• Diana Cadavid, programadora de películas iberoamericanas del Festival de Toronto

    Diana Cadavid.

  • Diana Cadavid, programadora de películas iberoamericanas del Festival de Toronto

    Bell Lightbox, una de las sedes del festival.

Diana Cadavid, programadora de películas iberoamericanas del Festival de Toronto

En 2022, tras 10 años trabajando como programadora asociada en Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF), Diana Cadavid pasó a encargarse de la programación de películas de Latinoamérica, España y Portugal del certamen, a la par que se desempeña como directora artística de Los Angeles Latino International Film Festival y del Festival Internacional de Cine de Cali. LatAm cinema dialogó con ella sobre los títulos latinoamericanos que integran la 48° edición del TIFF, a desarrollarse del 7 al 17 de septiembre en la ciudad canadiense, y sobre su búsqueda de las películas más relevantes de nuestra región.

¿Qué cambios y tendencias has visto en el cine latinoamericano a lo largo de estos años colaborando en la programación de películas de la región para TIFF?

Hemos visto el impacto que tienen los cambios en la estructura de financiamiento en los diferentes países. Por ejemplo, tras aprobarse la ley de cine en Colombia, la producción se incrementó y sigue en crecimiento año tras año, lo mismo sucedió en República Dominicana, donde, en los últimos dos o tres años han surgido películas dominicanas más independientes o con proyección diferente a las que existían antes. La manera en que los países latinoamericanos toman decisiones respecto a cómo y qué tanto apoyar el cine tiene una repercusión enorme en lo que nos llega a nosotros. En cuanto a tendencias y estéticas, considero que ha habido una evolución bastante grande en la región. Para esta edición, la cantidad y calidad de películas de Argentina es increíble, otros años ha sido México, entonces es difícil saber exactamente cómo funcionan los ciclos, sobre todo en estos años en los que la disrupción de la pandemia sigue estando presente. Este año me quedé muy sorprendida con Argentina, hubo muchas películas argentinas super sólidas que me habría encantado tener y no pude por falta de espacio. La producción en Centroamérica sigue siendo muy bajita en comparación con Colombia, Argentina, Brasil o México, países en los que la producción es mucho más constante, tiene buen ritmo. Nicaragua, por ejemplo, el año pasado tuvo una película super buena en TIFF (“La hija de todas las rabias” de Laura Baumeister), pero este año no encontré tanto de Centroamérica.

Algo que he notado es que cuando yo empecé a trabajar con Diana Sánchez -programadora del TIFF entre 2002 y 2021- las coproducciones que había en la región eran con países europeos. A medida que el tiempo ha ido pasando, se ha hecho más común ver coproducciones entre países latinoamericanos, y este año hay coproducciones entre ocho o nueve países. Un ejemplo es “Los colonos” de Felipe Gálvez Haberle, una película con ocho países coproductores que participó en Cannes, ahora participa en TIFF y acaba de ser anunciada como la representante de Chile para los Oscar. Este tipo de colaboración y estos modelos de producción muchos más grandes, con más jugadores de por medio, son una muestra de cómo va cambiando el ecosistema de la producción en diferentes partes del mundo.

Así como has visto países cuya producción audiovisual mejoró a partir de ciertas políticas, ¿hay territorios que han visto disminuida la cantidad o calidad de sus películas en estos años?

Cuando hay crisis económicas en los países, eso afecta un montón la producción, y muchas veces sucede que uno no ve el impacto en el momento en el que la crisis está sucediendo, sino unos años después.

Tenemos territorios que han pasado por crisis muy grandes, como Argentina, o Brasil durante la época de Bolsonaro, en la que hubo muchos recortes. Creo que en nuestros países es fundamental el modelo de apoyo de los gobiernos para la producción, aunque hay gente haciendo películas muy grandes con apoyos muy grandes. Por ejemplo “El rapto” de Daniela Goggi, una de las producciones argentinas que están este año en el programa, es una película que tiene apoyos de estudios, creo que Paramount+ la apoyó la desde un principio, pero no es el caso de todas las películas.

“Nuestra programación habla mucho de Latinoamérica y de quiénes somos, con películas para todos los gustos y de diferentes géneros que cuentan historias potentes”.

¿Cómo buscas las películas para la programación de TIFF?

Es un proceso orgánico. Por un lado, me fijo en la lista de las películas que van a diferentes mercados de coproducción, o inclusive desde antes, títulos de la región que en este momento están en laboratorios de guion. Trato de tener un panorama de productores y directores que conozco o de los que me estoy enterando. Para mantenerme enterada, trato de aceptar las invitaciones que me hacen para ser jurado en laboratorios o en residencias en las que hay gente buscando apoyos. También mantengo conversaciones con productores, distribuidores o agentes de ventas, que por lo general vienen y nos traen sus películas. Y además están las películas que llegan sin que alguien nos las ponga en el radar, sino a través de la regular submission. Es cierto que el porcentaje de películas que entra así es relativamente bajo, pero cada año aparecen una o dos joyitas qde las que nadie te había hablado. Cuando se empiezan a tomar las decisiones, también  hay mucho de “OK, vi una película que me encantó, ¿qué posibilidades hay de que dialogue o se conecte con otras?” y así empiezo a pensar en el programa. A pesar de que hay un gran esfuerzo por tener variedad y representar la región, también es cierto que es un territorio muy grande, entonces es imposible representar a cada país. Pero la representación es importante: hay que tener un balance entre directores hombres y mujeres, tener historias con personas de la comunidad LGBTIQ, tanto delante como detrás de la cámara. Como programadores, somos nosotros quienes podemos dar un espacio a esas historias y, al mismo tiempo, armar un programa que le llegue a personas diferentes de manera diferente.

Cuando acudes a estos laboratorios y descubres proyectos, ¿qué te llama la atención para considerar si tienen potencial de formar parte del TIFF?

Hay algo que empieza a ser intuitivo, y que sucede gracias al talento y a la capacidad de los creadores de generar estas historias. Cuando uno ve una película o escucha un pitch o una idea, se da cuenta si es genuino y potente, si claramente le pertenece a la persona que lo está presentando. Eso no necesariamente quiere decir que la película va a ser excelente. Uno puede recibir un pitch de una historia maravillosa y la película al final no es tan buena, o viceversa, hay personas que no tienen idea de cómo hacer un buen pitch pero las películas terminan siendo muy poderosas, aunque la mayoría de las veces sí existe una correspondencia. Cuando uno se encuentra con gente con ciertas voces que te suenan muy claras, te llaman la atención inmediatamente. En una de las últimas competencias de trabajos en postproducción en los que estuve, participaba la nueva película de Ángeles Cruz, “Valentina o la serenidad”. Escuchar a Ángeles hablar de su historia es increíble, la claridad que sobre el tipo de emociones quería generar con su película y hacia dónde la quería llevar. Desde el principio ha sabido hablar muy claramente sobre sus objetivos, y aunque la película ha ido evolucionando, el resultado final es fantástico. Hay que prepararse un montón para los pitch, hay que saber cómo presentar las ideas; la claridad en este trabajo es muy necesaria. Los responsables de los proyectos tienen que haberse hecho todas  las preguntas: ¿Para quién es esto? ¿Qué quiero lograr con esta película? ¿Adónde quiero llegar?¿ Qué quiero decir? Como espectadora de este tipo de procesos, esas cosas se sienten.

Cada año, varias películas latinoamericanas eligen o desean tener su primera proyección en TIFF,  ¿qué tiene este festival que atrae a tantos cineastas?

Creo que el TIFF tiene dos características muy importantes. Por un lado, el nivel de visibilidad que las películas tienen en la industria por la gente que viene, distribuidores, agentes de ventas, etc. Es un festival que, a pesar de no contar con un mercado tan formal como el de Cannes o Berlín, resulta propicio para los negocios. Y una diferencia muy grande entre Toronto y Cannes es que TIFF es un festival para el público. Las personas que vienen en busca de títulos tienen la posibilidad de ver la reacción del público general, de saber si conectan con la historia y cómo los directores llevan a cabo el proceso de promoción.

Por otra parte, una vez que las películas llegan a Toronto, muchos festivales empiezan a contactarlas, somos una fuente de información para otros festivales y espacios que están buscando películas. La audiencia responde muy bien, entonces las películas reciben mucho amor. Toronto es una ciudad muy interesante por su construcción social: hay gente de todas partes del mundo, comunidades de migrantes que se movilizan en masa para venir a ver las películas. Además, si bien Toronto es una ciudad mucho más cara que antes, sigue siendo más fácil venir a Toronto desde países de Latinoamérica que ir a Europa.

TIFF es una oportunidad de ver películas por primera vez, y muchas de ellas tienen potencial para recibir premios y nominaciones a medida que siguen su recorrido por otros festivales. Nuestra programación habla mucho de Latinoamérica y de quiénes somos, con películas para todos los gustos y de diferentes géneros que cuentan historias potentes.