Théo Court, director de “Blanco en blanco”
El cineasta español-chileno Théo Court (Ibiza, 1980) retorna a su amor por la fotografía en “Blanco en blanco”, su segundo largometraje después de “Ocaso”. El filme nace al estudiar y descubrir una serie fotográfica retratada y escenificada por un fotógrafo anónimo de las cacerías de Selknam (onas). La matanza de este pueblo amerindio, que hasta principios del siglo XX vivía en la isla Grande de Tierra del Fuego, fue perpetuada por el colonizador rumano Julius Popper y su grupo a finales del siglo XIX. Este hecho fue el comienzo para que el director comience a cuestionarse una serie de temas que repercutían sobre elementos que quería hablar.
Este interés por la historia se fusionó con la aparición de las series fotográficas retratadas por el escritor británico Lewis Carroll sobre distintas niñas, con una “clara connotación erótica”. “Ese paralelismo entre el acercamiento de la mirada hacia el horror y la obsesión por captar la pureza inocente de una niña antes de ser corrompida fue el punto de partida para que naciera el proyecto”, cuenta Court.
Producida por El Viaje Films (España), Quijote Films (Chile), La Pomme Hurlante Films (Francia), Kundschafter Filmproduktion (Alemania) y Rinkel Film (Holanda), y con la participación de Televisión Pública de Canarias y las ventas internacionales de Stray Dogs, “Blanco en blanco” narra la historia del fotógrafo Pedro (Alfredo Castro) cuando llega, a inicios del siglo XX, a Tierra del Fuego para fotografiar la boda de un poderoso latifundista que les ha arrebatado las tierras a los onas, los nativos de la región. La futura esposa es una niña, y eso trastoca al fotógrafo, que la convierte en su obsesión. Poco a poco, a través de su cámara, se dará cuenta de que no sólo ha traicionado al latifundista, sino que se ha convertido en cómplice del genocidio de un pueblo indígena de Sudamérica.
Después de su paso por la pasada versión del Festival de Cine de Venecia, donde ganó dos premios, mejor dirección de la sección Horizontes y el segundo premio de la Federación Internacional de Críticos de Cine (el primero fue para Roman Polanski y su película “J'Accuse”), la cinta continúa con su recorrido por citas cinematográficas internacionales, como el Festival de Cine de Viena, en Austria, que se realizó del 24 de octubre al 6 de noviembre. El director conversó con LatAm cinema sobre su más reciente producción.
La mirada fotográfica participa desde la belleza y el horror en el filme, ¿qué símil hay entre la belleza, el horror y la muerte?
Más que un símil específico me interesaba el arco narrativo entre el deseo interior de un personaje y su sumisión final ante el poder. Es una mirada que se aproxima a la belleza de una niña de la misma manera que se aproxima al horror, es alguien que estetiza, que manipula, que escenifica el último momento de una niña antes de ser corrompida, como también escenifica el acto deleznable de una matanza, trata de maquillarlo, perdiendo el aspecto moral de sus gestos y mirada en pro de una estética o fin específico. De esta manera me gustaba la relación que hay entre la posición del cineasta y la propia posición del personaje. Hay a veces en los actos cinematográficos una extrema estetización sobre los elementos representados que esconden el real significado de las cosas.
La película se ambienta en el siglo XX, sin embargo juega con la noción de captar o registrar un momento y nuestra realidad respecto a la relación que tenemos con las pantallas, ¿Ha cambiado esto en algo?
La película juega con la constante idea de representación, una forma de acercarme a la escenificación de una época fue justamente hacerlo desde la posición de un fotógrafo, alguien que escenifica, representa momentos. De esta forma era importante para mí acercarme al pasado, a la historia, entablando un diálogo entre los gestos que ejecuta el fotógrafo y la falsedad de la propia representación.
Más que una relación con las pantallas, es una relación con la tergiversación de las imágenes y su significado real. Por esto me interesaron las imágenes de las matanzas Selknam, por el acto representativo que había en ellas, estas fotos eran tomadas en forma de representación, ya que los tiempos de exposición de la emulsión fotográfica de aquella época no dejaban capturar el instante. De modo que tenían que escenificar el acto, a posteriori de la acción real, en este caso, una matanza. Ante esto sentí que había un símil real a la propia acción del cine, hacemos representación, mentimos, tergiversamos la realidad hacia una emoción o significado determinado. En el caso de aquellas fotografías de las matanzas, estas pretenden transformar un acto deleznable en una acción heroica y modificar su real carga moral. Todo esto a mi modo de ver sigue estando presente en el accionar de hoy en los medios, las imágenes constantemente están parcializando los reales acontecimientos de las cosas, se manipulan como herramienta de poder.
El silencio y la ambigüedad que genera la película se hace sentir a través de lo que calla el personaje principal, su silencio, complicidad y contemplación ante los hechos que lo transportan a su perdición, ¿Se puede hablar de una corrupción del arte al servicio del genocidio indígena?
Totalmente, para mí el personaje tiene una solo motivación, representar. Si no representa es un observador pasivo, una especie de cómplice a través de la mirada. Cuando fotografía, solo ahí el personaje se demuestra activo, solo desde ahí podemos entablar una relación de comprensión sobre él y sus motivos.
La relación del artista en la tergiversación de la historia ha estado desde siempre, el artista sometido por un poder, el artista sometido por un sistema, en el cual si no entrás en él estás fuera. En el caso específico del protagonista, quedarse fuera de él es la muerte. Solo trabajando para el poder puede sobrevivir y con esto pierde su propia moral antes los hechos acontecidos.
Hay a veces en los actos cinematográficos una extrema estetización sobre los elementos representados que esconden el real significado de las cosas.
En la actualidad, parece que el western ha sido redescubierto por el cine de autor en diferentes países. ¿Por qué decidiste apelar a algunos recursos y metáforas de este género?
Hay claros ejemplos, desde "Jauja" de Lisandro Alonso hasta "Meek´s Cutoff " de Kelly Reichardt, acercamientos distintos al género muy interesantes. Para mí el género de western se entronca en la posibilidad de crear un escenario primigenio, una aurora, un escenario desde donde nacen las bases fundacionales de la civilización, como de la ética occidental post colonización. Como también la lucha entre hombre y paisaje, entre civilización y escenario. Son temas que me interesaba plantear, como son las bases del poder. Es una manera de entablar un diálogo con el presente a través del pasado.
¿Cuál ha sido la hoja de ruta del filme en cuanto a laboratorios, talleres, work in progress para su desarrollo a la fecha? ¿Cómo han ayudado estos a su proyección y crecimiento?
La película ha tenido un amplio recorrido sobre todo por work in progress en distintos festivales, que nos han ayudado a finalizar el filme. Fue gracias al premio Eurimages que ganamos en el festival francés de Les Arcs que pudimos finalizar la postproducción de la película. Antes hemos sido beneficiados para su producción con diversas ayudas como World Cinema Fund, Hubert Bals, etc.
“Blanco en blanco” es una coproducción entre Chile-España-Alemania y Francia, ¿Cuán importante fue el apoyo entre diferentes casas productoras para lograr el filme?
Fue fundamental la coproducción con España, de donde se consiguió la mayor parte del financiamiento. Como también Chile. En ambos países se rodó la película. En Tierra del Fuego y en las Islas Canarias, en Tenerife específicamente.
A pesar de que aún existe dificultad a la hora de hacer cine en Latinoamérica, las obras del continente siguen dando de qué hablar en festivales y distintas citas cinematográficas. ¿Cómo ves la vitalidad del cine latinoamericano?
La pluralidad cinematográfica en Latinoamérica hace que tengamos muchos puntos de vista sobre nuestro paisaje geográfico y social, cosa que hace que esta pluralidad tanto de estilos y temáticas tengan una gran presencia en diferentes festivales, añadiendo a esto la constante tenacidad de su creadores y su necesidad por transmitir su mirada sobre las diferentes capas a las cuales estamos expuestos, hacen de esta una cinematografía activa y rica en actos y miradas.