Santiago Mitre, director de “La patota”
Inicialmente te involucraste en “La patota” como guionista contratado. ¿Cómo llegas a convertirte en director y qué te motivó en la historia y/o proyecto a asumir ese rol?
Sí, había pasado poco tiempo del estreno de mi película anterior, “El estudiante”, y estaba desarrollando otro guión, cuando me llamó Axel Kuschevatzky, contándome que estaba con la idea de trabajar en la adaptación de “La Patota” de Daniel Tinayre. Yo no había visto la película antes, la vi una sola vez y decidí no volver a verla. Había algo en el personaje de Paulina, la protagonista, que me abofeteó, me puso en problemas. Y rápidamente me di cuenta de que podía desarrollar algunas de las cuestiones que me interesan, y que había iniciado en la película anterior, con este material. Entonces lo que empezó como un encargo, se transformó en otra cosa. Debo admitir también que la idea de trabajar en este contexto, una película popular, producida por un canal de televisión, también me interesó como desafío. Cómo poder ocupar ese espacio sin perder la libertad y haciendo algo que no se parezca en nada a un encargo. Casi su opuesto.
¿Qué tan diferente fue el proceso creativo de trabajar sobre un material que ya cuenta con un antecedente?
Hay un momento en donde ya no hay diferencias. Al menos en este caso, en el que decidimos no usar la película previa como material de consulta constante. La vimos una sola vez y a partir de las ideas que surgieron de esa primera visualización empezamos a trabajar la adaptación.
Has comentado que la película es una reinterpretación de la original, ¿en qué consiste esa mirada nueva?
Es una película de 1961, que lidia con muchos temas complejos, y que en su adaptación a la actualidad, necesitaba de una reinterpretación fuerte. Creo que la película original trabaja sobre parámetros morales demasiado cercanos a lo religioso. A mí la religión no me interesa como tema. Pero me di cuenta de que podía trabajar una fábula política, donde la convicción y los ideales estén en el centro del relato.
El film es un thriller social que trabaja sobre la convicción, los ideales y la justicia.
La película de Tinayre transcurría en Buenos Aires y esta nueva versión se desarrolla en Misiones. ¿Por qué decidiste rodar la película en Misiones? ¿Qué te aportó como escenario?
En principio, nos daba la sensación de que la marginalidad de Buenos Aires ya había sido muy retratada por el cine de los últimos años. Queríamos trabajar una marginalidad, por decirlo de algún modo, más rural. Posadas, por su condición de ciudad de frontera, nos daba la posibilidad de utilizar el guaraní, lengua casi extinta en Argentina, pero que aún se habla en Paraguay, que era una forma de marcar cierta incomprensión de la protagonista frente a su nuevo entorno. Además de todas las cuestiones geográficas que tiene la provincia: la tierra roja, la amplia vegetación, las quebradas, los yerbatales.
A tu ópera prima, “El estudiante”, la describiste como una película sobre la práctica de la política, ¿cómo definirías a “La patota”?
Es un thriller social que trabaja sobre la convicción, los ideales y la justicia.
“La patota” tuvo un proceso de producción diametralmente opuesto a “El estudiante”. Esta es una película que responde al modelo de cine industrial, mientras que “El estudiante” fue rodada de forma totalmente independiente y con economía de recursos. En tu rol de director, ¿cómo percibiste esta diferencia?
Bueno, diría que fue muy difícil en términos de financiamiento y armado del proyecto, pero tuvo un rodaje muy placentero. Es raro, es una película densa, muy oscura, pero tuvo un rodaje distendido y alegre como recuerdo pocas veces antes. Supongo que tiene que ver con que el equipo que trabajó es el mismo con el que venimos trabajando desde hace años, en casi todas las películas de la productora. Entonces este cambio de estructura nos encontraba más protegidos. Creo que lo más complejo viene ahora. Una película realizada del modo en que se realizó “El estudiante”, podía estrenarse de un modo en que “La patota” no puede. Y nos permitía un control sobre cada una de las instancias que ahora no tenemos. Hay muchas más responsabilidades para que la película encuentre su punto de equilibrio, lo que produce una exigencia enorme en términos económicos.
El cine industrial se valida con el público. ¿Sentís esa presión de que el público acompañe el film?
Sí. Entre muchas otras.