Los productores: Fernando Epstein, Control Z (Uruguay)
Si se repasa la filmografía de la productora Control Z, básicamente se estarían nombrando a las películas que han hecho cruzar fronteras al cine uruguayo para en algún momento convertirlo en un fenómeno: “25 watts”, “Whisky”, “La perrera”, “Acné”, “Gigante”…Todas llevan la marca de una productora nacida por inquietud de tres compañeros de universidad, que una década atrás se aventuraron a hacer cine en un país casi sin producción. Fernando Epstein, productor de Control Z, dialogó con LatAm Cinema sobre cómo es producir cine en Uruguay con el paso de los años, el cambio de contexto y el final de un boom.
A modo de introducción, haz una pequeña presentación de Control Z y su dinámica de trabajo..
Control Z se formó a partir de tres compañeros de una generación de la Universidad Católica, que éramos Juan Pablo Rebella, Pablo Stoll y yo. En la misma generación estaba Gonzalo Delgado, que es director de arte de todas nuestras películas, menos “Gigante”. También Arauco Hernández, fotógrafo de “Gigante”. Nosotros nos formamos como productora con la visión de hacer películas nuestras que nos gustaran, y ayudar a nuestros amigos que querían hacer lo mismo, a partir de la primera experiencia que fue “25 Watts”. Nunca fuimos una productora de salir a buscar guiones, de tener varios proyectos en desarrollo para mandar a los fondos y tener así como una calesita de proyectos. Nosotros nos movimos siempre por proyecto, y en general los proyectos que nos llegaron siempre fueron de personas cercanas al grupo. Por un lado, me parece que la amistad es un insumo muy importante para una producción cinematográfica, siendo que la vida en general es un insumo que uno va a tener que poner, particularmente en este país. Digo, me parece que una base de amistad, conocimiento y entendimiento es clave para soportar el largo trajín que implica producir una película, en cualquier lado y acá con las dificultades propias.
Control Z tiene ya diez años, y surgió junto a lo que puede considerarse una nueva etapa en el cine uruguayo, con aquella “25 Watts” que fue una carta de presentación internacional para la cinematografía uruguaya. Desde entonces, el cine nacional ha experimentado un importante crecimiento. ¿Cómo fue producir en ese entonces y cómo lo es hoy en día?
“25 watts” fue una aventura en todo sentido. Estábamos haciendo algo que no teníamos ni la remota idea de cómo se hacía. Sabíamos filmar y un poco nos preparamos. Pero yo lo recuerdo todo como una aventura loquísima en la cual nos metimos y las cosas nos salieron bárbaro. Tratamos de tomarlo todo como una experiencia de aprendizaje. Fueron pasando los años. Y cada película fue un desafío distinto y fue de vuelta –de alguna forma- volver a romper el cascarón. También fue cambiando la estructura de apoyos económicos del Uruguay, que es como la base para cualquier proyecto, a través de una política que –ya en aquel entonces- vislumbraba la intendencia municipal de Montevideo, que luego continúa el Frente Amplio desde el gobierno nacional con la creación de la Ley de Cine de 2008. De todas maneras, el techo que impone el mercado sigue siendo el mismo. De hecho, el mercado se ha achicado mucho para lo que es la producción nacional. Achicarse tal vez no es el término justo, digamos que ha tomado la dimensión que tiene naturalmente. Y eso me parece que es un ajuste que pasa en casi todos los países donde hay un momento de surgir. Por ese lado, el mercado se fue achicando, el Estado apoya un poco más, pero el cambio no es un cambio de status quo, es una mejora importante pero no es un cambio sustancial con respecto a lo que es, en comparación con lo que puede ser Argentina, Brasil o México, que son las grandes potencias de cine en América Latina. Hoy en día soy padre, tengo otras responsabilidades, tengo que velar por ciertos intereses en los cuales cuando nos tiramos a hacer “25 Watts” no pensábamos. Hay que buscar la manera de seguir pero a mí se me está complicando encontrar la manera.
¿Cómo describirías el tipo de películas de tu productora?
Películas costumbristas que se basan en historias simples y humanas, que son fácilmente producibles. Sin grandes despliegues técnicos ni reconstrucción de época. Muchas veces me pregunta por qué hemos siempre ese tipo de películas. Por un lado, digo que como no soy ni director ni guionista, no las escribo; sí como productor decido qué películas hago. En general una de las variables fundamentales para mí es ver si es viable o no hacerla.
Una de las formas que ha encontrado el cine latinoamericano de hacer viable una película es mediante la coproducción, ¿cómo es en el caso de Control Z?
“Whisky” fue la primera producción que hicimos internacionalmente concebida, “25 Watts” fue un proyecto entre amigos. Y si bien tuvo cierta proyección internacional estaba hecha con otra cabeza totalmente distinta. En “Whisky” ya habíamos ido a festivales, sabíamos que existían mercados, empezamos a entender las reglas de las coproducciones y qué pasa con cada uno de los países. A partir de “Whisky” se conformó un núcleo de coproductores con los que venimos trabajando hasta el día de hoy. No necesariamente estuvieron en todas las películas, pero sí en casi todas. Rizoma de Argentina estuvo en todas y Pandora de Alemania estuvo en casi todas. Siempre pensamos en generar relaciones a largo plazo, no por proyectos. En algunos casos a nuestros coproductores les interesaban nuestros proyectos, en otros no, entonces ahí buscamos otros coproductores dentro de esos territorios. Pero siempre buscamos armarla en función del sentido del proyecto y luego de los socios que pudiéramos encontrar. Cuando arrancamos con un proyecto siempre tengo una discusión importante con el director. El me dice: Yo quiero filmar dentro de un año. Yo le digo: No vas a poder filmar dentro de un año, no estamos en condiciones de plantearnos el rodaje para dentro de un año porque el desarrollo mínimo es un año y medio, por un lado por el calendario de fondos tanto locales como internacionales. Si querés presentarte a Ibermedia, primero tenés que conseguir coproductor, presentarte y después pasan seis meses. Son procesos en los que hay que saber tener mucha paciencia o bien volver a un esquema como el de “25 watts”, de semi-cooperativa, pero que ahí yo ya no me puedo involucrar. No puedo basar una empresa de producción o una carrera como productor sobre la base de la apuesta constante de todo el mundo. Ya el mercado cambia.
Al hacer una coproducción, se trabaja con otros países que muchas veces tienen condicionamientos para filmar. ¿Se adecua una historia a la coproducción?
Nosotros partimos de la base de que lo que nosotros hacemos no es un negocio. Entonces en ese sentido, nuestros socios nos entienden. Les gusta o no les gusta pero saben que no vamos a cambiar, a menos que haya algún elemento que no afecte la calidad artística o el rumbo que tiene el director, o que sí lo afecte pero al director le parece bien. El cine de autor o el director’s system en el cual nos movemos nosotros tiene esa regla y toda la mochila de la cuestión artística termina recayendo en el director, que en general es siempre guionista, y por lo tanto para mi primero está eso, porque es el insumo básico, es el talento de la gente en quien confío, y después está el problema del armado financiero. Posibilidades hay un montón, fondos hay muchos. En un punto si una película luego de hacer el calendario de fondos no es exitosa, normalmente va a llegar un momento en que el desarrollo no fue completado y el proyecto no podría salir adelante.
Generalmente los países de Latinoamérica han buscado a su coproductor en Europa por cuestiones económicas, sin embargo está creciendo la colaboración entre los países latinoamericanos…
Ibermedia ya hace más de diez años que existe. Y gran parte de su razón de nacer fue justamente empujar o intentar vincular a los productores de Latinoamérica y evitar esa lógica de que solamente a través de Europa era posible conectar a dos latinoamericanos. En términos de producción creo que lo han logrado con creces y han dinamizado mucho el mercado. Se han generado un montón de instancias que aprovechan eso, como dentro de los festivales los mercados, etc. Y eso me parece que está muy bien. En cuanto a la distribución, es ahora a donde están atacando porque sigue siendo un punto flojo porque es mucho más fácil coproducir con un país que estrenar la película en ese país. El acceso a las pantallas es un drama para todos, y me parece que están apuntando a eso. Yo pienso que tiene mucho que ver y que la producción latinoamericana se viene sosteniendo desde entonces.
Antes hablabas de que el cine uruguayo luego de un boom encontró la dimensión adecuada, ¿en qué sentido?
En relación al mercado uruguayo, el gusto del público y las posibilidades internas de recupero que tienen las películas. Por ejemplo, “Whisky” en 2004 siendo la primera película uruguaya de selección oficial en Cannes, con premios, generó una movida que llevó 65 mil espectadores al cine. Yo dudo que si se estrenara hoy en día llegue a 20 mil. “Gigante”, con el Oso de Plata de Berlín que es el premio más importante que jamás ganó una película uruguaya, apenas llegó a las 15 mil. Digamos, ese gancho que en algún momento atrajo tanto la atención y un pseudo-nacionalismo medio extraño ya no cuenta como antes. Para nosotros antes era como obvio pensar que primera teníamos que estrenar en un festival grande y que gracias a la prensa generada íbamos a venir acá y ya estar más o menos puestos con eso. Ya ese paradigma dejó de funcionar.
¿Por qué crees que sucedió eso?
Yo creo que hay un tema muy importante que tiene que ver con formación de público. A falta de un cine propio durante décadas, cuando apareció era novedad pero era un tipo de cine que la gente no estaba acostumbrada a ver. Más allá de lo que es el público de la Cinemateca, un público más formado y más objetivo para este tipo de cine, no hay 65 mil tipos que vayan a ver una película así. Es un número mucho más reducido. El público que fue a ver las primeras películas encontraba eso de la novedad y que no eran el mainstream que estaban acostumbrados a ver. También se encontró con películas que les gustaba y con otras que no les gustaba. Eso hizo decantar a una porción importante de aquellos que se volcaron la primera vez y puso al mercado en una medida más acorde a lo que es la realidad. Todo eso tiene que ver con al formación de público. Hoy Cinemateca ya no cumple el rol que cumplía antes porque está como en una especie de rearmado luego de una crisis bastante grande. Sin embargo, por otro lado empezaron a suceder cosas importantes. Como por ejemplo que el canal oficial empezó a programar películas nacionales, las empresas que se dedican a la exhibición al aire libre también hacen funciones en el interior y llevan un cine distinto a lugares donde hay poca actividad. Me parece que eso también es un trabajo de hormiga que tiene que ser apuntalado desde el Estado porque a la larga es lo que puede llegar a generar la vuelta o un acercamiento entre el gran público y las películas.
¿Con qué tipo de apoyos oficiales cuenta Uruguay?
Existen el FONA y el MVD Socio Audiovisual que dependen de la Intendencia de Montevideo. Por otro lado está el Instituto de Cine y del Audiovisual de Uruguay, que depende del Ministerio de Cultura, y que es responsable de aministrar la ley de cine así como otros recursos como por ejemplo un fondo del Banco República para lanzamiento de películas nacionales que se acaba de crear este año. Todos estos fondos públicos suman una cifra cercana a los 2 millones de dólares que se destinan a toda la actividad del sector, incluido el funcionamiento del propio Instituto de Cine.
Ahora estás en pleno rodaje de “3”, que dirige Pablo Stoll. ¿Qué puedes contar sobre este proyecto?
Es el proyecto más grande e importante que hemos hecho en nuestra carrera. Es una coproducción con Rizoma de Argentina y Pandora de Alemania. Este es un proyecto que empezamos hace mucho tiempo, cuando Juan Pablo Rebella todavía vivía, y por razones obvias quedó guardado en un cajón por mucho tiempo. Pablo tomó la decisión de retomarlo, de dirigirlo y llevarlo adelante, y para todos tiene un significado extra como grupo, es como cerrar una etapa de nuestras vidas. Yo estoy muy feliz de que la película se esté haciendo. Le tengo terrible confianza al proyecto. Me parece que es un guión genial y además creo que Pablo es un talento como pocos hay en este país. Una vez que dimos luz verde al rodaje, mi trabajo ahora es pensar en lo que se viene después, que es conseguir más dinero para la posproducción. En Uruguay, te diría que el 95% de las películas que se hacen se financian en etapas, nadie espera tener el 100% del dinero para filmar porque eso es casi imposible. También hay un circuito de fondos que de alguna manera alientan este arrojo inicial.