LatAm premiere: Jorge Hernández Aldana, director de “La sombra del Catire”
“La sombra del Catire”, del director Jorge Hernández Aldana, se estrenó en el 39º Warsaw International Film Festival, donde fue galardonado con el Grand Prix del certamen, cuyo jurado lo definió como “un viaje cinematográfico conmovedor y delicado a las profundidades del alma humana que resulta a la vez universal y personal”. Con guion del propio director, el film está producido por las mexicanas Paloma Negra Films y Chula Vista Cine, en coproducción con Genuino Films (Venezuela).
Jorge Hernández Aldana nació en 1969 en Venezuela, pero lleva 20 años viviendo en México. Tras estudiar cine documental en Cuba y graduarse en la Escuela de Cine de Łódź, el director estrenó “El búfalo de la noche” en 2007 en el festival de Sundance. Su segundo largometraje, “Los herederos” (una coproducción entre México y Noruega), fue estrenado en el Festival de Morelia. Con su tercera película, “La sombra del Catire”, Hernández Aldana vuelve a su tierra natal con un drama íntimo y ominoso sobre las complejidades de las relaciones y los conflictos familiares.
“La sombra del Catire” cuenta la historia de Benigno Cruz (Francisco Denis), un antiguo bandido apodado Catire que pasa sus días en soledad mientras lucha con un pasado que lo acecha y conspira contra él y que, tarde o temprano, terminará tocando a su puerta.
En sus 81 minutos de duración, la película explorará a los dos personajes que habitan al protagonista: hoy es Benigno Cruz, pero parece no poder desprenderse de Catire, con el que carga como una cruz en la espalda y un blanco en la frente. En un entorno sumamente hostil, Benigno lucha contra los fantasmas que lo atormentan buscando agua en las tierras áridas de Venezuela para apagar los incendios que Catire ha provocado en su vida.
¿De dónde surge la idea de la película?
Nací en Venezuela, y la zona donde sucede la película es una zona donde yo pasé mucho tiempo en mi infancia; la película tiene fragmentos, no literales, que básicamente son elementos de la historia de una parte de mi familia. Las dinámicas de la familia, lo que puede separar una familia y lo que puede unirla otra vez. Para mí era muy importante regresar a eso y tratar de darle una salida a través de una película. Yo estoy convencido de que las contradicciones nos hacen más humanos y a veces hay cosas que no entendemos y que el cine permite mostrar. Como la experiencia de estar vivos. Para mí era la oportunidad de contar una historia como si fuera una experiencia y compartir esa experiencia, la experiencia de darse cuenta de que no somos las personas que creemos, que somos capaces de cometer errores y que es posible recuperarse de esos errores.
Entonces es también una película sobre la redención...
Sí, y también es una película sobre una familia rota en un país roto, y sobre lo que separa y lo que puede unir de nuevo una familia, que es un dolor compartido, un dolor que sentimos cuando nos acercamos y por eso nos rechazamos, pero al mismo tiempo nos atrae y nos pide hacer algo con ese dolor. El abanico de posibilidades de lo que se puede hacer con una película en términos del mercado hoy deja poco espacio para explorar territorios que antes tenían más salida porque había una mayor diversidad. Para mí es importante explorar los terrenos “borde” de lo que el cine te puede dar como lenguaje, como medio, y compartir esa experiencia de lo que es darse cuenta de que estamos llenos de contradicciones y que somos capaces de generar dolor a las personas que amamos. “La sombra del Catire” es la posibilidad de explorar un tipo de cine que cada vez está más ausente en las pantallas, pero yo sigo creyendo que el público es inteligente, que aspira a cosas que lo reten y que quiere ver películas que lo conmueven, pero que no le expliquen lo que está sintiendo, que lo cuestionen. Cuando todas esas cosas confluyen en una misma obra, tienes una película como la que acabamos de hacer. Benigno Cruz, la persona que fue, lastimó a su familia y ahora, años después, tiene que enfrentar a sus hijos y entender qué hacer con eso. Ese es el corazón de la historia.
No darle todo digerido al espectador.
A mí cada vez me cuesta más ver películas que en los primeros cinco minutos ya me dicen cómo van a terminar. Para mí es importante construir un relato, una narración cinematográfica que te llega de manera orgánica sin tú saber, cómo en la vida, donde vas a terminar. Al final intento hacer películas que reflejen eso, trato de hacer las películas que quisiera ver y que no estoy encontrando en las pantallas. De eso se trata un poco esta película en particular.
¿Cómo fue el proceso para financiar la película y en qué espacios participó para llegar a ser realizada?
La película es una coproducción entre México y Venezuela. Es una película de muy bajo presupuesto, y lo que la hizo viable son los apoyos con los que contó: Impulso Morelia (el WIP del Festival de Morelia) y el GLAFF (el WIP latino del Festival de Cine de Guadalajara en Los Ángeles). También tiene apoyo de Splendor Omnia, un estudio de postproducción liderado por Carlos Reygadas en México. La única manera de hacer una película como esta es contar con gente que quiere que se hagan películas diferentes y que este cine no muera, y que apuesta a que hay un público esperando que esta película se haga. Pero hoy en día es cada vez más difícil. Esta película fue financiada hace un par de años; hoy en día, pienso que sería virtualmente imposible financiarla. También tenemos financiamiento del programa Ibermedia para la producción y de EFICINE en México. Y para una película como esta, fue muy importante para abrir camino haber participado en el mercado de coproducción de la Berlinale en 2017. Fue un camino largo, pero paso a paso se pudo construir de una manera sólida y se fueron sumando entusiastas que ayudaron a que la película se pudiera hacer, gracias a un universo muy variado de personas e instituciones que creen en un cine diferente que tiene un público y es importante seguir haciendo.
“Yo creo que aquí lo importante es confiar. Y parece algo obvio, pero es muy difícil entregarse al poder de las imágenes, al talento de los actores y a la fe que le tenemos al cine”.
La película es una coproducción entre Venezuela, tu país de origen y México, tu lugar de residencia actual ¿Cómo fue el trabajo de coproducción?
La película demandaba tener actores venezolanos. Francisco Denis que hizo un papel memorable, está asentado en México, su carrera está en una segunda etapa después de estar en la serie “Narcos” en Colombia y a partir de ahí llegó a México y empezó a trabajar. Y ya tiene un tiempo aquí y coincidimos en México con las ganas de decir cosas sobre Venezuela, pero no solo sobre Venezuela, sino sobre todo América Latina. Consideramos incluso hacer la película en México, pero luego de explorar las posibilidades todo nos devolvía a Venezuela. Entonces lo que hicimos fue una colaboración mixta. Fue gente de México hacia Venezuela para filmar y toda la postproducción la hicimos en México. Y al final resultó de una manera muy orgánica.
¿Cómo fue filmar en Venezuela?
Filmar en Venezuela es muy difícil porque el país pasa de situaciones extremas a otras situaciones extremas. De desabastecimiento, de falta de combustible, de falta de lo más básico como agua y electricidad. Nosotros filmamos en el corazón del país, una zona árida que hace 100 años tenía agua y hoy son desiertos. La película también habla de eso. Llegamos a lugares donde había chicos que no habían visto muchas de las cosas que estábamos llevando. Productos elementales básicos que jamás habían visto. También es muy curioso cómo el paisaje nos fue hablando y atrayendo, cada vez fuimos entendiendo más estas historias, este abandono en el que estaba este lugar, en el corazón de Venezuela, de estas zonas justo en el centro de Venezuela que hace 200 años eran el corazón económico del país y que ahora lo que queda es sencillamente un desierto en ruinas. Fue muy claro que la película había que hacerla ahí y lo que hicimos fue entonces un proceso de desarrollo muy interesante con los actores, con las cabezas de departamento. Intentamos entender cómo encontrar la película de una manera orgánica y volverla a inventar sin forzar nada, sino encontrar la película que habíamos planeado hacer como si se manifestara delante de nosotros y esto para mí es una de las partes que más valoro del proceso de hacer la película. De cómo realmente tratamos de encontrar la película de una manera genuina en la tierra y con la gente con la que trabajamos ahí. Llegamos a un lugar donde mucha gente ha perdido la esperanza y al llegar nosotros recuperamos esta esperanza con lo que podría ser más intrascendente que es hacer una película. Pero pudimos llevar trabajo a decenas de personas y esa experiencia es de lo que más atesoro del proceso. Esta tierra y su gente habla. Y eso fue lo que tratamos de hacer. Darle voz a ese espacio, a este lugar roto.
Hay una construcción de extrañeza sobre el personaje del Catire y sobre el entorno en general. Sin embargo, el personaje y el conflicto se construyen con claridad. ¿Qué decisiones sentís que te hicieron lograr este balance?
Pues es una mezcla de cosas. Por un lado, es confiar en la naturaleza del cine y confiar en el espectador. En segundo lugar, es confiar en el poder de las imágenes, no a corto plazo sino a mediano y largo plazo. Saber que si creamos un pedacito de verdad y luego creamos otro pedacito y otro pedacito y logramos unir esos pedacitos de verdad en una secuencia, al final eso va a tener un efecto acumulativo, y que al final el efecto comunicativo va a ser contundente. Yo creo que aquí lo importante es confiar. Y parece algo obvio, pero es muy difícil entregarse al poder de las imágenes, al talento de los actores y a la fe que le tenemos al cine. Porque es muy fácil tenerle miedo a eso. Es muy común sentirse acorralado y saber que no vas a tener tiempo suficiente porque tienes que garantizar que la película se va a poder contar. Pero todos quienes estuvimos ahí desde el principio hicimos una apuesta. Y tuvimos que encontrar cómo hablar de ciertos temas y comunicarlos con fuerza, pero con misterio. Entonces la interpretación por parte de los actores y el poder de las imágenes del director de fotografía, Luis Armando Arteaga, lo que da es un espacio sumamente emotivo y sumamente sensorial para que el espectador pueda completar con elementos particulares de su propia experiencia de vida y hacer esta historia suya. Es difícil decir que hay una fórmula. Lo que hay es una cantidad de personas que querían hacer una película y tocar un tema que a todos nos importaba desde la perspectiva de lo que a cada una de estas personas le importaba.
Aparte del estreno en Varsovia y posteriormente en Morelia, ¿ya tienen pensada una estrategia de distribución?
Nuestro plan es seguir buscando espacios a través de los festivales. Esta es una película que realmente estoy convencido de que encontrará su público en una sala de cine. Entonces estamos tratando de buscar la construcción de un camino que nos lleve por ahí. Por ahora estamos a la espera de noticias. La idea sería poder estrenar en Venezuela entre el primer y segundo trimestre del año que viene y en salas de México para la segunda mitad del año que viene. Mientras tanto estamos buscando las posibilidades de hacer algún tipo de exhibición limitada en salas, pero con la posibilidad de llegar a un público que va a ver esta película en salas de cine. Nuestra apuesta en este momento es tratar de conectarnos con este público, vamos a ver qué nos dice la experiencia aquí en Varsovia. Por ahora el feedback ha sido muy bueno.