Por tercer año consecutivo, Locarno presenta su Carte Blanche, el espacio dentro del Industry Days que invita a un país a exhibir una selección de films nacionales, a fin de acercar su producción a los profesionales de la industria, especialmente europea. Chile es el foco de atención en esta edición, y siete películas en proceso de posproducción se presentaron durante tres días.
Se podría decir que la apuesta de la selección fue presentar a una nueva generación de directores, un rasgo que e intensifica al advertirse que de las siete propuestas, tres son tesis de egreso y más de la mitad son de debutantes.
“El hijo pródigo” es el primer largometraje como director de Carlos Araya Díaz y el productor Pablo Sáez; su obra de título de la Universidad Arcis, que financiaron a base de autogestión con su productora Animales salvajes tras un fallido intento de crowdfunding. Se trata de un drama que refleja la parábola del hijo pródigo, centrándose en un médico, padre opresivo, que ante la desaparición de uno de sus hijos desarrolla el síndrome de Diógenes. La película tiene una narrativa fragmentada y una intención experimental, de la cual son muy concientes sus responsables. “Sabemos que no es una película de público masivo; que requiere un poco de voluntad del espectador. Tuvimos gran libertad y esta es la película que quisimos hacer”, enfatiza Araya Díaz.
Justamente, Locarno se presenta como un escenario propicio para buscar un camino que se adecue al perfil del film. “Creemos que hay festivales con enfoque más artístico, de mirada autoral, que podrían estar my interesados en la película. Y a partir de esta llegada, creemos que es posible entrar en salas más pequeñas, independientes, que también tengan ese interés por miradas propias, únicas, que se salgan no solo del circuito comercial, sino que también busquen la experimentación en el cine. Gente interesada en expandir el concepto de lo que es el cine”, añade Sáez.
“Raúl”, dirigida por Matías Venables y producida por Valentina Barros, es también un largo de egreso, en este caso de la Escuela de Cine de Chile, coproductora de la película, que otorgó un porcentaje en dinero y recursos técnicos para su realización, siendo financiada la mitad por medio del crowdfunding. La historia se concentra en Raúl, un peluquero a punto de cumplir 30 años en su peluquería, la cual parece anclada en el pasado.
“El peluquero es un personaje, al menos en Chile, que está obligado a escuchar historias día y noche. Entonces la pregunta que surge es: ¿tiene una historia propia? Pero hay muchas ideas detrás de la película. Tiene que ver también con el exceso de trabajo”, explica Venables.
“Volantín cortao” es el trabajo final de Aníbal Jofré y Diego Ayala para la Universidad del Desarrollo, si bien se trata de su segundo film tras “Chaitén”. Producido por Soledad Trejo para Gallinazo Films, narra la historia que se establece entre una estudiante de trabajo social y un adolescente de un centro de menores.
“Es el encuentro entre dos personas de polos opuestos de la clase media chilena. Nos concentramos en conocer el mundo del joven, en cómo ella se va metiendo y conociendo esa realidad”, dice Ayala. “Nos interesaba indagar en el mundo del chico porque hay un estereotipo creado alrededor, sobre todo en las noticias o en las crónicas rojas. Queríamos indagar sin un juicio previo o estigma, que es el que siempre existe. Pretendemos una mirada sincera de este mundo”, agrega Jofré.
“El vals de los inútiles” es la opera prima de Edison Cájas, un documental que coqueteando con la narrativa de ficción aborda el tema de las movilizaciones estudiantiles iniciadas en 2011, a través de las historias de dos personajes: un adolescente que se suma a las marchas y un adulto que sobrevivió a la dictadura.
“En Chile se tiende a pensar que la dictadura fue una etapa y la democracia es otro momento. Para mí están unidos; son las dos caras de la misma moneda. Entonces sentía que si quería narrar una historia sobre el momento histórico del 2011 tenía que necesariamente retrotraerme hasta la dictadura. Siento que lo que pasó en 2011 fue la punta de un iceberg que aún está flotando en Chile y tiene que ver con el sistema implantado por Pinochet, sus políticos y economistas”, afirma Cájas. La película es una coproducción chileno-argentina entre Cusicanqui Films y La Pata de Juana.
El restante debut cinematográfico es “R. Lorena”, opera prima de Isidora Marras, que tiene detrás la experiencia de la productora Forastero de Gregorio González (“La nana”). La historia sigue a una joven actriz que en un momento de crisis personal, empieza a ser asediada por llamados telefónicos en busca de una desconocida llamada Lorena Ruiz. “Es un drama que tiene ciertos elementos del thriller psicológico y habla esencialmente sobre la identidad”, sintetiza Marras sobre el film, cuya idea nació a partir de una experiencia personal.
Las dos películas restantes que participan del Carte Blanche son de cineastas ya experimentados, con nombres establecidos dentro del circuito de cine de autor y los festivales internacionales.
Alejandro Fernández Almendras, director de “Huacho” y “Sentados frente al fuego”, presentó el proyecto que más expectativas generó entre las participantes, “Matar a un hombre”, una producción de Eduardo Villalobos para El Remanso Cine. Inspirándose en un caso real, la película explora la carga que representa para un hombre ordinario cometer un asesinato.
“Muchas veces las mismas películas educan en la violencia, en la venganza o en la justificación del crimen. Y creo que es algo que no se da naturalmente en el ser humano. Por eso tenía ganas de hacer una película que cuestionara eso. Hacer una primera parte donde el espectador querría que sucediera el asesinato para después ver que es súper difícil y grotesco. Un trámite extenuante que dura mucho tiempo, que es horrible, y que tiene un costo ético. Se siente el peso del cuerpo que cargas. Esa es la reflexión que da origen a la película”, explica el director.
En tanto que “Surire” es el nuevo documental del tándem Bettina Perut-Iván Osnovikoff, un film con una fuerte apuesta visual que retrata la vida en un pueblo olvidado del altiplano chileno, del cual se extraen recursos naturales y sus pobladores persisten con su cultura. “No es nuestro interés hacer un film de denuncia aunque obviamente está en la película. No hay algo que te esté dando esa información. Tampoco hay una intención de retratar la cultura aymara, sino a esos personajes específicamente, en los que encontramos una historia que contar”, dice Perut.
“Desde lo cinematográfico, nos quisimos acercar de una manera que no es la convencional. Por lo general, los pueblos indígenas son tratados de manera miserabilista, no hay humor, son explotados. Esta es una película horizontal donde queremos que nuestra mirada aporte a tener una concepción de ese mundo. Nos interesa poner en juego nuestra mirada como realizadores, que es algo que hemos venido construyendo y se relaciona con transgredir ciertas continuidades en la mirada no solamente cinematográfica sino también literaria, de cómo vemos al mundo, al ser humano, la relación animal-ser humano”, detalla Osnovikoff.
Las películas compiten por un premio de 10.000 francos suizos (10.600 dólares), que será definido por un jurado integrado por Frédéric Boyer, director artístico de TriBeCa Film Festival (USA); Gerwin Tamsma, programador del Festival Internacional de Cine de Rotterdam (Holanda), y la productora Agustina Chiarino (Uruguay).
Desde Locarno, por Cynthia García Calvo.