• El camino a los Oscar: cómo levantar la estatuilla con un corto de animación iberoamericano 

    Gabriel Osorio y Pato Escala, director y productor de "Historia de un oso".

  • El camino a los Oscar: cómo levantar la estatuilla con un corto de animación iberoamericano 

    "Historia de un oso".

  • El camino a los Oscar: cómo levantar la estatuilla con un corto de animación iberoamericano 

    Tevo Díaz, productor de “Bestia”, Joshua Jason (JJPR), Hugo Covarrubias y Alvar Carretero de la Fuente (JJPR).

  • El camino a los Oscar: cómo levantar la estatuilla con un corto de animación iberoamericano 

    "Bestia".

  • El camino a los Oscar: cómo levantar la estatuilla con un corto de animación iberoamericano 

    Alberto Mielgo director de "El limpiaparabrisas" junto al productor Leo Sánchez.

  • El camino a los Oscar: cómo levantar la estatuilla con un corto de animación iberoamericano 

    "El limpiaparabrisas".

El camino a los Oscar: cómo levantar la estatuilla con un corto de animación iberoamericano 

El martes 8 de febrero de 2022 se producía un hito en la historia de la animación iberoamericana con el anuncio de que dos producciones de la región estaban nominadas en la categoría de mejor corto de animación de los Premios Oscar: “El limpiaparabrisas” y “Bestia”. Hasta ese momento, sólo el chileno “Historia de un oso” había conquistado esa hazaña, que remató al convertirse en el primer triunfador iberoamericano en la categoría. En este artículo incluido originalmente en el número 48 de nuestra revista, analizamos el camino al Oscar de estos tres casos de éxito. 

Cuando “Historia de un oso” entró en la recta final de los Oscar, a principios de 2016, competía con “Prologue” del ya oscarizado Richard Williams (“¿Quién engañó a Roger Rabbit?”); con “Sanjay’s Super Team”, un corto de Pixar, que ya acumulaba tres estatuillas en esa categoría; con “World of Tomorrow” del vanguardista Don Hertzfeldt, que conseguía así su segunda nominación; y con el ruso “We Can't Live Without Cosmos”, en teoría el rival más asequible a pesar de sus triunfos en Animafest y Annecy. En fin, no era precisamente el favorito en las quinielas, y no sería de extrañar que Gabriel Osorio y Patricio Escala, director y productor respectivamente, hayan pensado que la experiencia era muy bonita pero que el Oscar no acabaría en sus manos. 

Aquel año, los presentadores de la categoría fueron los Minions, lo que no sólo era una prueba más de lo encasillada que la industria tiene a la animación como propuesta esencialmente infantil, sino que además reforzaba la intuición de que una producción dirigida mayoritariamente al público adulto no sería la triunfadora de la noche. Sin embargo, con la ininteligible habla que caracteriza a los seres amarillos, debidamente subtitulada al inglés para que nos enteráramos todos, el título anunciado fue “Bear Story”. ¿Cómo se produjo ese sorprendente e histórico resultado? 

Con la experiencia de haber participado en la campaña de promoción de los tres cortos iberoamericanos en su camino al Oscar, Alvar Carretero de la Fuente de Joshua Jason Public Relations (JJPR) está en una posición más que privilegiada para darnos algunas claves sobre su éxito. JJPR es una agencia de relaciones públicas con sede en Los Angeles especializada en el diseño y la ejecución de campañas para los Oscar.

En lo que respecta a “Historia de un oso”, Carretero de la Fuente le comenta a LatAm cinema: “La Academia en aquella época era distinta, no estaba internacionalizada, e ‘Historia de un oso’ era universal. Fue el que más gustó, era muy accesible. Creo que el voto silencioso nos benefició. Además, hubo pesos pesados a los que les gustó muchísimo, como a Harvey Weinstein, que por entonces aún tenía una enorme influencia, era lo que llamamos un super spreader. Por otra parte, hay que tener en cuenta que (la de mejor corto animado) es una de las categorías más diversas de los Oscar, de las más internacionales, es habitual que haya obras europeas, asiáticas. Después hubo un boom de cortos mudos, porque los productores pensaban que los premios seguían una fórmula”. Fórmula o no, lo cierto es que desde entonces han ganado otros dos cortos mudos, “Piper” (2017) y “Bao” (2019), y uno que es casi mudo, “El limpiaparabrisas”. 

La victoria de “Historia de un oso” fue una sorpresa, pero se explica en un año en el que Pixar no presentaba su creación más sólida -y ya había sido debidamente recompensado- y el resto de los contendientes eran de corte más bien experimental. En ese contexto, el corto de la chilena Punkrobot Studio lograba aunar una temática comprometida -los abusos en la dictadura de Pinochet- con un enfoque narrativo cercano a la tradición de Hollywood que lo hacía atractivo para el público infantil. Por supuesto, explicar un resultado a posteriori tiene escaso mérito, pero no resulta descabellado imaginar a los votantes de Hollywood eligiendo un corto por su belleza estética y narrativa, por su emotividad y factura técnica, sin darse cuenta siquiera de que el trasfondo era un régimen autoritario que Estados Unidos había ayudado a instalarse en el poder. Tiene mérito el logro. 

Avanzamos seis años y nos encontramos con dos cortos iberoamericanos en liza en esa misma categoría: un trabajo experimental dirigido por Alberto Mielgo, “El limpiaparabrisas”, coproducción entre las españolas Pinkman.TV y la estadounidense Leo Sanchez Studio; y otra obra igualmente singular dirigida por Hugo Covarrubias, “Bestia”, producción chilena firmada por Trébol 3. Esta última se centraba también en la dictadura de Pinochet, como la historia del oso, y también había seguido los pasos del oso en Annecy. Repetir victoria no parecía entonces tan inimaginable. 

No obstante, hasta hace no tanto, el solo hecho de llegar a la nominación era casi una quimera. “Es algo que nosotros no teníamos planeado”, afirma Covarrubias en declaraciones a LatAm cinema. “Nunca pensamos que los Oscar iban a estar dentro de nuestro espectro, por la temática, por lo experimental del tratamiento. Pensábamos que a lo mejor íbamos a quedar seleccionados en algún festival importante como Annecy, o en otros festivales de Europa, o que íbamos a ganar algunos premios en Chile. Esas eran nuestras austeras pretensiones”. 

La cosa cambió cuando la francesa Miyu, una de las distribuidoras de animación más importantes a nivel internacional, con cuatro nominaciones a sus espaldas en ese momento, se interesó en la obra. “Miyu nos dijo que la carrera de los Oscar había que correrla, pero que debíamos ser conscientes de que se trataba de un corto bien fuerte y que no era para los Oscar. Nosotros estábamos muy de acuerdo con eso”, recuerda el director chileno. “Cuando nos vimos en la short-list nos quedamos muy sorprendidos. Un corto de stop motion, bien oscuro, con esta temática, experimental, es muy difícil que quede en el Oscar”. 

La de mejor corto animado es una de las categorías más diversas de los Oscar, de las más internacionales, es habitual que haya obras europeas, asiáticas.

Contra todo pronóstico, “Bestia” no sólo se metió entre los cinco finalistas, sino que se convirtió en uno de los favoritos en la carrera por la estatuilla junto con “El limpiaparabrisas”, que a la postre se consagró ganador. Sin embargo, el corto dirigido por el madrileño Alberto Mielgo no tenía el camino totalmente despejado hacia el Oscar, sobre todo considerando que era una obra experimental, con un inusual empleo de animación 3D y creada de manera independiente, sin el apoyo de un gran estudio. 

“Yo era un director de arte en la industria, pero quería dirigir, así que quería mostrar lo que podía hacer. No quería hacer nada que fuera apto para la infancia, quería algo que fuese otro tipo de animación”, explicó Mielgo. “El corto nos llevó siete años. Cada vez que yo o mi amigo, Leo Sánchez (coproductor y cofinanciador de la obra) teníamos un proyecto que pagara las facturas, debíamos pararlo, así que el mayor reto fue mantenerlo vivo”.

¿Por qué, entonces, uno se quedó en la platea y el otro subió al escenario a recoger el premio? Recurrimos de nuevo a la experiencia de Carretero de la Fuente, cuya agencia participó en la campaña de ambos camino hacia el Oscar: “‘Bestia’ había que explicarlo, había que acentuar la carga social, la diferencia, lo bizarro… Es una obra que les flipa a los de animación -Guillermo del Toro lo dijo en Twitter-, a guionistas… Había mucha gente que hablaba del corto y lo apoyaba de manera entusiasta”. En la ronda final, en cambio, no vota solo la rama de animación, votan todos los académicos, que son más de 10.000 de todo el mundo, y esa es una cuestión muy distinta. “El voto silencioso no jugó a nuestro favor”, cree Carretero. 

Esto habría favorecido a “El limpiaparabrisas”, un proyecto que, aunque muy interesante desde un punto de vista artístico, daba la sensación de ser menos político o, al menos, más cercano a la industria: no olvidemos que los Oscar son un premio de la industria que solo rara vez premia a quienes no pertenecen a ella. 

Aquí hay que analizar dos cuestiones. Una, el hecho de que el único de los cinco cortos nominados que contaba con el apoyo de una gran compañía estadounidense era “Robin Robin”, de Aardman, distribuido por Netflix, por lo que, en principio, la plataforma de streaming tenía todas las de ganar. El año anterior, el primero en el que Netflix apostó por la categoría de corto animado, ganó con “Si me pasara algo, los quiero”. No obstante, Carretero de la Fuente cree que este año el voto anti-Netflix tuvo más pesado en los resultados. 

Por otro lado, hay que tener en cuenta que, pese a ser un proyecto independiente, “El limpiaparabrisas” estaba capitaneado por alguien muy conocido en la industria, que ya contaba con Annies y Emmys en su vitrina, un director solicitado para producciones de Hollywood como “Spider-Man: Into the Spider-Verse” o “Love, Death & Robots” -la primera para Sony, la segunda para Netflix, precisamente-. 

Así, a medida que Alberto Mielgo y Leo Sánchez avanzaban lentamente en su travesía, el nombre del director se hacía cada vez más importante y popular en Hollywood. De ahí que tuviera muchas más opciones de superar en votos a sus compañeros de nominación -Covarrubias, el trío de británicos, el ruso Anton Dyakov- que no habían trabajado en la meca del cine ni vivían, como él, en Los Ángeles. 

Además, es interesante recalcar que el director de “El limpiaparabrisas” ve su obra como heredera de la tradición de Hollywood: “el proceso fue muy complejo, pero estaba básicamente basado en como Disney hacía antes las películas. Yo usaba otras tecnologías, pero estábamos haciendo un dibujo con un personaje 3D encima. Para Disney era un personaje en 2D y era Bambi; la técnica es muy similar a lo que utilizaban los viejos maestros”. 

Por último, dos apuntes finales para productores iberoamericanos que quieran emprender la aventura de los Oscar. En primer lugar, no parece casual que cuatro de los cinco nominados de esta última edición habían participado en Annecy ese mismo año; la excepción es, paradójicamente, “El limpiaparabrisas”. En segundo lugar, es indudable que una nominación, incluso sin estatuilla, allana el camino para financiar el siguiente proyecto. Para Covarrubias ha sido una excelente carta de presentación: “antes de la ceremonia hice muchos contactos con agentes de ventas, productoras, estudios… Varias me han vuelto a escribir después de la ceremonia. Sin duda que la nominación va abrir el camino para buscar coproductores. Creo que no será tan difícil”.