Cannes 2016: Michael Labarca, director de “La culpa, probablemente”, selección Cinéfondation
¿Cuál es el origen de la historia de “La culpa, probablemente?
A nivel de forma, uno de mis grandes sueños es hacer una película que no necesitemos ver. Donde el sonido realmente sea un gran protagonista y en donde casi se nos olvide la imagen. Con esa premisa, yo quería hacer una película donde el punto de partida fuera la ausencia de luz. Por otro lado, existen motivos terapéuticos que dan origen al corto. Necesitaba trabajar a través del cine la posibilidad de desterrar el sentimiento de culpa que siento constantemente. Pensando en la culpa, me di cuenta que sería muy interesante especular un poco sobre el dilema moral que pudo haber sentido mi padre cuando tenía que decidir entre sí quedarse con su familia o la mujer a la que amaba en un momento de su vida. Pero me interesaba abordarlo desde el punto de vista de esa mujer porque sentía que había que hacerle justicia a ella. Porque ella también era víctima de la indecisión de este hombre.
Esta es claramente una historia súper personal, casi acceder a la intimidad de tu familia. ¿Cómo hiciste para alejarte de algo tan cercano para como director narrar esta ficción anclada en la realidad?
Lo primero que hice fue contarle a mi padre que tenía la necesidad de hablar de esto. Un poco de construir hipótesis sobre él. También porque yo creo que quiero perdonar cosas de él y con eso perdonarme. Todos en el set sabían que la historia era muy personal. Para tratar de ser objetivo tomé la decisión de hacerlo desde los ojos de esta otra mujer. Busqué humanizarla y que tuviera sus necesidades. Incluí un vínculo con una hija. Porque además me parece poderoso y era algo de lo que también me interesaba hablar. Me interesaba esa frustración que puede tener una madre soltera, en esa dinámica de tratar de conseguirle una figura paterna a su hijo. En este caso, esta mujer que se enamora de un hombre casado, tiene una niña. Ella básicamente quiere sobrevivir. Básicamente quiere una figura paterna para su hija y esto no significa que ella desee que otra familia se rompa. Entonces el corto realmente va sobre eso. Sobre una mujer que está cansada de que todos sus novios la dejen. Y un día que se va la electricidad, que la cortan, se encuentra con su última pareja, que en efecto es el último fracaso en la búsqueda de una figura paterna para su hija. Él vuelve con la excusa de que trae velas para iluminar el espacio, como llenar esa ausencia que él mismo dejó. Y tienen un encuentro mientras la niña duerme.
La historia transcurre durante un apagón, un tema de mucha actualidad en Venezuela. ¿Te parece que puede llegar a tener una lectura política?
Es curioso porque cuando se supo lo de la selección, un periódico en mí país me contactó pero armó una nota con lo que encontró en internet y esperaron hasta que comenzó el racionamiento eléctrico en Caracas para publicarla. Y el titular de la nota era: “Cannes verá historia venezolana que ocurre durante un apagón”. Esperaron hasta diez días después de haberme contactado para sacar la nota, ponerle ese título y además parafrasear un poco la sinopsis para que un poco pegara con eso. Mi corto no lo hice con intenciones de hablar sobre la coyuntura o del contexto de lo que estamos padeciendo, pero sin duda es algo que me influencia. Recuerdo que la primera vez que leí el guion con el productor, no teníamos electricidad y tuvimos que leerlo con velas. Y luego, durante la grabación, que fueron tres noches, tuvimos que parar por dos horas porque también nos cortaron la luz en la zona donde estábamos grabando. Y en la posproducción fue todo un proceso muy tedioso porque también se cortaba la luz. Pero la verdad que fue una coincidencia, el corto yo lo ideé hace un año. A mí en realidad me interesa hablar de la condición humana. Y en este caso, la condición humana obviamente sí tiene que ver con mi país, porque lo que estos dos adultos hacen con la niña que no está, va a generar en ella -en un futuro- algo que va a seguir perjudicando a mi país.
Mi corto no lo hice con intenciones de hablar sobre la coyuntura o del contexto de lo que estamos padeciendo en Venezuela, pero sin duda es algo que me influencia.
En términos de producción, ¿cómo fue su realización, considerando además que elegiste hacerlo fuera de la capital?
Yo estudié en Mérida. Pero soy de Maracaibo, que es una zona muy caliente. Luego me fui a Caracas y estuve allá tres años. Para mí era muy importante cerrar el ciclo universitario, entonces preferí hacer este corto de mi tesis en Mérida con mis compañeros de clase. Mi universidad no cuenta con apoyo del Estado. Entonces, yo sabía que no podía depender mucho de un apoyo económico de mi escuela, sino más en los equipos. Y los equipos eran muy pocos, la verdad. Todo fue con mis ahorros. Pude conseguir pequeños aportes de la fundación donde estaba trabajando o que el hotel donde se hospedaron los dos actores fuera patrocinador. Las comidas durante el rodaje las hicieron las mamás de los actores. El dueño de la cámara era un profesor que nos hizo un buen precio. La colorización me la hizo una amiga en Buenos Aires. Al sonidista le propuse ser coproductor. En Venezuela tenemos un control cambiario muy fuerte. Tratamos de prever eso. Cada vez que podía compraba dólares o euros para que en el momento de poder grabar pudiera tener ese dinero y que ese dinero no se devaluara.
¿Qué esperas de esta participación en la Cinéfondation?
Me interesa ir, ver que está haciendo el otro, ver gente nueva también que está empezando. Somos dieciocho en esta categoría, supongo que tengo las mismas posibilidades que los otros diecisiete de que al menos un plano del corto produzca alguna sensación en los que estén presentes. Además, es un honor que Naomi Kawase sea la presidenta del jurado. Obviamente también lo veo como una gran oportunidad para conocer y hacer alianzas. Trato de vivir el presente. Trato de no tener demasiadas expectativas sobre las cosas que pueda o no conseguir allá, pero estoy muy claro de que allí alguien me va a preguntar de qué va mi próximo proyecto o por ahí alguien se va a sentir interesado en mi trabajo. Estoy puliendo lo más que puedo un material de mi próximo proyecto, porque entiendo que es una gran oportunidad para ver si consigo algún vínculo que me pueda apoyar en el futuro.
¿Y de qué va tu próximo proyecto?
Tengo dos. Un corto que fue evaluado en Venezuela y solamente estamos esperando por los recursos. Pero Venezuela está pasando por un momento muy difícil y nadie logra saber cuándo van a dar los recursos. Se llama “El hombre de cartón” y está basado en una anécdota de mi infancia. Y también estoy escribiendo la primera versión de mi largometraje. Estuve sumergido en un barrio en Caracas, donde pude conocer a muchos chicos con vidas muy conmovedoras, muy poderosas. Chicos que transformaron su vida a través del arte, en este caso. Inspirado en esto, estoy escribiendo la historia de tres chicos que estuvieron en el mundo de la delincuencia y cambiaron su vida por diferentes razones. Un año después de haber transformado sus vidas, el hermano de un chico al que dos de ellos mataron, secuestra al que no participó. Entonces, los dos se reúnen para convencerse el uno al otro de quien va a ir a sacrificarse por su amigo que no tuvo nada que ver.