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Fernando Pérez, director de "Últimos días en La Habana"

Fernando Pérez, uno de los más importantes cineastas cubanos contemporáneos, comenzará el rodaje en días próximos de “Insumisa”, el que será su noveno largometraje. Se trata de una coproducción de Cuba (ICAIC) y Suiza (Bohemian Films), con participación Wanda Visión, la empresa española que regularmente respalda los trabajos de Pérez.

El director de “Suite Habana”, “Madrigal”, “La vida es silbar” explora en sus películas con honestidad y elegancia los territorios de la plena metáfora, así como los de la crónica social más comprometida. Y lo hace de forma casi alterna en su filmografía, algo que siempre ha llamado la atención y que él explica con naturalidad desde su condición de cineasta y cinéfilo. A principios de junio se estrenó en Cuba la que él dice es su película 8 1/2 (pues “Madagascar” era un mediometraje”), “Últimos días en La Habana”, film que inició su periplo por festivales en la Berlinale de este año para continuar luego en Guadalajara y Málaga (donde se hizo con la Biznaga de Plata al mejor film iberoamericano).

Pérez ha reunido en su filmografía galardones como el Premio Especial del Jurado de Sundance, el KNF Award en Rotterdam y el Goya español por “La vida es silbar”. LatAm cinema habló con el cineasta cubano de su inminente proyecto, su último trabajo, “Últimos días en La Habana” y también del presente en la isla del Caribe.

En unos días inicia el rodaje de su próxima película, “Insumisa”. Háblenos de ella.

Bueno, es una película histórica en coproducción con Suiza. Está basada en una historia real (aunque la película no es biográfica) de una mujer suiza (Henriette Faber) que tomó la personalidad de un hombre a principios de siglo XIX para poder ejercer de médico cirujano, que era lo que a ella le interesaba. Así que pasó a ser Henry Faber. En aquella época, las mujeres tenían prohibido ejercer la medicina y ella se convirtió en hombre, estudió en la Sorbonne, y se radicó en Baracoa, en Cuba. Allí pudo ejercer su profesión, se casó con una cubana y a los tres años se inició el escándalo, alentado por la iglesia católica, etc. Le hicieron un proceso y al final la deportaron. Aquí se perdieron sus huellas y luego se volvió a saber de ella de nuevo en Nueva Orleans.

¿Quién interpreta el papel de Faber?

Henriette/Henry Faber lo interpretará una escritora y actriz francesa de cine y teatro, Sylvie Testud (“Karnaval”, de Thomas Vincent”, “La vida en Rosa”, de Olivier Dahan).

Casi une el rodaje de esta con el lanzamiento de la anterior “Ultimos días en La Habana”. Hace poco de hecho se estrenó en Cuba, tras su premiere en febrero en la Berlinale. Me recuerda ciertas películas de Jack Lemmon Walter Matthau envuelto en la crónica social y urbana de la Habana contemporánea…

Efectivamente, el enfoque fue el tema humano, la amistad entre dos personajes tan distintos. Pero también tenía mucha importancia el contexto. Esa Habana de hoy que considero que es la Habana más representativa porque es la más popular. Hay muchas habanas, por supuesto, pero es en este paisaje donde vive la mayoría de los habaneros.

La fotografía cumple un papel crucial en ese retrato urbano.

Es de Raúl Pérez Ureta, que es con quien siempre trabajo. Ya no necesitamos las palabras para comunicarnos. Utilizaste antes la palabra “crónica”, pues bien, muchas de las escenas las rodamos prácticamente en estilo documental, con el propósito de recoger con la mayor fidelidad el día a día de esa parte de Cuba que siendo –como he dicho- la más representativa, no es la que más se representa, ni por los medios cubanos ni por los de fuera de Cuba.

También el casting es otro elemento delicado en la película. ¿Fue muy difícil encontrar a a Diego y Miguel?

Al estar Diego y Miguel el 90% prácticamente de la película en pantalla, teníamos que lograr que los actores fueran verídicos. Por eso me tomé bastante tiempo en seleccionar al actor que interpretaba a Miguel (Patricio Wood). Jorge Martínez (quien interpreta a Diego), es conocido, pero nunca antes había tenido un papel protagónico. Costó, pero estoy contento. Con el casting de Yusisleydis pasó algo divertido: vino a nosotros Yailene Sierra disculpándose por no poder presentarse por que tenía que hacer unas pruebas en la Escuela de Arte, pero que ella quería que la consideráramos… y al final lo hicimos. Y resultó ella. Ella es actriz. Es su vocación y lo va a conseguir.

En cuanto al guionista, Abel Rodríguez, ¿también debuta en el cine verdad?

Pues sí, él no es guionista profesional. Un buen día se plantó en la puerta de mi casa, se me presentó diciendo que trabajaba en un banco y que le gustaba escribir. Recuerdo que me entregó una primera historia que a mí me atrapó por los diálogos, la caracterización de los personajes y el contexto como el que estábamos hablando. Pero la historia me recordaba mucho a “Fresa y chocolate”, a lo que él respondió en seguida “pero mire, tengo más historias…!” (ríe) y entre esas otras estaba la de Diego y Miguel y ahí fue donde juntos desarrollamos el guion, también a partir de muchas vivencias suyas, creo. Abelito tiene el don de los diálogos y sigue ahí dándome historias... a ver si de ahí sale algo.

 

Creo que tenemos que seguir empleándonos en hacer películas y en que se desarrolle el arte y la educación, porque es lo único que puede aliviar esta situación y superar las diferencias cada vez mayores entre nosotros.

Al final de la película, Yusislaydis, en un emotivo parlamento dice: “Yo no tengo miedo a la muerte; lo único que me da miedo es que el mundo siga como está”. No sé por dónde entrar a preguntarle, si por Cuba o por Trump.

El mundo que vivimos hoy es un mundo totalmente irracional. Uno no logra encontrarle explicación. Y yo quería deslizar en un personaje tan fresco como Yusisleydis una reflexión como esta. Hay que encontrar una solución a este mundo que no sabemos dónde va y que cada vez se hace más complejo. Yo, como individuo, ni soy optimista ni pesimista. Trato de ser realista. Y sí creo en el mejoramiento humano. Creo que tenemos que seguir empleándonos en hacer películas y en que se desarrolle el arte y la educación, porque es lo único que puede aliviar esta situación y superar las diferencias cada vez mayores entre nosotros.

Diferencias abismales y mundos separados por muros, tanto metafóricos como literales.

Mientras más muros se sigan construyendo, el abismo se irá profundizando cada vez más. Lo que me da más preocupación, con respecto a EE.UU. es el hecho de que el poder esté concentrado en manos del Partido Republicano. Trump es la circunstancia, el fenómeno, pero esto está expresando la quiebra que hay en la sociedad estadounidense (…)

¿Y cómo son ahora los últimos o los primeros días en La Habana?

En Cuba la desaparición de Fidel no ha provocado ningún tipo de impacto o resquebrajamiento. De alguna manera ya se estaba asumiendo la transición. Se han hecho cambios en el orden económico, y en las infraestructuras, sobre todo de servicios. Se nota un incremento de la iniciativa privada, pero desde mi punto de vista, no son todavía cambios significativos. Se avizoran cambios más sustanciales, pero no sé ni qué comportarán ni cuándo llegarán. La economía cubana tiene que cambiar porque ha tocado fondo. Y ojalá que estos cambios en la mejora económica no comporten cambios de valores, pero no sé.

Su trayectoria viene jalonada por incursiones en las películas ancladas en mundos metafóricos y otras, comprometidas con el retrato más cercano de personajes y entornos. A muchos les sorprende esa dualidad.

Yo soy cineasta, pero soy también cinéfilo. A mí me encantan esos dos tipos de cine, así que no me adhiero a uno con exclusión del otro. Esto lo decía Passolini, quien hablaba del cine de prosa y el de poesía (…). Son dos maneras de expresión y a mí me gusta transitar por esos dos caminos. El otro día un periodista me invitó en su programa a hacer un comentario/análisis de una secuencia que yo eligiera y se sorprendió cuando escogí la secuencia del diamante en “Indiana Jones y el templo de la perdición”, que para mí es un ejemplo extraordinario de lo que es el montaje transparente. Me gusta Bergman, el primer Lars von Trier, pero también Spielberg.

Pasemos al cine cubano. ¿Qué nuevas expectativas se abren, que ocurre ahora con el cine cubano?

En Cuba hay un fenómeno que se está dando desde principio de este siglo y yo creo que es el fenómeno más interesante del audiovisual cubano hoy. Es lo que ya llamamos el cine independiente cubano. Ya se dio a finales de los 90 y sobre todo en la primera década del nuevo siglo. En parte es debido a las nuevas tecnologías. No es que sea más fácil hacer cine, pero al menos ya no es tan difícil como antes. Muchos jóvenes con mucha audacia, mucho empeño y mucha vocación lo han logrado, incluso sin tener un reconocimiento legal. Hay casas productoras de jóvenes independientes que no se han formalizado como figura jurídica, pero existen, están ahí. Y ya existe una producción cinematográfica independiente fuera del ICAIC, y en algunos casos hasta con el apoyo del ICAIC…

¿Podría citarnos algunos ejemplos de nuevos directores?

Pavel Giroud (“El acompañante”, “Tres veces dos”), Ernesto Daranas (“Conducta” “Sergio and Serguei”), Patricia Ramos, que acaba de hacer una totalmente independiente, “El techo” que la hizo en quince días y es una película interesantísima, Miguel Coyula (“Memorias del desarrollo”, “Red Cockroaches”), que lo hace todo en su casa… en fin, hay una lista grande de nombres. Incluso hay una productora, Quinta Avenida, que al frente están Claudia Calviño y Carlos Lechuga y que dan servicio a producciones extranjeras y tienen un plan de producción de dos o tres películas anuales.

De cara al estímulo de la industria y a las coproducciones internacionales me viene el ejemplo de Agustín Villaronga, a quien se le denegó el permiso para rodar hacer “El rey de La Habana”…

Sí, lo sé, Lo que es más difícil para los cineastas cubanos, ya sean independientes o formen parte de la industria es conseguir el financiamiento. Las coproducciones con España cada vez son menos, el apoyo de Ibermedia es lo que más se ha mantenido… pero el panorama en ese sentido no ha mejorado.

¿Qué haría falta? ¿Fondos?

Fondos y voluntad política de desarrollar y seguir manteniendo un proyecto más cultural que económico. Defender ese cine iberoamericano que es el que nos interesa.