Stop-motion en México: entre la artesanía y la industria
Durante décadas, México ha sido uno de los destinos ineludibles para los amantes del stop-motion, especialmente entre quienes prefieren la tendencia más autoral y artesanal de la técnica. El notable prestigio artístico del país a escala internacional explica, entre otros muchos reconocimientos, que sea celebrado en el Festival de Annecy 2023. No obstante, y por asombroso que parezca, todavía no existe un largometraje mexicano enteramente realizado en stop-motion, pero, con media docena de proyectos en marcha, ese récord tiene los días contados. Artículo publicado originalmente en la revista número 54 de LatAm cinema.
En 1985, un cineasta de Jalisco llamado Rigoberto Mora creó el estudio Necropia junto a Guillermo del Toro con la intención de especializarse en efectos especiales, maquillaje y animación, y eso terminó siendo determinante en el surgimiento de la afinidad entre la región y el stop-motion. Lo explica José Enrique Iñesta, director de Pixelatl, el más destacado festival de animación del país, que conversó con LatAm cinema sobre la estrecha relación entre México y esta técnica: “Tiene que ver con los orígenes del stop-motion, que están basados en el teatro, en el drama. Y también hay que recordar que el padre, por así decirlo, de la escuela de Guadalajara es Rigo Mora, que experimentaba muchísimo con esta técnica. Mora fue el mentor de muchos directores que siguieron su legado, como René Castillo, Luis Téllez, Rita Basulto, Sofía Carrillo, Juan José Medina, Karla Castañeda y León Fernández”, conocidos como los siete magníficos del stop-motion mexicano. De hecho, difícilmente pase un año sin que una obra de alguno de ellos esté seleccionada en el Festival de Annecy y este no es una excepción: “Humo” de Rita Basulto integra la sección oficial de cortometrajes.
Aunque es innegable que Guadalajara se ha convertido en un epicentro mundial del stop-motion, esta técnica no está restringida al estado de Jalisco: “No sólo hay stop-motion en Guadalajara, sino en todo México, es algo que traemos en la sangre. El stop-motion les da vida a los objetos, también podemos hablar de que viene del realismo mágico, que está en nuestra sangre latina”, explica Iñesta.
Además de en Cuernavaca y, por supuesto, en Ciudad de México, hay stop-motion en Puebla a través de Kraneo Estudio. Su fundador, César Gabriel Cepeda Sánchez, tiene su propia teoría acerca de la querencia de México por la técnica: “Somos por naturaleza constructores, creadores, artesanos, escultores, tenemos una larga tradición de artes plásticas; el vínculo entre lo artesanal, lo manual y el stop-motion se da de manera natural para un mexicano”.
No obstante, Cepeda ha logrado que en su estudio convivan el lado artesano con una extensa filmografía por encargo, de ahí que su pequeña empresa -en la que emplea regularmente a unos 15 colaboradores- lleve más de un lustro de actividad: “Hemos sabido utilizar la narrativa comercial como un proceso de entrenamiento, de aprendizaje. No nos alejamos de la publicidad ni de las obras por encargo porque nos permiten explorar nuevos ritmos, otros presupuestos, y la combinación entre lo autoral y las obras por encargo es lo que nos ha permitido trabajar durante tantos años”.
La gran tradición mexicana en esta técnica ha favorecido el relevo con exponentes de una nueva generación en Guadalajara como Susana Arrazola y su notable “Transtierro” (2021), o incluso que autores de otras partes del país se lancen al ruedo de la animación con muñecos, como Miguel Anaya Borja con “Mi abuela Matilde” (2021), que pudo aprovechar el saber hacer de Jalisco desde Ciudad de México.
Tal es la pasión de México por el stop-motion que cuenta incluso con un festival enteramente dedicado a la técnica: el Festival Stop-motion Mx - SMMX, cuyas nueve ediciones avalan el apetito del público mexicano por las obras creadas mediante el movimiento de objetos fotograma a fotograma.
El despegue de una industria
La solidez y el crecimiento de la parte industrial de esta técnica en México se juega en dos frentes: el Taller del Chucho, del que nos ocuparemos más adelante, y Cinema Fantasma, estudio de los hermanos Arturo y Roy Ambriz con sede en Ciudad de México. En sus inicios, Cinema Fantasma combinó proyectos autorales -el ambicioso corto “Revoltoso” (2016), por ejemplo- con trabajos de encargo, pero su suerte cambió cuando HBO Max compró su serie “Sustos ocultos de Frankelda” (2021), que cosechó un gran éxito en la plataforma y de la que existe una adaptación cinematográfica en fase final de producción. Ya más cómoda financieramente, y con 80 empleados en nómina, la compañía puede centrarse en sus proyectos personales.
De hecho, los hermanos Ambriz viajan a Annecy con el objetivo de “promocionar cuatro películas que vienen en camino: ‘Frankelda y el príncipe de los sustos’, que estamos a nada de terminar, ‘La balada del Fénix’, que ya empieza la producción, ‘Sabandijas del Nuevo Mundo’, una película para adultos sobre la conquista de México, y ‘La revolución de las abejas’, que ya tiene guion y desarrollo. Los cuatro largometrajes están en diferentes fases, pero, si todo sale bien, en cinco o seis años van a estar todos terminados”.
Si ese plan sigue su curso, y es razonable ser optimista en vista del fulgurante ascenso de estos dos cineastas, Cinema Fantasma se convertirá en uno de los estudios punteros del stop-motion mundial -junto a Aardman en Reino Unido o Laika en Estados Unidos- y la técnica, en la principal industria animada de México.
Aunque es innegable que Guadalajara se ha convertido en un epicentro mundial del stop-motion, esta técnica no está restringida al estado de Jalisco.
El Taller del Chucho y Guillermo del Toro
Volvamos ahora con Guillermo del Toro, un enamorado de la animación que durante décadas alternó su labor de director con numerosas producciones de DreamWorks Animation, incluyendo la serie “Trollhunters” (2016). Finalmente, en 2022 volvió a la animación por la puerta grande con el largometraje en stop-motion “Pinocho” (2022), codirigido junto a Mark Gustafson y ganador del Oscar a la Mejor película de animación en la última edición de los premios.
Realizado con el apoyo financiero de Netflix, del Toro encargó parte de su realización al Taller del Chucho, de ahí que el filme posea la doble nacionalidad estadounidense y mexicana. Y si bien habrá que esperar al estreno de “Frankelda” para contar con un largometraje en stop-motion 100% mexicano, es indudable que “Pinocho” ha sido una eficacísima carta de presentación del nivel artístico e industrial del que es capaz el Taller del Chucho: “Ahora mucha gente sabe que trabajamos en una producción de este nivel, de esta calidad, y que podemos tener esos niveles de producción, entonces ha sido un impulso, esperamos que lo siga siendo”, explica Angélica Lares, directora del centro.
En este sentido, Lares explica que el Taller ha acogido ya la producción de un cortometraje de stop-motion, tiene en desarrollo un par de series infantiles, una de ellas de René Castillo, y está trabajando con algunas coproducciones a nivel nacional e internacional. Que esos proyectos fructifiquen y el éxito de “Pinocho” atraiga otras producciones extranjeras puede ser clave para retener el talento que se gradúa cada año en las universidades mexicanas: “Tenemos una fuga de talento impresionante, pues los animadores pueden encontrar otras oportunidades en Estados Unidos y Europa. Así que, sí, uno de nuestros objetivos es llegar a un nivel donde la gente no se quiera ir a otros lugares, o sí se va, que después regrese”, asegura Lares, que agrega: “Lo ideal sería contar con una porción importante de artistas que sientan que irse es una opción y no una necesidad”.
Juan José Medina, otro referente del stop-motion “made in México”, agrega: “Tenemos el Taller del Chucho, donde se hizo una pequeña parte de Pinocho, entonces ahora podemos decir que sí va en serio, que se están generando las condiciones para tener en México, y en particular en Guadalajara, un detonador para el stop-motion”.
Con la excepción de los ambiciosos planes de Cinema Fantasma, es en Guadalajara donde se están gestando buena parte de los proyectos de largometraje de stop-motion, incluyendo al menos tres trabajos de larga duración: el que dirigirá Karla Castañeda, coescrito y coproducido por Guillermo del Toro, “Niño carbón” de Juan José Medina, del que ya se conocen unos 10 minutos, los correspondientes al premiado corto “Tío” (2021), e “Inzomnia” de Luis Téllez, que ya está en producción. A Téllez le parece “natural y legítimo que todos estos artistas que vienen del stop-motion de cortometrajes prueben con el largo. A mí me tocó ser el primero que se lanzó a la aventura. Mucha gente me decía ‘oye, estás loco’. Pero de pronto que llegue Guillermo con ‘Pinocho’ y diga ‘vamos a hacer esto’ a mí me llenó de satisfacción, pues pensé que estoy en un camino que no es una locura, que sí es viable”.
Karla Castañeda también destaca la importancia de “Pinocho” para el desarrollo industrial de la técnica: “Creo que a raíz de la película se vino a dar esta exposición mundial y también dijimos ‘bueno, podemos hacer nuestras historias’. Me encantaría que eso fuera una punta de lanza, que hubiera los apoyos para que esto se desarrollara”. En cuanto a la impronta femenina en la animación en stop-motion, una técnica que destaca por la cantidad de animadoras mujeres, Castañeda opina: “Creo que, en la animación, tu trabajo habla por más por ti que por ser mujer u hombre, y eso también es bonito, que tus historias hablen y el espectador no sepa quién es el realizador hasta que ven en el crédito que es una mujer quien lo está haciendo. Aunque yo de entrada sí me doy un poco cuenta de la sensibilidad o la manera en la que uno cuenta”.