Martín Boulocq, director de “Eugenia”
El realizador y productor boliviano Martín Boulocq debutó en 2005 con “Lo más bonito y mis mejores años”, premiado en los festivales de La Habana, Trieste, Valdivia y Guadalajara. En 2011 hizo “Los viejos”, elegida mejor película en Antofagasta, y acaba de estrenar “Eugenia” en la Mostra de São Paulo.
Su tercer largometraje, producido por CQ films, Alphaville y la brasileña Klaxon y con ventas internacionales a cargo de FiGaFilms, retrata el mundo de una mujer (Andrea Camponovo, también productora) que decide cambiar la dirección de su vida y recorre un universo masculino mientras busca su identidad. LatAm cinema dialogó con Boulocq en el marco de la exhibición de su película en la competencia latinoamericana de la edición 32 del Festival de Cine de Mar del Plata.
¿Cómo se financió “Eugenia”?
Es importante contextualizar: en Bolivia no hay fondos estatales, no hay políticas públicas de fomento al cine de ningún tipo. Venimos peleando hace varios años para que haya una ley, pero por ahora las únicas vías son algún aporte privado, fondos de afuera o coproducciones. En este marco surge mi tercer largo, así que digamos que yo ya venía encontrando la manera de hacerlo sin depender de fondos estatales. La película no recibió ningún tipo de fondo y ha sido realizada a lo largo de tres años con un esquema de rodaje acomodado a las condiciones que se acerca a la metodología que usa el documental: ir filmando en procesos largos, unos pocos días por mes con pocas horas de rodaje, un equipo súper reducido, la mayoría de las veces solamente yo con la cámara y el sonido, los actores, y alguna vez algún asistente). Andrea (Camponovo) y yo tenemos una productora, CQ Films, y nos asociamos con la productora de Rolando Lora, también de Bolivia, y entre las dos bancamos un poco los gastos: se les paga una parte a los actores, y para la otra parte entran en el mismo riesgo que todos. Por supuesto nosotros no nos pagamos sueldos en esa inversión colectiva. Brasil recién entra en la etapa de postproducción.
¿Y cómo se llegó al acuerdo con Brasil?
Cuando tuvimos un primer corte de la película empezamos a buscar fondos de postproducción, sobre todo porque el tema de sonido en Bolivia no está resuelto, no existe ni el know-how ni la tecnología, entonces no hay casas de postproducción de sonido. En esa búsqueda de fondos llegamos a Encuentros, el work in progress de Miami, y a la vez contactamos a una productora brasileña que yo ya conocía. Les mostramos el proyecto y les gustó, y ellos se encargaron de toda la postproducción de audio. En este proceso fue clave el interés de Sandro Fiorin de FiGa y de Rafael Sampaio, de Klaxon, al que había conocido un par de años antes en Bolivia.
“Eugenia” es una película muy femenina que plantea muchos aspectos de la cotidianeidad de ser mujer, entonces sorprende que haya sido escrita y dirigida por un hombre ¿Cuánto tuvo que ver Andrea en el proceso creativo? ¿Es un tema recurrente en tu cine?
Empecé a filmar la película con una idea muy general del tema que quería explorar, y desde un inicio la dinámica de trabajo con Andrea fue de conversar mucho: mientras iba filmando el material lo iba editando, iba reescribiendo, y efectivamente ella ha estado muy involucrada en el proceso. El reto para mí como director era tratar de ver el mundo a través de sus ojos. Creo que hay algo de estas temáticas ya desde mi primera película, pero esta tiene otro enfoque. El machismo, el patriarcado, los temas de poder y las estructuras familiares están definitivamente en mis primeras películas, y aquí quería desde un personaje femenino hurgar más adentro en eso que ya venía explorando.
No me gusta caer en el exotismo, en esa cosa de remarcar lo absolutamente boliviano, pero por otro lado también me pregunto en qué consiste lo universal y lo particular.
Otra cosa que me sorprendió es que en películas de países con poca producción suele pasar que se intenta hacer un cine muy local, mostrando tradiciones y rasgos típicos en un intento de diferenciarse del resto. En cambio “Eugenia” trata temas bastante universales, situaciones que podrían haber pasado en otros lugares, y los elementos locales se integran en la historia de modo más orgánico. ¿Cómo recibieron tu película en Brasil o cómo crees que la recibirá el público boliviano?
No me gusta caer en el exotismo, en esa cosa de remarcar lo absolutamente boliviano, pero por otro lado también me pregunto en qué consiste lo universal y lo particular. Pienso que en mi cine sí hay una intención, una mirada. Para mí es muy importante que se sienta, que la ciudad esté muy presente, pero no como un recurso exótico sino más bien para entrar en diálogo con otras particularidades, quizá ahí estaría ese intento que dices tú de lo universal. Me sorprendí mucho en Brasil porque había chistes que yo creía que quizás entenderían sólo en Bolivia y funcionaron muy bien, entonces ahí me di cuenta de que efectivamente había un diálogo más, digamos, “universal”. A mí me causa un poquito de problemas esa palabra, me gustaría usar más “pluriversal”.
¿Cuáles serán los siguientes pasos de la película?
Estrenamos en Bolivia en abril de 2018 y estamos esperando respuesta de algunos festivales. A partir del estreno en Brasil hemos conseguido distribución en circuitos alternativos. Igual, claro, el circuito independiente sólo en São Paulo tiene 85 salas. Acá en Bolivia todo el circuito comercial no llega ni a la mitad de eso.
¿Sentís que en Bolivia el público apoya el cine nacional?
Es difícil de responder, pero creo que hay apoyo. El otro lado de la moneda del hecho de no tener fondos es que poca gente se dedica al cine, porque es tan jodido y la pelea es tan dura que sólo sobreviven los más cuerudos. Entonces como no se produce tanto hay más expectativa de la gente y de los medios cada vez que sale una película boliviana, y es un poco más fácil entrar a las salas. Aunque es difícil permanecer, las películas nacionales están una o dos semanas, a menos que sean hiper comerciales o comedias.
¿Y qué es lo que te llevó a hacer cine en un país en el que casi nadie hace cine?
No tengo la menor idea, es una pregunta que siempre me hice. Pero tengo claro que nunca lo vi como un modo de sustento o un negocio. Mi acercamiento al cine fue desde otro lado, surgió más como una necesidad de decir ciertas cosas, de poner en el tapete algunas cosas que me vienen incomodando del lugar en el que vivo. En Bolivia hasta ahora no hay escuelas de cine. Yo he estudiado Filosofía y Letras y Comunicación Social, y las abandoné para dedicarme por completo al cine. También mi interés viene mucho de la cinefilia. En una época de mi vida me veía cinco películas al día y era un momento en el que era difícil no conseguir cine que no fuera comercial, entonces lo bueno que te llegaba se valoraba mucho, era como una joya. Ahora es mucho más fácil conseguir cualquier película de cualquier época.