Juan Martín Hsu, director de “Los caminantes de la calle”
Las historias del cineasta argentino Juan Martín Hsu son un mosaico de experiencias con la inmigración como hilo conductor. Ocurre así desde su primer largometraje, "La Salada", con el que ganó el premio Cine en Construcción del Festival de San Sebastián, y en el segundo, “La luna representa mi corazón”. Hsu participó con su nueva película, “Los caminantes de la calle”, en el Málaga WIP Iberoamérica, donde recibió varios premios en servicios para acelerar su finalización.
Producida por las argentinas Protón Cine y Zebra Cine en coproducción con la peruana Suena Perú, el film vuelve al tema de la inmigración, centrándose en la investigación de una fiscal a una agrupación mafiosa china. La película - que antes de WIP de MAFIZ, participó en el Málaga Festival Fund & Co-production Event (MAFF) del mismo mercado, el Encuentro de Coproducción de Guadalajara y en Iberseries & Platino Industria - tiene fecha estimada de estreno para el segundo semestre de 2024. LatAm cinema conversó con el director en Málaga sobre esta película, la recurrencia del tema de la inmigración y su experiencia en MAFIZ.
¿Hay un por qué para centrar todas tus historias en la inmigración?
Tiene que ver con mi propia experiencia como inmigrante. Nací en Argentina, pero mis padres son taiwaneses-chinos. Así fue con “La Salada”, con el corto “Diamante Mandarín” y, después, con “La luna representa mi corazón”. Cuando tenía 17 años, mi madre volvió a Taiwán porque no estaba a gusto en Argentina. Vio que yo podía cuidarme solo y se fue. Estuvimos separados 10 años. Después de ese tiempo fui a Taiwán con una cámara y empecé a filmarla. Al regresar, no sabía bien qué hacer con ese material y empecé a pensar un proyecto. Pasaron nueve años más hasta que volví con otra cámara a terminar lo que había empezado. Es una película que transcurre en 10 años, pero me tomó, básicamente, 20, y trata sobre mi historia personal con mi madre. Sobre ella y sobre sus diferentes exilios. También es la historia de mi padre, que murió asesinado cuando yo era chico en Argentina. Fui a Taiwán a intentar averiguar qué había pasado, si habían sido mafias. Nunca se supo y al fin de cuentas, el documental, que era sobre mi padre, terminó siendo sobre mi madre.
En “Los caminantes de la calle” aparecen las mafias, los asesinatos, la extorsión, ¿esto se relaciona con la historia inconclusa de la muerte de tu padre?
Esta película tenía que ver, un poco, con explorar a partir de lo que pasó con mi padre. Es algo que yo presencié, que siempre trato de transitar, y apareció esta posibilidad. No es que me interese la mafia en sí, sino lo que transcurre alrededor de ella. La película es sobre una fiscal que investiga a una mafia china en Mendoza mediante escuchas telefónicas. Las escuchas, que son grabadas, tienen la particularidad de que las mafias hablan en dialectos, en este caso, dialecto cantonés, y como no encuentran traductor dentro de Argentina que quiera participar, porque la comunidad tiene miedo, llaman a un policía chino que llega desde Shanghai. Este policía traductor empieza a traducir esos materiales y al poco tiempo se conoce que las mafias no solo extorsionaban a sus compatriotas, sino que también hay trata de personas, narcotráfico y peleas por territorios. Esa es la historia.
¿Cuáles fueron tus propósitos al inicio del proyecto?
Lo que me interesaba, sobre todo, era resaltar el tema lingüístico que se da en las escuchas y en la traducción, y lo que se deriva de poder entender y conectar con estas personas, ya sean las víctimas o los victimarios. Pero más allá de eso, el desafío era hacer una película de género policial, que a mí me gusta verlas, pero nunca había intentado filmar una. Eso ya era un desafío bastante grande, porque no tengo recorrido sobre eso, ni experiencia, fuimos aprendiendo mientras filmábamos.
“Me interesaba resaltar el tema lingüístico que se da en las escuchas policiales y en la traducción, y lo que se deriva de poder entender y conectar con estas personas, ya sean las víctimas o los victimarios”.
¿Desarrollar la historia en dialecto chino forma parte de la película desde el comienzo?
Sí, siempre fue parte de la historia. De alguna manera, es lo que pasa en la realidad. Decidimos tomar elementos de la realidad y ficcionalizar el universo que nos interesaba contar a través de la traducción. Tratar de entender o responder por qué la mafia extorsiona a esos compatriotas que no saben hablar el idioma del país en el que viven, y se aprovechan. No pueden hacer una denuncia, no tienen abogados ni manera de comunicarse con ellos, están básicamente por fuera de la ley y como por fuera de la sociedad. Por eso se generan esos micromundos donde quedan encerrados en sus propias burbujas.
¿A qué espectador está dirigida la película?
Más allá del marco teórico del que hablamos, es una película de género policial, con acción. Ojalá pueda llegar a un espectador más abierto, no necesariamente que sea de nicho cinéfilo. Otras películas anteriores quizás están más cerradas, esta creo que tiene la posibilidad de salir un poco más. Está claro que no es una película comercial, pero tratamos de que se abra a un espectador que le interese el tema.
¿Cómo fue el proceso de producción?
Vengo trabajando con Mariela Luconi, mi productora en Argentina, desde el inicio. Ya mientras la escribíamos, pensábamos una manera de producirla. En Argentina es muy difícil filmar género, sobre todo a nivel presupuestario, pero teníamos esperanza de obtener financiaciones. Y yo no me quería atar, era algo que lo planeamos con Mariana: que no fuera imposible de filmar. Si yo armaba un guion donde pasan un montón de cosas, si no conseguíamos el dinero, sería una frustración. Por eso fue un guion permeable a los cambios.
¿Cuándo apareció la posibilidad de coproducir con Perú?
Veníamos pensando en Perú porque allí hay una inmigración china muy grande. En Argentina también, pero yo soy parte de ella, la conozco bastante. Siempre trabajo con actores naturales y sé que mucho no voy a poder encontrar. Todos los que aparecen en la película, excepto la protagonista, Victoria Almeida, son actores naturales. Para ella fue un trabajo complejo. Tuvo que bajar su registro y compartir con ese universo y le fue muy bien. En Argentina, hace años venía buscando y no encontraba opciones, así apareció Perú. Probamos, hicimos unos castings a ver qué pasaba y aparecieron un montón de chicos. La mafia entonces se vuelve algo más juvenil. Se volvió una mafia de pandillas.
Además de los actores naturales, ¿hay locaciones en Perú?
Sí. Venían mejor para la burbuja que se arma dentro de las comunidades. El extrañamiento de filmar en Perú como si fuera Argentina ayudaba a generar ese microcosmos. Uno no sabe dónde está o cómo viven ellos o cómo perciben el país donde viven. Las responsables de locaciones, Georget Gallet Jiménez y Ana Bajuk, hicieron un gran trabajo. Filmamos en Lima tres semanas y después dos en Mendoza. Entonces ahí, por eso el guion es flexible, apareció la opción de separar el rodaje en dos. No podíamos llevar actores de una ciudad a otra, así que preparamos el guion y dijimos todo esto por acá y todo lo que es de la fiscal y la investigación va por otro lado. Ahora funcionan como dos líneas, pero en el guion original se cruzaban bastante más. Fue trabajando el guion con la producción que nos planteamos como objetivo filmar género, pero que no nos quedara una película barata. Eso nunca puede pasar. Nunca nos puede quedar como que no alcanzó la plata. Era mejor no filmar a hacer algo así. Hay momentos que no lo pudimos evitar, pero con trabajo de postproducción y VFX tal vez podamos mejorar esos detalles.
¿Qué balance hiciste de la participación en MAFIZ?
Los premios son muy importantes para las películas que están en esta instancia. Nos ayudan a dar un paso más, a estar más cerca de terminarla. Pero más allá de los premios, la experiencia fue muy gratificante. Fue muy bueno lo que hace el MAFIZ rodeando a los proyectos de un entorno de trabajo con profesionales de diferentes áreas de la industria, que aportan opiniones y consejos de manera muy productiva. A diferencia de otros Work in Progress, me pareció interesante la amplia cantidad de películas, que, en el marco del Festival de Málaga, logran acercarlas a programadores, distribuidores, agentes de venta, productores y empresas, para que puedan ojear algo de lo que está sucediendo en la producción iberoamericana actual.