Agustín Toscano y Ezequiel Radusky, directores de “Los dueños”
Única película latinoamericana seleccionada por la Semana de la Crítica de Cannes y en competencia por la Cámara de Oro, “Los dueños” es la opera prima de Agustín Toscano y Ezequiel Radusky, un tándem que -tras años de trabajar en el ámbito del teatro- da el salto al cine con una comedia social que pone en el mapa cinematográfico mundial a Tucumán, provincia del norte argentino de reducida producción audiovisual.
Protagonizada por la actriz y cantautora Rosario Bléfari –eterna “Silvia Prieto”-, la película narra la historia de un grupo de empleados que viven en la casa de sus patrones cuando estos se ausentan. Rodada en Tucumán mayoritariamente con equipo técnico y artístico del lugar, cuenta con la producción de la experimentada Rizoma.
Vienen trabajando juntos desde hace años en el ámbito del teatro, ¿por qué decidieron dar el salto al cine?
Desde que entramos a la Licenciatura en Teatro de la UNT, en el año 2000, siempre hablábamos de cine, pensábamos en cine, veíamos casi una película por día. Cuando armamos nuestro grupo comenzamos a experimentar hacer teatro “como si fuera cine” en cuanto a la narrativa, la actuación y la estética; elipsis, historias con principio, desarrollo y fin, música de películas. El paso al cine fue sorpresivo pero natural al mismo tiempo. “Los dueños” comenzó como una idea para nuestra séptima obra de teatro, pero esta vez nos dimos la libertad de escribir sin limitarnos al punto de vista fijo del teatro, el mismo espacio, el “aquí y ahora”. Queríamos hacer una obra gigante, diferentes escenografías, hasta diferentes días. En fin, la necesidad de hacer una película era muy fuerte. Nos presentamos al concurso de Opera Prima pensando en que íbamos a perder, pero al ser el primer llamado, podríamos presentarnos nuevamente en el tercero. Pero ganamos.
¿Qué tan diferente fue la dinámica de trabajo ya establecida?
La dinámica de trabajo fue muy similar a la que utilizamos siempre. De hecho ese fue uno de los puntos más importante a la hora de coordinar el grupo durante el rodaje. Trabajamos de manera participativa, confiamos mucho en el equipo, en lo que cada uno de ellos puede aportar al proyecto, es más, alentamos permanentemente a todos a que opinen de manera comprometida, que hagan al proyecto parte de su vida, casi como nosotros. Dejamos el ego en casa y entramos a trabajar libres de ese tipo de conflictos. No es sencillo que todo el equipo entre en esta dinámica de buenas a primeras, pero una vez que lo logramos, somos un verdadero ejército romano, en el que por supuesto nosotros somos los que vamos al frente, pero respaldados por gente que va hacia el mismo lugar, sin dudas, sin falta.
¿Cómo nace esta historia, que tiene como trasfondo la lucha de clases?
Queríamos contar una historia de una mujer, una especie de heroína, una mujer que se propone una cosa y la va a lograr como sea. Las clases sociales se definieron, en principio, para tener una matriz conflictiva tan clásica que nos permitiera jugar libremente a su alrededor. Entonces dijimos: “Chica quiere chico; chico no acepta a chica. Conflicto”. Y como siempre nos pareció muy interesante el modo de operar de la gente más adinerada de Tucumán, que por un lado son como de alta sociedad pero se parecen mucho a la gente de clase muy baja en el modo de hablar y en sus intereses, cambiamos chica por señora de la alta quiere a chico de clase baja, y él no la quiere, a pesar de que ella sea linda y tenga todo el dinero que él no tendrá nunca. Pero nunca pensamos en hacer algo que se trate de la lucha de clases. Y si bien esto existe en la película, nos parece más interesante cada clase que la lucha en sí; la relación de clases más que la lucha.
¿Sobre qué temas las interesaba hablar?
Nunca pensamos en los temas que nos gustaría hablar. Nos gustan las historias, tejemos conflictos y de ahí van saliendo los ejes temáticos. En el proceso de escritura las cosas pueden cambiar tanto que intentar mantenernos dentro de un eje temático no nos gusta. Entonces todo puede pasar, hasta que nos enamoramos de una historia. A lo largo de nuestra obra se puede ver que hay un interés por las traiciones, el bien y el mal, la familia como primer núcleo conflictivo, el amor (retorcido como él mismo), las personas. Nos interesan los humanos y su compleja existencia, quién hace bien las cosas y quién no, y cómo esto puede darse vuelta de un día para el otro. La moral, la falsa moral. Pero todas estas cosas surgen naturalmente. Y lo que acabamos de hacer es una enumeración de las conclusiones que sacamos después de haber hecho las obras.
Siendo de Tucumán, una provincia del norte argentino con escasa producción local, ¿cómo estructuraron la producción?
La producción de la película fue muy similar a cuando hacíamos teatro, pero multiplicado por 50. Si bien contamos con el premio del INCAA y el apoyo de la Provincia de Tucumán, conseguimos muchas cosas gracias a la generosidad de mucha gente que aportó desinteresadamente. Para eso fue imprescindible la labor de los técnicos locales, Rodrigo Cañas y Valentina Días (ambientador y asistente de vestuario, respectivamente), que apelaron a un sinfín de amistades para conseguir cosas prestadas, así como la jefa de producción, Cecilia Salim, que encontraba apoyo en donde jamás uno se podía imaginar que lo haría. En ese sentido, todos los tucumanos hicimos esto muy a pulmón durante mucho tiempo, sin pretender nada más que hacer la mejor película posible. Y Rizoma administró el dinero, el poquito que teníamos, de la manera más increíble, logrando que trabajemos con los cabeza de equipo que elegimos, técnicos que admiramos mucho: Biazzi, Delgado, Vildosola y Barbieri. Con ellos, que no los conocíamos, logramos entablar relaciones tan estrechas como con nuestros comprovincianos, y como dijimos antes, esto hizo del equipo una verdadera familia que defendía una sola cosa: “Los dueños”.
¿Cómo fue la asociación con Rizoma?
Con Rizoma fue algo increíble. Desde que nos encontramos por primera vez con Hernán (Musaluppi) nos llevamos muy bien. Él es un tipo muy sincero, que va de frente y que además tiene una sensibilidad muy especial, con quien da gusto trabajar. Rizoma administró y administra los fondos de “Los dueños”, cuida mucho el dinero, sabe muy bien dónde gastar y dónde no, y logra acuerdos con técnicos y lugares de alquiler de equipos y post producción de primera categoría. Y lo mejor, en relación a los técnicos, es que paga bien, en tiempo y forma. No hay nada mejor para nosotros que sentir que la gente que estuvo en el proyecto pudo cobrar todo lo que se merecen.
¿Qué esperan de esta participación en Cannes?
Esperamos que esto signifique la posibilidad de seguir filmando. Y que sirva de aliento a nuestros camaradas para que se presenten a los concursos del INCAA, que tiene fondos para hacer películas. “Los dueños” demuestra que estos fondos son para todo el país. Y también esperamos que el hecho de que esta sea la primera película que gana un concurso de Opera Prima (año 2010) y ahora está en Cannes (también récord histórico en Tucumán) movilice aún más al Estado provincial y a los empresarios privados para que comiencen a jugar un papel más activo y determinante en la producción de películas tucumanas. El cine es una gran industria, debe ser vista como eso, hay que entender que genera movimiento económico, y sobre todo, fuentes de trabajo a artistas. Además, claro está, de la visibilidad de la provincia a niveles inimaginables, nacional, y ahora internacional. Algunas personas en Tucumán nos decían: “¿Qué es mejor, que el Estado te ayude para hacer la película o que gaste en hacer cordón cuneta?”. Absurda y escueta comparación. Esto tiene que cambiar, los que manejan el dinero de la provincia tienen que poder ver que hay una tradición artística muy potente, que está al nivel de cualquier otra ciudad del mundo; solo que necesita de esos otros agentes que completan la red productiva.
¿Creen que en algún punto los festivales están buscando historias fuera de los márgenes de Buenos Aires, que siempre ha sido la cara del cine argentino?
Antes que los festivales, esta transformación se tiene que dar a nivel nacional. Poco a poco van apareciendo más y mejores producciones en el interior del país, y esto es muy positivo. Hay una realidad que con el tiempo se va a transformar: la industria cinematográfica se instaló en Buenos Aires y le cuesta mucho cambiar el foco. Pero hay otra realidad, y hay que tenerla muy en cuenta: hace tiempo que el cine porteño está dejando mucho que desear en cuanto a las historias que tiene para contar, en el modo de hacerlo, en los temas que eligen y en la visión de las cosas. Y es lógico en algún punto, porque también son pocos los que hacen cine y eso limita mucho el abanico de posibilidades dramáticas. En las provincias pasan muchas cosas, algunas muy diferentes a las de la capital, y otras no tanto, pero seguro que el enfoque con el que se tratan las cosas es diferente, y eso, al cine argentino le viene muy bien.
Cynthia García Calvo.