Diego Quemada-Diez, director de “La jaula de oro”

Con el antecedente de haber participado en la Cinéfondation y el Atelier de Cannes, Diego Quemada-Diez presenta en la sección Un certain regard su largometraje “La jaula de oro”, un drama sobre la migración protagonizado por actores naturales de México y Guatemala.

“La jaula de oro” –en competencia asimismo por la Cámara de Oro, premio a la mejor opera prima del certamen- cuenta la historia de Juan (Brandon López) y Chauk (Rodolfo Domínguez), dos adolescentes que dejan sus lugares de origen, Guatemala y Chiapas, respectivamente, para buscar un mejor futuro en el norte.

Producción mexicana de Animal de Luz Films y Machete Producciones, esta última, productora de “Año bisiesto”, film de Michael Rowe ganador de la Cámara de Oro en 2010.

La película debuta en Cannes tras pasar por instancias de formación del certamen, como la Cinéfondation. ¿Cómo repercutió en tu proyecto el trabajo en este espacio?

A partir de un premio de desarrollo de guión en el festival de Amiens conocí a Georges Goldenstern de la Cinéfondation del Festival de Cannes. Me apoyaron sin cesar hasta que la película participó en el Atelier del Festival de Cannes en 2010. Fue como si tuvieran una varita mágica. Sin su apoyo esta película no se hubiera hecho. Fue poco después que encontré a mis productores Inna (Payan) y Luis (Salinas); antes tuve a tres o cuatro productores que salían corriendo de miedo. Inna y Luis tuvieron una valentía increíble y apostaron por un proyecto muy arriesgado y complicado de hacerse; sin ellos y sin el Eficine/Imcine tampoco se hubiera podido hacer.

“La jaula de oro” cuenta la historia de dos adolescentes buscando un futuro mejor. Este es un tema habitual en el cine mexicano, ¿de qué forma lo abordaste para otorgarle su particularidad?

México es el país que más mano de obra expulsa en el mundo. Es inevitable tocar ese tema, sobre todo desde la firma del Tratado de Libre Comercio, que ha destruido el campo y la producción nacional. La relación entre Norte y Sur es de los temas claves de este siglo. En nuestra película se cuestiona ese modelo postcolonial a través de las consecuencias en niños, provocando una reflexión en cuanto a qué mundo damos a nuestros jóvenes. Sin ninguna duda es una película política; estamos hartos que la hipocresía de USA y sus siervos destruyan la dignidad humana. Esta película parte de una investigación de campo en todos los puntos del viaje durante más de 7 años, cada escena viene de la experiencia de un niño, de un migrante o mía. La película es la suma de las verdades de cada uno de nosotros, esperamos que eso se sienta, hay sentimientos profundos de cada uno de nosotros. A nivel conceptual, el problema migratorio es tratado a través del conflicto entre dos formas de ver el mundo.

Buscaste actores naturales para el film, ¿por qué esa elección?

Me fascina el neorrealismo, hacer un cine comprometido con la realidad de nuestro momento histórico, con la esperanza de compartir un sentimiento que se refleje en nuestra sociedad. Parto de una investigación muy detallada y profunda, a partir de ahí escribo la narrativa y luego les doy el papel a personas que aporten su realidad y refuercen el concepto que quiero comunicar. Dar voz a personas que normalmente son ignoradas por la sociedad, de eso se trata.

Has trabajado como asistente de Ken Loach, ¿cómo te ha influenciado?

Trabajar en “Tierra y Libertad” con Ken Loach marcó para siempre mi forma de hacer cine. Fui la persona más feliz, a través del trabajo con él aprendí todo su método de filmar en continuidad, no darle el guión a los actores, apostar por una cierta improvisación. Se trata de crear las circunstancias para que los actores tengan una experiencia vital, que el proceso de la película sea como un viaje para ellos, donde eres su guía. La dirección que aprendí de Ken es una dirección indirecta, tú nunca les dices a los actores: “haz esto y aquello”, provocas una situación alrededor que hace que ese personaje haga eso. Ken es un mago, es tan humilde pero a la vez tan grande, podía crear algo de una manera totalmente invisible. Siempre me decía que la mejor dirección es la que no se dice, es lo contrario a la dirección normal, donde todo es literal, todo es claro, todos son como robots. Cuando tratas de hacer algo humano, lo que tratas es que las personas tengan una experiencia humana, vital; y entonces simplemente lo documentas, tú estás ahí como un testigo y el público contigo. El método de Ken me marcó mucho, la forma en cómo se filma; la lente está a la altura de un ser humano, nunca pones la lente donde no pueda ver un ser humano. En la película, en general, hay un punto de vista literalmente humano, a la altura del ojo y con una visión parecida a la que tenemos, no usas extremos angulares; es crear la ilusión, un juego con el espectador de que él está ahí, observando algo, es testigo de algo, como si estuviera viendo a través de una ventana.

Cynthia García Calvo.