la vuelta, contarla desde una perspectiva nuestra, replantear la representación.

¿Cómo crees que ese primer contacto entre dos mundos puede leerse en la actualidad?

No lo hemos dimensionado, pero la verdad es que esos encuentros que se dieron hace 100 años en las selvas colombianas transformaron el mundo. Antes de Koch-Grunberg, las comunidades amazónicas eran vistas, incluso en la comunidad científica, como seres sub-humanos, primitivos, retrasados. Pero el conocimiento que ellos compartieron tuvo una gran influencia sobre los movimientos que sacudieron el Siglo XX: La generación beat, la psicodelia, los primeros movimientos ecologistas, el hippismo, la contracultura. Hoy en día gran parte de la humanidad se siente vacía, aislada, sin rumbo, como los chullachaquis de la mitología amazónica. El conocimiento ancestral, ese que ha sido despreciado y olvidado por la modernidad, tiene una importancia fundamental para el hombre de hoy.

¿Cuáles fueron las influencias o referencias para este film?

La principal influencia son las imágenes de los exploradores, esas placas fotográficas, casi daguerrotipos, que son la única ventana que nos queda a un Amazonas que ya no existe, que se perdió. Queríamos que la película tuviera esa misma sensación de este mundo perdido, por eso rodamos en película de 35mm, en ese blanco y negro que desprovee a la selva de todo exotismo y la convierte en un lugar extraño, en otro mundo, uno que está más allá de lo que pueden captar nuestros sentidos.

La historia del Amazonas es increíble y solamente se ha contado desde un punto de vista colonialista.

Rodar en la selva sin duda acarrea diversas dificultades de realización. ¿Cuáles consideras que fueron las mayores?

Realmente nada fue fácil, fue una gran apuesta donde todo podía haber salido mal. Estábamos corriendo grandes riesgos todo el tiempo y si la selva hubiera querido, el rodaje habría naufragado en pocos días. Nos aproximamos a ella con mucho respeto y siguiendo la guía de las comunidades nativas, minimizando nuestro impacto y acomodándonos a sus condiciones.

¿Cómo trabajaste con los actores, teniendo en cuenta sus diferentes nacionalidades, preparación y lenguas?

La Amazonía es una gran torre de babel que reúne gente de todo el mundo que viene en busca de sus riquezas o su conocimiento, además de la infinidad de culturas nativas que existen. Solamente en el departamento del Vaupés, donde rodamos, se hablan 17 lenguas indígenas. La película tenía que dar cuenta de esta diversidad, además del hecho de que estos exploradores hablaban varias de estas lenguas perfectamente. Así que le pedimos a los actores internacionales que aprendieran el guión en lengua indígena. Ellos aceptaron el reto con mucho entusiasmo, y cuando llegaron a rodar, la gente de las comunidades les entendían perfectamente. Tuvieron varias semanas de acople e inmersión en este mundo. Mientras tanto, nosotros pasamos varios meses preparando a los actores indígenas, enseñándoles todo lo que implica rodar una película. Si bien no tenían experiencia en esto, ellos vienen de una gran tradición oral, por lo que saben escuchar, interactuar y transmitir. Y eso es lo más importante para un actor, así que pudieron convertirse en sus personajes de una manera muy orgánica y natural.

La película tiene el punto de vista del indígena. ¿Cómo trabajaste para despojarte de una mirada foránea?
Fue muy difícil, costó mucho trabajo. El guión tuvo que ser reescrito 14 veces, fueron tres años de escritura, dos de los cuales estuve completamente perdido. Cuando inicié el proyecto, esperaba aprender y transmitir, pero con lo que me encontré fue con un muro gigantesco de conocimiento, del cual sólo podía arañar la superficie. Fue necesario entender y aceptar el misterio, no tratar de ser 100% claro ni de explicar todo, y confiar en la lógica interna de la historia y los personajes, creer que ellos nos llevarían al otro lado. Fue un proceso muy largo de investigación, de aprendizaje, y al final de humildad ante lo insondable, lo infinito.

¿Qué esperas de esta participación en Cannes?

Realmente para nosotros el mayor premio es poder haber hecho esta película, en la que casi nadie creía, y que durante años parecía un sueño inalcanzable. De aquí en adelante todo lo que venga es ganancia.