Daniel Castro Zimbrón, director de “Las tinieblas”
En su segundo largometraje, “Las tinieblas”, el mexicano Daniel Castro Zimbrón ha invertido una cantidad considerable de energía para construir un detallado y atmosférico mundo audiovisual en el que transcurre una historia de terror ceñida a temas personales.
Tras debutar en 2012 con “Táu”, Castro Zimbrón vuelve con una obra en la que se refleja la maduración de un equipo que conoció principalmente en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) y que se ha ido consolidando con los años: el director de fotografía Diego García (“Boi Neon”), la actriz Mariana González y el actor Brontis Jodorowski, protagonista también de su primer largometraje.
Con producción de Varios Lobos y Zoología Fantástica, junto a la francesa Les Films de L'Etranger, “Las tinieblas” tuvo un presupuesto cercano al millón de dólares y contó con el apoyo del EFICINE Producción y Distribución. Tras pasar por Morelia LAB, Meets de Panamá y L’Atelier de Cinéfondation de Cannes en su etapa de desarrollo, el film fue seleccionado en la última edición de Cinélatino de Toulouse. Distribuida a nivel nacional por Piano, la película cuenta con las ventas internacionales de la francesa Memento Films.
Tras dirigir una película más experimental como “Táu”, das el salto a una película de género como “Las tinieblas”. ¿Cómo ha sido esa transición?
Yo creo que “Táu” fue una película más arriesgada que no tiene esos elementos que tiene “Las tinieblas”, que puede atraer más atención. “Tau” es una película más lenta y mucho más barata de hacer ya que éramos un equipo de tan solo quince personas. La veo como un trabajo que no tiene ninguna pretensión comercial y que fue motivado, básicamente, por la necesidad de contar una historia. En el caso de “Las tinieblas”, hay elementos que hicieron más fácil despertar el interés de la gente, y eso se debe a que antes de ser cineasta soy espectador. El cine de género me llama mucho la atención y transmite sensaciones que me gustan.
¿Qué importancia la das a la taquilla?
Como cineasta no puedo dejar de pensar en la audiencia. Finalmente uno hace una película para compartirla. Entonces sí, es importante pensar en cómo puedes llegar al público. Es muy difícil pensar en esto porque finalmente en México estamos muy entrenados a ver un tipo de películas con propuestas que son fórmulas de un cine comercial hollywoodense, del que tampoco me escapo del todo. Por eso, en “Las tinieblas” busco ser menos críptico de lo que he sido en “Táu”.
¿Cómo ves el panorama del cine de género en México?
Siento que el bloque de cineastas que están haciendo cine de género continúa creciendo. Tienes a Jorge Michel Grau (“Somos lo que hay”; “7:19”), Emiliano Rocha (“Tenemos la carne”), Isaac Ezban (“El incidente”), e incluso a directores como Amat Escalante (“Heli”, La región salvaje) que está incursionando también en tocar estos elementos fantásticos. Creo que se están haciendo propuestas nuevas que son cada vez mejores. Durante el proceso de producción de la película me sentí acogido por colegas que llevan más tiempo dedicado al cine de terror. Jorge Michel Grau se acercó y me apoyó durante todo el inicio de este proyecto. De hecho, gracias a él pudimos salir de México para presentarlo como proyecto en Montreal, y ahí surgieron un montón de cosas.
¿Cómo concebiste el desarrollo de la estética en relación al guion?
Soy un cineasta muy visual. Desde niño me llevaban mucho a museos porque tanto mi padre como mi madre son pintores y escultores; así que creo que eso me ayudó a desarrollar un gusto y un ojo que me sirve mucho ahora cuando hago cine. En el desarrollo del proyecto pensaba mucho en la pintura del Renacimiento, en pintores como Vermeer, Caravaggio, Rembrandt... Incluso antes de pensar en la historia completa, pienso más en las imágenes que me gustaría ver en la pantalla. Pienso en ese bosque, en la niebla, en una cabaña y en un ambiente muy particular con luz natural, pero al mismo tiempo con unas composiciones muy pictóricas. Finalmente, para mí el goce de hacer cine es bien importante y sentir que estoy haciendo una obra de arte es fundamental. Soy un cineasta que aprecia mucho el cine como un lenguaje y como un oficio. Antes de tener el guion, dibujo un montón.
Pienso que la mayoría de las personas tenemos temas fuertes con nuestros padres que suceden, sobre todo, en nuestra niñez.
El director de foto Diego García y tú llevan muchos años trabajando juntos. ¿Cómo se ha desarrollado esa relación creativa? ¿Y cómo han trabajado específicamente en esta película?
Somos grandes amigos y para mi es más un hermano que un amigo o un colega de trabajo. Estudiamos juntos en el CCC y fue el director de fotografía de mi primer ejercicio y de mi tesis. Después, trabajamos juntos en mi primera película. Nos conocemos demasiado bien, y cuando trabajamos juntos las cosas fluyen bien, porque él sabe lo que quiero y yo también sé lo que él quiere. Ni siquiera tenemos que hablar demasiado. Por lo mismo, son relaciones muy intensas. Hay tanta confianza que luego uno no sabe cómo decirse las cosas, y hay veces en las que uno puede herir al otro porque hay un límite que de repente uno puede cruzar.
Con el reto creativo que se pusieron de solo usar luz natural, en un bosque con árboles muy altos, en una pequeña cabaña con pocas ventanas, ¿cómo resolvieron el uso de la luz?
La cabaña la construimos en función a eso. Estaba diseñada para que tuviera unos tragaluces que –estaba planeado– cuando uno se cerraba, se abría el otro, y el equipo estaba siempre arriba, muy atento, tapando y destapando ventanas. Diego debe ser el fotógrafo más experto en México en trabajar con luz natural. De todos modos, en un principio llevamos luces; teníamos la idea de que queríamos reforzar ciertas cosas con luz artificial, pero sobre la marcha nos dimos cuenta de que no era la manera de trabajar. Yo me había imaginado una película realmente oscura. Entonces tomamos el riesgo de trabajar puramente con luz natural, y no es nada fácil. De pronto se te nubla una toma y tienes que cortarla a la mitad aunque los actores estén haciendo un trabajo maravilloso. O también afuera mismo: como necesitábamos neblina, a veces estaba despejado y no podíamos trabajar afuera. Teníamos que meternos adentro de la cabaña y ser muy versátiles en la manera de trabajar.
¿De qué manera ayudó el recorrido previo que tuvo el film en talleres, foros y festivales?
Yo creo que ayudó totalmente. Esto es un proyecto que estuvo en foros de coproducción y de desarrollo de un montón de festivales. Desde Montreal y el Atelier de Cannes hasta Morelia, Guadalajara y Panamá… en todos recibimos apoyos y esto fue fundamental para que se hiciera la película. Después recibimos el apoyo de Foprocine y el EFICINE, pero el circuito de talleres y festivales fue fundamental para crear la película y después para presentarla también, para que hoy pueda hacer un poquito más de ruido. El Premio del Público en Morelia, es muy representativo también ya que creo que puede ayudar a ampliar el público que se interese por la película.
En el filme abordas, de cierto modo, el tema del patriarcado: el padre que al proteger a su familia del exterior, la sobreprotege y la vuelve presa de sus miedos. ¿Qué te impulsó a retomar este tema?
Salvo en “Tau”, en el resto mis trabajos he hablado mucho y reiteradamente del tema del padre. Y creo que lo hago porque tuve una relación difícil, sobre todo en mi niñez, con mi papá. Si bien ahora tenemos una relación maravillosa, hubo cosas en mi niñez en relación con mi padre que me tocaron. Pienso que la mayoría de las personas tenemos temas fuertes con nuestros padres que suceden, sobre todo, en nuestra niñez. Por eso abordo la historia con un niño que se está convirtiendo en hombre. Esa fue justo la edad en la que más me enfrente a mi papá.
Has citado a “The Road” de Cormac McCarthy como una de tus influencias. Sin embargo me parece que el final en tu película es más desesperanzador que el del libro.
Sí, el final de “The Road” es triste pero a la vez es muy esperanzador. “Las tinieblas” tiene un final muy oscuro, pero a la vez yo no lo veo tan desesperanzador. Siento que es el final como de la existencia. Es más bien: aunque fuéramos a la oscuridad absoluta al final de la existencia, lo que queda es un padre que está protegiendo a su hijo, y creo que estamos viviendo en una oscuridad absoluta, pero el hecho de un padre que está protegiendo a su hijo es algo muy bello, aunque los dos vayan a morirse. Para mí era hablar de esa última llama que le da sentido a nuestra existencia.
Foto portada: Festival de Cine de Morelia.