La larga sombra de la Inquisición: Pablo Agüero estrena “Akelarre”
“Akelarre” es el sexto largometraje del director mendocino Pablo Agüero. Ambientado en tierras vascas a principios del Siglo XVII, el título anticipa el filme y aborda las reuniones de supuestas brujas vascas en aquella época, un tema ampliamente reflejado en el cine, pero con un elemento diferencial: el punto de vista es el de ellas. LatAm cinema entrevista a Pablo Agüero a unos días del estreno de la película.
Durante 90 minutos, Agüero se introduce en el espacio íntimo de un grupo de jóvenes vascas que son encerradas y torturadas por el inquisidor Pierre de Lancre, cuyas memorias fueron adaptadas libremente por el director junto a la coguionista francesa Katell Guillou. Agüero se rodeó de un talentoso y reconocido equipo vasco para llevar adelante este filme, incluyendo al fotógrafo Javier Aguirre, el director de arte Mikel Serrano o las compositoras Maite Arroitajauregi (Mursego) y Aranzazu Calleja.
Si bien está ambientado en 1600, “Akelarre” reflexiona sobre dos aspectos muy actuales: la manipulación de la realidad y la criminalización de las mujeres insumisas al patriarcado. Sin embargo, este segundo elemento no es nuevo en la obra del director en tanto su filmografía está atravesada por protagonistas mujeres complejas y contestarias.
El filme tuvo su estreno mundial en el 68º Festival de San Sebastián y el 2 de octubre tendrá su lanzamiento comercial en salas españolas. Precisamente, el certamen vasco fue fundamental para la ejecución de la obra. “Akelarre” participó en etapa de proyecto en el Foro de Coproducción en 2017 y su director, José Luis Rebordinos, fue “celestino” entre el director y los productores vascos Iker Ganuza (Lamia Producciones) y Koldo Zuazua (Kowalski Films), quienes crearon Sorgin Films AIE junto a la también vasca Gariza Produkzioak para llevar adelante la película. Las francesas Tita Productions y La Fidéle y la argentina Campo Cine completan un esquema de producción que cuenta con Film Factory como agente de ventas internacional.
"Akelarre" adapta libremente las memorias de uno de los inquisidores, Pierre de Lancre, encargado de fabricar el mito de las brujas en el País Vasco. ¿Qué fue lo que te movilizó cuando leíste esas memorias?
Es fascinante y aterrador a la vez. Es decir, terreno fértil para el cine. Y lo primero que salta a la vista es que nuestra sociedad actual ha sido forjada por la Inquisición. Aquello que ellos mismos llamaban "educar al pueblo a través del terror" fue prolongado durante siglos, tuvo una continuidad ideológica incluso hasta las dictaduras del siglo XX.
A pesar del libro, el punto de vista se sitúa en ellas, algo que no es común en la filmografía sobre el mito de las brujas. ¿Cuán difícil fue ese proceso de distanciamiento del libro al guion?
Tuve muchas presiones para adoptar el punto de vista del juez, porque es a priori el personaje más cautivante y porque es la estructura clásica del policial, adonde se trataría de saber si son brujas o no. Pero siempre rechacé esa opción porque iría en contra de mis convicciones, de las razones mismas que me motivan a luchar por este proyecto. También me insistieron mucho para que hiciera una película fantástica, que se supone sería más comercial, pero eso también iría completamente en contra de lo que intento mostrar. Poco a poco tomé conciencia de que casi todos los libros y películas que vi sobre el tema eligieron esas opciones de facilidad. Y al hacerlo -tal vez sin darse cuenta- están reproduciendo el discurso de los inquisidores.
Me gustaría consultarte por el trabajo de investigación que realizaste, de forma individual y en equipo, para entender y construir ese universo ajeno de idiosincrasia vasca del S.XVII.
La gente pobre sigue viviendo en el siglo XVII. Yo viví como en el siglo XVII en mi infancia en la Patagonia, sin electricidad, sacando agua de un pozo donde a veces caían ratas. Así que lo tomé como algo un poco autobiográfico (con un toque de humor negro). También investigué muchísimo, pero desde distintos ejes. Por un lado, la especificidad del pueblo vasco, que es maravillosa, porque no tienen realmente dios, no tienen toda esa cosmogonía tan sobrecargada y delirante que traen las religiones. Y tenían cierta modernidad que irritaba al poder monárquico y clerical: las mujeres ocupaban un rol central en la sociedad, había relaciones extra-maritales, etc. Por otro lado, investigué todo el proceso por el cual se impuso el calendario gregoriano y se sustituyeron las fiestas paganas por ritos cristianos. Y otra etapa de investigación tuvo que ver con la resonancia contemporánea de esta historia. La represión ejercida por las dictaduras, los grandes casos de errores jurídicos, cuando los jueces de hoy en día siguen juzgando desde sus propios prejuicios…
La última etapa fue en la preparación de la película, con el equipo. Lo más complejo fue el tratamiento del idioma euskera, porque no existen transcripciones de la manera en la que hablaba el pueblo en aquella época y porque aún hoy en día los vascos hablan siete euskeras diferentes. Lo que terminé decidiendo, al igual que en todos los otros aspectos de la película, fue que la frescura sea más importante que la supuesta fidelidad a fuentes históricas que en sí mismas son dudosas. Elegí una forma de modernidad, porque lo que viven estas chicas lo vivieron mis bisabuelas en la España franquista, mi madre en la dictadura argentina y lo viven de cierta manera las mujeres de hoy.
Fuimos educados por la Inquisición durante siglos. Es importante entenderlo para comprender por qué nos cuesta tanto despojarnos de prejuicios misóginos y liberticidas que en el fondo son tan humillantes para los hombres como para las mujeres.
La música diegética, y principalmente "Neskak sotoan" tiene un papel fundamental en la trama. ¿Cómo fue el proceso de trabajo con las compositoras, y particularmente en el desarrollo de esta canción?
Trabajé con Mursego, que es una especie de trovadora bruja y punk de los vascos. Investigamos melodías tradicionales y las adaptamos para darles vida. Ella hizo todo un trabajo de búsqueda de instrumentos de época que las chicas puedan tocar en las escenas. Un gran poeta vasco, Jon Maia, compuso las letras (él pertenece a una tradición vasca de duelos verbales, similar a la de las payadas en Argentina). Otra compositora, Aran Calleja, se incorporó para los arreglos de cuerdas, donde se utilizó un instrumento muy antiguo y poco conocido: el nyckelharpa.
En la misma línea, la danza es uno de los lenguajes presentes de forma constante en toda la película. ¿Cómo fue este desarrollo coreográfico con las actrices?
Hicimos un casting de cerca de 1.000 candidatas y las seleccionadas se entrenaron durante meses en danza y canto. Eso nos ayudó también a crear lazos entre ellas y construir los personajes desde el cuerpo. Una de ellas es genéticamente hiperflexible, lo cual permitió una transformación espectacular. Otras compusieron su evolución desde paralelos con animales, por ejemplo.
La mayoría de las cabezas de equipo son profesionales vascos con gran experiencia, a quienes a priori quizás no conocías. Me interesaría saber cómo vivieron esa construcción de vínculos de confianza y desarrollo artístico desde cero, siendo además tu sexto largometraje.
Cada una de mis películas ha sido un prototipo único, muy diferente a las otras. Solo para dar un ejemplo, "Eva no duerme" son 20 planos secuencia rodados en un decorado artificial y "Akelarre" es todo lo contrario, son 100 horas de imágenes, rodadas a dos cámaras, para 90 minutos de película. Cada proyecto ha tenido exigencias artísticas y configuraciones de coproducción muy distintas. Eso me ha obligado a formar casi siempre un nuevo equipo. Por suerte conté aquí con profesionales muy sólidos, tres de los cuales ya han obtenido Goya por su trabajo. La potencia expresiva bajo una aparente sencillez me impresionó mucho en gente como -por ejemplo- Javier Aguirre. Y el montaje sin piedad de Teresa Font (que ha trabajado con Almodóvar, Terry Gilliam....) fue una pieza clave para lograr una película realmente dinámica. Los productores vascos también fueron determinantes. Sin ellos la película no sería la misma.
Hay algunos elementos en la película comunes con tu ópera prima: mujeres libres y con contradicciones que son juzgadas por alguien externo, la naturaleza como personaje, universos casi salvajes. ¿Consideras que esa conexión existe?
Sí. Siento que muchos directores cambian de tema pero repiten siempre el mismo estilo, tal vez es para evitar eso que busco una continuidad temática y una ruptura estilística. Desde mis primeros cortometrajes quise tratar la desigualdad, el lugar de la mujer en la sociedad machista, el lugar de los pobres, de los débiles, de aquellos que el cine olvida (¡fíjate en las películas de época, solo vemos nobles y clérigos!) y también, tal vez por otra razón más sensorial, la confrontación el humano que intenta ser civilizado con la naturaleza salvaje y su propio salvajismo interior. Pero hay una continuidad aún más flagrante entre “Eva no duerme” y “Akelarre”, entre esa mujer eternamente joven que aterrorizaba a los generales aun después de muerta y esas otras jóvenes que asustan al inquisidor con su libertad y su belleza.
¿En qué medida sientes que el mito de las brujas y los Pierre de Lancres siguen presentes hoy en día?
Fuimos educados por la Inquisición durante siglos. Es importante entenderlo para comprender por qué nos cuesta tanto despojarnos de prejuicios misóginos y liberticidas que en el fondo son tan humillantes para los hombres como para las mujeres. Ese debate nunca ha sido tan actual como hoy.
Fotos: ®DavidHerranz.
Foto portada: Festival de San Sebastián/Jorge Fuembuena.