• Marcia Tambutti Allende, directora de “Allende, mi abuelo Allende”

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Marcia Tambutti Allende, directora de “Allende, mi abuelo Allende”

“Allende, mi abuelo Allende” nació como una búsqueda personal de Marcia Tambutti Allende por conocer al hombre detrás del mito Salvador Allende; más específicamente saber quién era ese abuelo del que su propia familia poco le decía aunque, paradójicamente, puertas afuera eran los principales difusores de su legado. Romper el silencio familiar, hurgar en los recuerdos, confrontar la mirada generacional, fue un viaje que le llevó ocho años y el reencuentro con Chile, tras toda una vida establecida en México. Un trabajo de largo aliento en el que contó con la producción y complicidad de la experimentada Paola Castillo, que se estrena en el 68° Festival Internacional de Cine de Cannes como parte de la Quincena de Realizadores, siendo el único documental que integra el programa y el único largometraje chileno seleccionado en esta edición del certamen.

El documental es una producción de Errante, casa productora de Castillo, contando con la coproducción de las mexicanas Fragua Cine y Martfilms. Durante su largo camino de desarrollo participó en instancias como DocSantiago, DocMontevideo (Uruguay), el Forum de IDFA (Holanda), DocBuenosAires (Argentina), DocsDF y DocuLab -FICG30 (México). Para su realización contó con fondos de Ibermedia, Corfo y el Fondo Audiovisual, y fue apoyado por la Fundación Salvador Allende.

Este es un documental que parte de una inquietud personal, de un silencio familiar. ¿En qué momento determinaste que una película era el vehículo para descubrir lo que te era velado?

Primero pensé explorar y averiguar la parte más personal de mi abuelo sólo para mí. Pero parte de mi motivación tiene que ver con los recuerdos de mi niñez, durante nuestro exilio al ver el rostro icónico de mi abuelo en afiches pegados en los rincones “chilenos” o solidarios con Chile en el mundo. Creo que él le pertenece en un sentido figurado a miles de personas. Como el documental explora su figura con sentido cercano, algo lúdico y cálido pero crítico a la vez, y ayuda a conocerlo en mayor profundidad, en algún momento antes de empezar, sentí que tenía que compartirlo.

 

La invitación del documental es a romper el silencio.

Siendo un documental tan íntimo, que involucra a tu familia y relacionado con una figura como Salvador Allende, ¿marcaste algún tipo de límite entre lo público y lo privado?

Lo público es parte de mi historia familiar y en especial, de mi abuelo. Dejar fuera lo público sería como cercenarlo. A su vez, lo público juega un papel importante en lo íntimo, ahonda la búsqueda, la reflexión y también lleva a la familia a enfrentar procesos fuertes, como la exhumación de los restos de Chicho (como le decimos a mi abuelo de cariño en familia). Si bien la narración gira alrededor de un proceso que le sucede a cualquier familia en cualquier parte del mundo, historias que no se hablan y personas que empujan para saber, en nuestro caso, es más visible por la paradoja de que mi familia se dedicó a difundir su legado en el mundo, hablando de sus principios ante miles de personas, pero en la intimidad casi no nos contaban de él. En términos de tratamiento visual, lo público entendido como lo que proviene de archivos oficiales o políticos, es “des-archivado”, recuperado desde detalles y acercamiento con lupa a gestos que revelan posturas personales repetidas, como agitar un pañuelo, usar el dedo para señalar, u observar rincones de sus espacios cotidianos, que transforma la manera en que lo miramos, acercándonos cada vez más a él.

El proceso de realización de la película llevó ocho años. ¿Cómo trabajaste a lo largo de ese tiempo y cómo la película fue mutando?

Una de las transformaciones más fuertes fue ir centrando la narración en el círculo más pequeño familiar, entendiendo que eso permitía al espectador también ser parte de esa intimidad, que es una de las fuerzas de la película: la sensación que uno también está ahí, conversando con la familia o viendo cómo transcurren los acontecimientos. Por supuesto que esto no lo logré yo sola, es un trabajo de equipo, de analizar en conjunto el material, la narración, debatir, etc. Y con eso voy a otro punto muy relevante, mantener un equipo cohesionado por un periodo tan largo es un arte, en lo cual la mirada y complicidad de Paola Castillo, la productora, fue fundamental. Mi gran reconocimiento es para el equipo que trabajó en el film, son personas con mucho talento y experiencia en cine que aportaron significativamente en cada etapa de la película, que fueron muy solidarios y que creían que era necesario e interesante contar esta historia.

¿Cuál fue tu mayor descubrimiento sobre Salvador Allende con este documental?

Darme cuenta que algunas anécdotas que yo creía que eran invenciones, exageraciones o la incapacidad de sus cercanos a criticarlo, eran ciertas. ¡Chicho fue un tipo extraordinario! Me encanta, sobre todo, su capacidad de escuchar al otro, de observarlo y relacionarse de una manera profunda con todos, desde el pueblo, sus colaboradores, amigos, sus hijas y mujeres, los hijos de sus amigos, hasta con sus adversarios.

Allende es una figura que aun hoy sigue dividiendo a la sociedad chilena, que parece eternamente polarizada. ¿Cómo te preparas para su estreno en Chile?

Aunque mi motivación era personal, creo el viaje familiar de alguna manera refleja la historia de muchas familias chilenas en las últimas cuatro décadas. Pertenezco a una generación que vivió traumas o experiencias muy duras, con una infancia en el exilio, pérdidas de familiares e identidades, o bajo la opresión de la dictadura. En esos momentos difíciles, no había mucho espacio para preguntar sobre nuestro pasado reciente. La invitación del documental es a romper el silencio, a conversar los temas que se han dejado atrás en sus propias familias, a propiciar el diálogo entre generaciones y entender mejor los diferentes puntos de vista y circunstancias que nos tocó vivir a cada uno. En ese sentido, si bien sé que hay sectores de la sociedad que rechazan todo lo que se aproxime a Allende, si vieran la película (aunque no creo que esto suceda), entenderían que es una mirada muy personal y supongo que no la atacarían tanto. Por otro lado, el miedo a la polarización que mencionas, lleva a que a veces en las escuelas o espacios públicos no se hable tanto de Allende y hay que ir cambiando eso y dejar atrás los temas tabú. Y cuando se habla o los medios lo toman, se hace desde el lado instalado en la narrativa oficial (relacionada a su sacrificio histórico o a su “gobierno caótico” dependiendo de donde venga la mirada), lo cual ha eclipsado el resto de su vida. Ojalá la película ayude a ir cambiando esos aspectos, o al menos, a ponerlos sobre la mesa, para no seguir obviándolos.

Foto: CinemaChile.