Víctor Gaviria, director de “La mujer del Animal”
Después de “Sumas y restas” (2005), Víctor Gaviria, uno de los directores más emblemáticos de la cinematografía colombiana actual, regresa a las salas con “La mujer del Animal”, un filme oscuro e impactante que narra con honestidad y sin contemplaciones la historia de maltrato sufrida por Amparo por parte del Animal, una pareja a la que estuvo humillantemente unida bajo fuerza durante varios años. Ambientada en los años 70 en la periferia de Medellín, el cuarto largometraje del director antioqueño pone el ojo sobre el tabú del grave problema de la violencia de género en Colombia. Sin temor a tomar posición del lado de la víctima, y presentando acaso la violencia más compleja de toda su filmografía, Gaviria y su equipo ofrecen una historia que cuenta con varios de los elementos representativos de su cine.
Producido por Polo a Tierra y Viga Producción, con distribución de Cine Colombia, el film llegó a la cartelera colombiana el pasado 9 de marzo luego de estrenarse mundialmente en la pasada edición del Festival de Toronto y de pasar por festivales como La Habana -donde obtuvo el premio a Mejor Director-, Roma y Cali.
Su película nos muestra una historia impactante de violencia de género sistemática. La mujer es una víctima que es capaz de resistir y, en cierto sentido, liberarse. En una situación tal, el punto de vista de ella como protagonista es fundamental, y su película parece buscar contar la historia desde allí. ¿Cómo fue la construcción del punto de vista de Amparo?
Yo construí esta historia hablando con Margarita. Hablé muchísimo con ella porque quería saber qué había pasado realmente y por qué nadie le ayudó. Aunque me decían que yo le estaba creyendo todo de manera muy ingenua, yo simplemente le creí lo que ella me contaba. Incluso su familia creía que ella había cometido el error de darle entrada al Animal, y que tenía que pagarlo. Para mí era importante mostrar cómo ella estuvo todo ese tiempo sufriendo esa humillación, y cómo su entorno era indolente a la situación, cómo nadie era capaz de creerle ni de ayudarla, cómo la culpaban. Esa era su historia y desde allí se construyó el punto de vista de la película.
No obstante lo anterior, Amparo no solo es Amparo, sino, “La mujer del Animal”; es decir, se encuentra determinada por la presencia del Animal, la referencia a ella está mediada por una referencia a aquel hombre. De modo que parece haber una tensión entre ese otro protagonista de la historia y el protagonismo de Amparo. ¿De qué manera buscó tramitar aquella tensión entre protagonistas?
Yo tenía miedo de que el Animal se convirtiera en el protagonista. Tampoco quería producir algo así como una exageración o exaltación de esa violencia, que era terrible. Y a pesar de que era muy brutal esa violencia que expresaba el Animal, así debía ser representada. Ellos nunca tienen una interacción en condición de igualdad sino hasta el final, en donde queda claro que Amparo no tenía ningún vínculo afectivo con él, que nunca lo tuvo. El espectador decidirá, pero yo creo que en el balance final de la película ella y su punto de víctima son los que se imponen.
La actuación de Natalia Polo (Amparo) tiene momentos notables. ¿Cómo llegó a ella y cómo fue el trabajo en el set con ella y con Tito Gómez (El Animal)?
Yo empecé el casting desde el 2009, ahí la conocí, y aunque era muy niña todavía, yo veía que había algo en ella. Luego volví a verla, le hice unas pruebas y me gustó. Tenía una muy buena capacidad de improvisación y de empatía con la situación de su personaje. Ella era capaz de hacernos llorar en los ensayos, nos contagiaba la emoción de su personaje. Ella me gustó también porque no era una mujer que tuviera un sex appeal por el cual se le pudiera acusar, como suelen hacer los hombres, de “producir” un deseo sexual, como si fuese culpable de eso. Además, Natalia inspira como una dulzura, una maternidad que yo quería para el personaje. Ella también es una mujer muy digna, muy consciente de su dignidad como mujer, y eso me gustaba.
Por su personaje, Tito estaba al borde de la sobreactuación pero nunca se desbordaba. Era muy difícil para él, pero creo que lo logró bien. Pasaba algo particular: usualmente los actores naturales tienen mucha elocuencia, pero en el caso del Animal era tanta violencia que perdía incluso la elocuencia. Yo no quería un personaje con gran profundidad psicológica, a mí lo que me interesaba era tener un personaje sin ningún tipo de contención en su actuar violento.
Creo que la poesía la hacen los mismos actores, que ellos son los que la crean a partir de lo real.
Usted ha hablado sobre la dificultad – y casi sufrimiento – de rodar varias de las escenas con una carga tan alta de violencia. De hecho, al ver la película es difícil no sentir esa incomodidad al ser testigo de aquella situación que sufre Amparo. ¿Podría hablarnos de esa dificultad?
La verdad es que la experiencia fue amarga porque estábamos ante una historia muy triste y violenta. Para nosotros era muy difícil, pero a la vez sentíamos que había que contar esta historia. Entonces era muy difícil desde el punto de vista emocional tanto para los actores como para el equipo de producción.
¿Perseguía con “La mujer del Animal” algún tipo de ruptura en el tratamiento tradicional de la violencia de género?
En la televisión es muy común encontrarse con el malo consciente. Yo no quería eso, a mí me interesaba explorar un tipo de maldad que no fuera consciente, sino que fuera una maldad mucho más desenfrenada e irreflexiva.
Otro rasgo fascinante en su cine es la capacidad de acercarse a ‘la periferia’ para mostrar la poesía que en ella se encuentra, una poesía que da cuenta de complejidades inherentes al ser humano, pero desarrolladas particularmente en aquella ‘periferia’.¿Qué encuentra en eso que suele llamarse ‘la periferia’ o ‘los márgenes’ que lo mueve a hacer un cine sobre ello?
La verdad es que no sabría qué responder. Yo creo en la poesía, y creo que la realidad misma te da esos elementos para construir. Creo que la poesía la hacen los mismos actores, que ellos son los que la crean a partir de lo real. Hay que saber observar eso para apreciar esa realidad.
¿Cómo ha sido su experiencia trabajando en cine digital por primera vez y tras varios años sin rodar?
Yo el cine que he hecho, que no ha sido mucho, ha sido en celuloide. Esta vez tuvimos la oportunidad de trabajar con una Alexa. Yo tenía mucho miedo, pero la verdad es que nos fue bien. La película tiene una imagen muy naturalista y equilibrada. Algo que nos permitió el digital fue manejar una buena exposición, de manera que podíamos estar en interiores y tener al fondo la vista de la ciudad. Nos interesaba que la ciudad se viera siempre. Había una lectura de la ciudad como si se tuviera que ver, como si nunca nadie la ocultara, eso era una cosa que queríamos y que Rodrigo Lalinde, director de fotografía, logró.
Fotos: Raúl Soto.