Entrevista a Carlos Flores, director de FIDOCS
Del 23 al 29 de junio tiene lugar la edición número 18 del Festival Internacional de Documentales de Santiago, FIDOCS. Este año, el certamen es dirigido por primera vez por el cineasta Carlos Flores, quien cuenta con una extensa carrera como documentalista, donde destaca “El Charles Bronson chileno”, y es además director de la carrera de cine en la Universidad de Chile. Flores plantea a FIDOCS como un espacio de documentales de calidad enfocados en el ámbito social, aseverando que si bien no se puede transformar el mundo con un festival, es una instancia para inquietar al espectador y llevarlo a reflexionar sobre lo cotidiano. En conversación con LatAm cinema habla sobre su trabajo en la dirección del certamen, las nuevas secciones que propone y el panorama en que se encuentra el documental nacional. Por Ignacio Juricic Merillán.
Tomando en cuenta tu trabajo como realizador, ¿Cuáles son tus razones para aceptar ser director de un festival?
Yo entiendo hacer películas, FIDOCS y la dirección de la carrera de cine en la universidad como un solo tipo de actividad. Las tres las veo como una operación de arte, en el sentido de una comprensión del arte que significa rever el mundo, imaginarlo de nuevo y fantasear con que se puede cambiar. Yo creo que en los tres casos uno está haciendo más o menos lo mismo.
¿Con qué dificultades te encontraste para realizar el trabajo?
Lo principal fue el problema de la planificación de la grilla de programación, ya que era algo nuevo para mí, y que tiene que ver con el lado de afuera de uno como realizador, ya que implica tener la visión del programador o del distribuidor. Me parece que es bueno tener esa experiencia debido a que se empieza a tener la visión completa. Decidir a qué hora ponemos esta película y cuánto cobramos por la entrada, esos factores fueron nuevos y son un dato más en el trabajo de construcción de obras.
Este año se abren dos nuevas instancias en el festival: Foco Derechos Humanos y FIDOCS en la escuela. ¿Qué aporta cada una?
El festival tiene un tema general que es el documental de calidad, que tiene que ver con la experimentación enfocada a un mundo social. Ahí está instalado FIDOCS. Nosotros quisimos precisar un poco más, instalando un foco de derechos humanos, convocando a cineastas que trabajen en esa área a realizar y mostrar sus películas. Tratamos de expandir el campo, de sacarlo de esa pura zona donde se estableció durante un tiempo, por razones lógicas, que fue la lucha contra la dictadura militar, y de abrirlo a otras perspectivas: la mujer, los problemas de género, los niños y muchos otros sobre los cuales vamos a ir aprendiendo, porque estamos empezando a meternos en las diversas aristas del tema. Ahí yo creo que se va armar un espacio que va a ser prácticamente otro festival. Lo mismo pasa con el foco en educación. Yo siempre he tenido la fascinación de hacer la conexión del cine y la educación, pero no para enseñar historia o biología, sino el cine como un aprendizaje en sí. Hacer una película es hacerse uno también, y en ese sentido FIDOCS en la escuela lo que busca es poner el foco y colaborar lo más que podamos en desencadenar en los jóvenes estudiantes de enseñanza media, el deseo de crear obras. Para eso abrimos una ventana de exhibición, trabajando en conjunto con el departamento de estudios pedagógicos de la Universidad de Chile para entrar en una zona que no conocemos, que es la formación de la educación del arte.
¿Qué visión propone FIDOCS este año?
La frase de campaña es “ver es volver a ver”, instalar el trabajo de arte como un mecanismo de construcción, de una atención nueva sobre el mundo y sobre nosotros mismos. El arte lo que busca es hacer que uno quede en determinado momento sin juicios sobre la realidad, y en ese vacío reencontrarse con un mundo que hemos visto tantas veces que se transforma en una rutina. FIDOCS debería enfocarse en que las películas desencadenen sobre los espectadores una mirada nueva sobre las cosas, nada trascendental necesariamente, no vamos a transformar el mundo con un festival, pero algo tiene que pasar en el espectador. Un parámetro debería ser que las películas tengan algo inquietante, lo que significa romper la quietud de un estar cotidiano rutinario y preguntarse: ¿Qué carajo es esto?
¿Cómo describes el panorama actual del cine documental en Chile?
Chile está en muy buenas condiciones. Tengo la impresión que lo mejor del cine chileno, salvo honrosísimas excepciones, ha sido el cine documental. Hoy en día han aparecido documentales de calidad, y ya no hay manera de nombrarlos porque son muchos. Ha aumentado la cantidad y eso es muy bueno porque se empieza a producir un nivel de competencia más fuerte, un nivel de selectividad mayor, y un diálogo entre los cineastas que antes no existía, lo que ha ido construyendo una calidad muy sorprende. Últimamente, he visto en el diario festivales donde hay películas documentales de autores chilenos que yo no tenía la más remota idea que existían. Eso no pasaba hace 10 años. Ahora lo que falta, que es más difícil y que es un problema en todo el mundo, es que los documentalistas puedan vivir de su trabajo; esa es la fase que viene. Un paso similar es el que tienen que dar los festivales de cine en el sentido que la mayoría depende de los fondos que entrega el estado. Al momento que se acaban los fondos se acaban los festivales; entonces se debe intentar avanzar en lograr que sean instancias que se sustenten por sí mismas.