Trinidad Zaldívar, Jefa de la Unidad de Creatividad y Cultura del sector de Conocimiento, Innovación y Comunicaciones del BID
Estrechamente asociado a las industrias culturales y creativas (ICC), el término “economía naranja” fue acuñado en 2013 por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para referirse al “conjunto de actividades que de manera encadenada permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales, cuyo valor está determinado por su contenido de propiedad intelectual”. Y si bien desde entonces el concepto ha ganado creciente protagonismo en las discusiones que marcan la agenda política, también ha cosechado sus críticas, sobre todo en los ámbitos especialmente preocupados por la mercantilización de la cultura.
En el libro “El panorama de las políticas públicas audiovisuales en Latinoamérica” editado por el Latin American Training Center (LATC), Trinidad Zaldívar, Jefa de la Unidad de Creatividad y Cultura del sector de Conocimiento, Innovación y Comunicaciones del BID, defiende en el capítulo de su autoría que “este sector de la economía, basado en actividades que convierten ideas en bienes y servicios y son intensivas en el uso de talento, será cada vez más esencial para la competitividad de nuestros países y en la reactivación económica post-Covid”.
Según recoge el texto de Zaldívar, el audiovisual es el segundo sector con mayor potencial de crecimiento (detrás de los videojuegos). La previsión a 5 años es que América Latina y el Caribe dupliquen el número de usuarios de contenidos on demand, lo que supone una subida del 152%. Para Zaldívar, impulsar la creación de contenidos para esas plataformas es una de las asignaturas pendientes en la región: “Muchos de los contenidos creativos que se consumen en la región se producen en otras partes del mundo. Por ejemplo, aunque el 15% de todas las series comisionadas por Netflix y Amazon Prime son en español o portugués, la mayoría de ellas se producen en España y Portugal”. Además, señala, es una oportunidad para impulsar el crecimiento económico regional: “las exportaciones de servicios creativos de Brasil no alcanzan una quinta parte de lo que exporta Estados Unidos, y Argentina no está exportando ni la cuarta parte de lo que exporta España. Es ahí donde hay enormes oportunidades para la región”.
LatAm cinema conversó con Zaldívar sobre los desafíos del sector audiovisual en la región y las iniciativas del BID en este sentido.
En un momento coyuntural tan complejo, tras un año de pandemia, ¿cómo ven las industrias culturales y creativas en América Latina, y particularmente el audiovisual?
El impacto de la pandemia en las industrias creativas fue devastador, especialmente en algunas, mientras que en otras fue más moderado, e incluso algunos sectores creativos más digitalizados - por ejemplo, el de los videojuegos - vieron crecimiento en sus actividades en este periodo. Los datos de la encuesta realizada desde el BID al sector cultural y creativo durante los primeros meses de la pandemia - en alianza con UNESCO, MERCOSUR Cultural, SEGIB y OEI - ciertamente muestran el durísimo golpe de la pandemia en el sector. Solo el 14% de los trabajadores encuestados indicó haber tenido un impacto positivo o no haberse visto impactado por la pandemia, mientras que un 55% dijo haber dejado de percibir más del 80% de sus ingresos en los primeros meses de la pandemia. Quienes se vieron más afectados fueron los freelancers, los trabajadores informales y los trabajadores sin título de educación superior académica. En cuanto a las empresas, las que más perdieron fueron las que operan actividades culturales y de entretenimiento, como teatros, cines, festivales, carnavales por nombrar algunas. El 74% dijo haber perdido más del 80% de sus ventas. Y si bien las empresas del sector audiovisual habrían gestionado mejor la crisis, un 46% dijo haber perdido más del 80% de sus ventas.
Al mismo tiempo, vimos indicios muy esperanzadores que muestran a estas industrias innovando de manera acelerada como no lo habían hecho en años anteriores. Aquí hay una tremenda oportunidad. La misma encuesta muestra que el 42% de las empresas audiovisuales lanzó nuevos servicios en respuesta al Covid y el 35% introdujo nuevos modelos de negocios. Son cifras muy importantes. Además, en promedio las empresas creativas de la región pasaron de ofrecer solo el 38% de sus productos en digital en 2019, al 59% actual.
¿Qué papel puede jugar la industria audiovisual regional en la reactivación económica?
Antes de la pandemia, las industrias creativas de la región crecían más rápido que la economía en su conjunto y el empleo que generaban beneficiaba mayoritariamente a los jóvenes. Por otro lado, las mujeres tienen un 13% más de participación en los emprendimientos creativos que en el resto de las empresas.
Existe un consenso en la teoría económica, así como abundante evidencia empírica, sobre el rol central de estas industrias en el crecimiento económico, no sólo por sus altos niveles de innovación y productividad, sino también por su capacidad de generar derrames de conocimientos en el resto de la economía. Estos derrames y aumentos de productividad se traducen en mejores salarios y mayores niveles de bienestar en la población. En las últimas dos décadas, estas industrias han hecho una contribución importante, no solo por el valor agregado que generan directamente, sino también por su potencial para impulsar la innovación de otras industrias y en particular de sectores económicos prioritarios, como la salud y la educación. Si se invierte y se generan las condiciones de política adecuadas para estos sectores, las ICC van a ser claves para la reactivación económica, generando empleo, valor agregado y crecimiento en la región. Además, las ICC desempeñan un papel fundamental para la salud mental y el bienestar de la sociedad. Cualquiera que sea la forma de “nueva normalidad” post-pandemia, las industrias creativas y culturales, de las que la sociedad deriva el placer intelectual y espiritual, desempeñarán un papel curativo fundamental en el proceso de recuperación.
Cualquiera que sea la forma de “nueva normalidad” post-pandemia, las industrias creativas y culturales, de las que la sociedad deriva el placer intelectual y espiritual, desempeñarán un papel curativo fundamental en el proceso de recuperación.
Usted dice en el libro que “Los responsables de la formulación de políticas deben hacer de las ICC una prioridad”. ¿Qué recomendaciones les haría a las autoridades cinematográficas en este sentido?
Existen en los países de la región diversos factores que dificultan la competitividad de estas industrias. Por ejemplo, existe una gran escasez de profesionales con las habilidades demandadas por el sector audiovisual, sobre todo en términos de talento digital. Es decir, no hay suficientes expertos para el desarrollo y la postproducción de contenidos, en tecnologías de realidad aumentada o en la producción audiovisual vía streaming. Además, en muchos países faltan otros profesionales claves en estas industrias, como técnicos del sonido, foquistas, etc. Desde el BID estamos desarrollando estudios para entender mejor cuáles son las brechas entre demanda y oferta de capital humano en este sector y poder así diseñar políticas de desarrollo, atracción o retención de profesionales con esas habilidades. Lo que recomendaría a las autoridades cinematográficas es romper los silos entre las actividades audiovisuales y las actividades de investigación e innovación tecnológica, para así aprovechar al máximo las nuevas oportunidades ofrecidas por las tecnologías digitales y fomentar la innovación cruzada. Es clave que las industrias audiovisuales de nuestros países colaboren más con proveedores de conocimientos y tecnologías, como universidades y empresas tecnológicas.
En el libro afirma que el gran desafío en este momento es impulsar la creación de contenidos digitales en la región. ¿Se está planteando alguna medida o instrumento concreto para colaborar en ese impulso desde el BID? A nivel general, ¿qué programas o instrumentos de ayuda para las industrias culturales y creativas se están estudiando?
En el BID lanzamos muchas iniciativas y proyectos concretos de apoyo al sector. Por ejemplo, desde nuestro laboratorio de innovación, BID LAB, promovimos la colaboración intersectorial entre pequeñas y medianas empresas de las ICC con las de otros sectores intensivos en conocimiento y tecnología, a través de instrumentos financieros de apoyo como los vouchers de innovación. A través de estos instrumentos, en Uruguay, las industrias audiovisuales, tecnológicas y de la salud sumaron fuerzas y generaron nuevos productos de realidad virtual para mitigar el estrés de los niños antes de una cirugía o un procedimiento invasivo. En otros casos, como, por ejemplo, en Honduras, apoyamos la creación de Naranja Republik, un distrito creativo digital que está convirtiendo el Centro Histórico de Tegucigalpa y Comayagüela en un hub de creatividad e innovación a través de la puesta en valor de su patrimonio y el apoyo a nuevos emprendimientos creativos y de base tecnológica. En Panamá, Centroamérica y el Caribe hemos lanzado un proyecto que busca fortalecer el valor del cine como herramienta de desarrollo social y económico a través de la creación de nuevos modelos de negocio y la generación de nuevos canales, nuevos mercados de exhibición y nuevas audiencias.
En el histórico de proyectos financiados y el documento de las estrategias sectoriales del BID, las ICC no están contempladas como un sector en sí mismo, sino que los proyectos de ICC están bajo el paraguas de otras categorías, con lo que eso implica en términos de objetivos generales e indicadores para la evaluación. ¿Sé prevé la definición de una categoría autónoma para las ICC?
En los últimos años, varios departamentos y divisiones del BID han implementado proyectos e iniciativas relacionados con las industrias culturales y creativas, como la División de Competitividad, Tecnología e Innovación, la División de Vivienda y Desarrollo Urbano, la División de Integración y Comercio, la División de Educación, la División de Conectividad, Mercados y Finanzas, y BID LAB, entre otros. Al mismo tiempo, el BID cuenta con una unidad que se dedica enteramente a estos temas. La Unidad de Creatividad y Cultura, que tengo el honor de dirigir, articula estos esfuerzos y apoya a todas las divisiones del BID con datos, conocimientos y apoyo técnico especializado sobre estas industrias. Esto es así porque, por su naturaleza, las ICC no están en un solo sector, o ministerio, sino que requieren de coordinación entre ellos. Nuestro objetivo es seguir siendo promotores y articuladores de los programas de fomento a las ICC, ayudando las otras divisiones del Banco a aprovechar las oportunidades que los nuevos escenarios han abierto para estas industrias.