• Jaime Osorio Márquez, director de “Siete cabezas”

  • Jaime Osorio Márquez, director de “Siete cabezas”

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Jaime Osorio Márquez, director de “Siete cabezas”

Este 19 de octubre llega a salas de cine “Siete cabezas”, segundo largometraje de Jaime Osorio Márquez (“El páramo”), que cuenta la historia de Marcos, un solitario y misterioso guardabosques que, tras la llegada de una pareja de biólogos que buscan investigar una misteriosa mortandad de animales en la zona, verá amenazado el frágil control que ha logrado de sus impulsos destructores. Producida por Burning Blue en coproducción con Dynamo, el nuevo filme de Osorio reflexiona sobre el mal y la actual condición de la sociedad.

“Siete cabezas” es una película que se sostiene sobre su protagonista. Me gustaría comenzar preguntándole por Marcos, por la génesis y el desarrollo de este personaje.

El personaje de Marcos nació a partir de un desorden sicológico llamado BIID, que hace que quienes lo sufren sientan que algunas partes de su cuerpo les parezcan extrañas, como si no les pertenecieran, y terminen en algunos casos por amputarlas. La idea del cuerpo propio como un enemigo nos condujo a otra idea más compleja y simbólica, la del hombre que es dos seres en uno solo: la bestia y el hijo del hombre. En ese momento la figura bíblica tomó sentido y empecé a trabajar el guion en el frente narrativo y el metafórico al mismo tiempo.

Su película parece abordar el tema de mal y de su emergencia haciendo énfasis en la fragilidad de un cierto equilibrio que permite tal emergencia. ¿Qué le interesa de esa manera de acercarse al tema del mal?

No hablo del mal desde una perspectiva moralista que se plantea como una opción para el hombre, sino de algo mucho más fundamental y primario. En ese sentido, el mal no emerge, no nace de la fragilidad, sino que es la esencia misma de la fragilidad. Esta visión se confronta en la película con la perspectiva biológica en la que la palabra “mal” sencillamente no tiene sentido. Ninguna especie es mala. Hay especies exitosas y otras que no lo son, y no se pueden juzgar los mecanismos que las llevan al éxito o a la extinción (o a ambas, como será probablemente el caso con los seres humanos).

Si bien esta película es diferente de “El páramo”, parece haber ciertas continuidades entre ambas. Una de ellas sería el género de película, que es lo que algunos llaman “suspenso psicológico”. Ambas reflejan su interés por contar historias de dicho género en entornos locales. ¿Qué encuentra en esos entornos que pueda enriquecer o darle cierto tono especial al género en que podrían inscribirse sus películas?

Varios de mis recuerdos más viejos tienen que ver con el miedo. Tenía miedo de que mi papá no volviera a casa cuando salía en la noche porque pensaba que un ladrón lo podía matar, tenía miedo de que alguno de mis hermanos cayera en una de las explosiones que retumbaban en Cali y tenía miedo de que me llevara el diablo por no ser bautizado. El temor a la violencia y el temor a una bruja o al diablo es el mismo para nosotros porque lo tenemos incrustado desde que nacemos. La experiencia de ser colombiano tiene que ver con el miedo y yo intento como cineasta explorarlo desde distintos ángulos.

Por otra parte, otra de las continuidades entre sus dos largometrajes tiene que ver con las locaciones y los desafíos en términos de producción que implicaron. ¿Cuáles fueron los principales desafíos de este rodaje en el páramo de Chingaza?

Al rodar en un parque natural se presentan varias dificultades. La más difícil de asumir es que, por la fragilidad de los ecosistemas, el equipo de filmación debe ser muy reducido. Tuvimos un solo asistente de dirección, un solo asistente de cámara, no hubo script, la maquilladora fue también la vestuarista, la productora fue asistente de dirección de arte y nuestro equipo técnico fue de tres personas. Rodar así significó una enorme carga para todos nosotros, pero, por otro lado, nos permitió estar completamente enfocados y dedicar toda nuestra energía a sacar la película adelante. Las demás dificultades fueron un poco más fáciles de sortear: tormentas, aguaceros, niebla, subir montañas enormes con equipo, rodar en el barro, congelarnos, etc.

 

La experiencia de ser colombiano tiene que ver con el miedo y yo intento como cineasta explorarlo desde distintos ángulos.

¿Cómo fue el proceso de selección de actores y el posterior trabajo con ellos?

Yo ya había trabajado con la mayoría de los actores, así que no los seleccioné sino que los invité a participar en el proyecto. Cuando empezamos los ensayos, el trabajo con cada uno se hizo de una manera diferente. El personaje de Marcos, que interpreta Alexander Betancur lo construimos desde lo físico enfocándonos primero en su forma de caminar, de pararse, de evitar la mirada de los demás. A partir de ahí empezamos a tener respuestas sobre su sicología y su manera de relacionarse con los otros. El trabajo con Valentina Gómez para el personaje de Camila lo hicimos desde lo emocional, buscando pistas sobre cómo se sentía ella respecto a su embarazo, a su relación con Leo y qué cosas le provocaba la aparición de Marcos. Abordamos el espectro completo desde el miedo hasta la compasión. Con Philippe Legler, que interpreta a Leo, la aproximación al personaje fue desde lo racional. Philip es un actor muy intuitivo, así que nuestro principal trabajo consistió en que toda la construcción intelectual del personaje que se expresa a través de textos largos y complejos fuera interiorizada y después de nuevo exteriorizada de manera natural.

¿Cómo ha sido la experiencia de trabajo con David Gallego y Ramsés Benjumea, director de fotografía y el director de arte de la película, respectivamente?

David y Ramsés son profesionales extraordinarios que se adaptan rápidamente al entorno en que trabajan y son capaces de convertir los inconvenientes en ventajas para la película. David trabajó con muy pocas luces y con un equipo técnico muy reducido, pero se preocupó siempre por hacer imágenes poderosas aprovechando el sol, las sombras y los colores presentes donde rodábamos. Su trabajo con la cámara, además, fue decisivo ya que desde un principio la planteamos como un elemento expresivo que soportara el aspecto metafórico de la película. Por su parte, Ramsés, diseñó y construyó varios sets meticulosamente a partir de conceptos muy claros, pero también tuvo que improvisar con lo que tenía a mano en decenas de ocasiones. En las condiciones en que filmamos y tan lejos de la ciudad, él y su equipo no solo eran recursivos al encontrar soluciones rápidas para nuestras necesidades, sino que siempre lograban enmarcar esas soluciones dentro de los conceptos que estábamos manejando.

¿En qué proyecto se encuentra trabajando actualmente?

Estoy trabajando en dos proyectos en este momento. Una película que escribí hace un par de años y que esperamos filmar en 2018, y en la escritura de una serie de televisión.

Foto portada: Cristhian Mendoza.