LatAm premiere: Cristóbal León y Joaquín Cociña, directores de “Los Hiperbóreos”
“Los Hiperbóreos” es el segundo largometraje de los directores chilenos Cristóbal León y Joaquín Cociña, que vuelven a incursionar en la animación después de “La casa lobo”. Producido por León & Cociña y Globo Rojo, el filme se estrena en la Quincena de Realizadores del 77° Festival de Cannes. Con esta película, los directores se mantienen en la línea de trabajo artesanal de su ópera prima, con una propuesta que, sin limitarse a la animación, no escatima en su uso, pasando por diferentes técnicas y dispositivos fílmicos que oscilan entre la ficción, lo teatral y lo performático.
El filme está protagonizado por la actriz y psicóloga Antonia Giessen (que se representa a sí misma en el filme), que decide filmar el guion soñado por uno de sus pacientes. En su travesía, la película se va volviendo como una mamushka que cada vez revela más y más capas en las que la protagonista va quedando atrapada. En busca de ayuda, la psicóloga acude a dos directores de cine: León y Cociña, representados en la película por marionetas.
La política, un pasado chileno relacionado al nazismo y cierta irreverencia tanto a nivel de texto como de puesta en escena nos hacen perder la percepción de que todo lo que estamos viendo es o ha sido real, y ha sido dramatizado.
Producción chilena independiente realizada casi únicamente con fondos públicos, la película no participó en espacios de industria a excepción de un pasaje por CCC Cine que le valió un pequeño apoyo económico. LatAm cinema conversó con la dupla de directores sobre el filme, los escollos a los que se enfrentaron para producirlo y los aprendizajes obtenidos.
¿De dónde surge el desarrollo de esta idea, del guion y el dispositivo de la película?
- C.L.: Tras estrenar “La casa lobo” en 2018 en Berlín, con Cristóbal sabíamos que no queríamos meternos de inmediato en otro proyecto de animación, porque “La casa lobo” duró cinco años y la escritura del guion también duró cinco años junto a Alejandra Moffat, nuestra coguionista. De hecho, hicimos algo medio suicida en términos profesionales que fue llegar felizmente a Berlín sin ningún proyecto. Cuando la gente nos preguntaba: “¿Y qué van a hacer ahora?” Nosotros no sabíamos. “Vacaciones quizás”. Algo que era mentira, pero ni tan mentira. O sea, no teníamos ningún proyecto. Pero sabíamos que no queríamos hacer otro proyecto de largometraje de animación porque, por cómo había sido el proceso, meternos a otro proyecto así era como seguir haciendo “La casa lobo”. Lo que sí sabíamos era que queríamos hacer una película con actores y queríamos hacerla rápido. Algo que no resultó. Nos pasaba que el guion se iba complejizando y como que nunca terminaba realmente. Pero tampoco había una razón real para terminarlo. Nos dimos cuenta de que, en realidad, no queríamos rodarlo en ese posicionamiento porque no estaba lo suficientemente maduro.
¿Y cómo llegan a que todas estas expresiones o metodologías converjan en un solo trabajo?
C.L: Creo que en “Los Hiperbóreos” le dimos rienda suelta al caos. La escritura del proyecto ocurrió mayormente durante la pandemia, con participación de Joaquín, Alejandra Moffat y yo. Enclaustrados en eternas reuniones por Zoom, habitando la locura del encierro e incapaces de ver el proyecto con claridad, en algún momento nos dimos cuenta de que el guion que teníamos eran varios guiones y decidimos separar los siameses. En la película dejamos el lado monstruoso, decidimos que fuera un proyecto que encarnara nuestra propia incapacidad de escribir un guion normal, un guion como escribe la gente decente.
J.C: Durante el proceso del guion salieron, digamos, tres escaletas y dos guiones. “La plaga”, un guion que tenemos listo y está siendo traducido al inglés, es una película asociada a multiversos en la que un personaje viaja por distintos géneros cinematográficos. Esa película va a estar protagonizada por Antonia Giesen. “Los Hiperbóreos” también está protagonizada por ella, es como la versión con política, esotérica y más asociada a mostrar el proceso de cómo se hace una película.
¿Qué tan autorreferencial sienten la película al incluirse como parte de ella?
J.C: Me da un poco de pudor, pero nosotros somos muy respetuosos acerca de cómo las cosas se van dando, y convertimos muchas bromas en ideas serias al momento de pensar una película. De hecho, en “La casa lobo” hay conceptos muy terroríficos que surgieron de ideas que nos parecían muy divertidas. Y en este caso nos pareció lo más chistoso y lo más honesto meternos ahí adentro. Nos confundía mucho pensar en crear personajes de directores que no fuéramos nosotros, porque era sumarle una complejidad completamente artificial. De hecho, Antonia es efectivamente psicóloga, actriz, vive en Alemania, hay muchos elementos de realidad. En el contexto de fantasía, horror o ciencia ficción, desde ese paradigma, tocamos temas del mundo real que funcionan como anclas. En nuestras películas nos gusta tener elementos de nuestra realidad inmediata convertidos en el equivalente a un Gollum de “El señor de los anillos”.
¿En qué lugar pensaron poner al espectador con la película?
C.L: Yo no pienso mucho en un espectador abstracto mientras hago películas. Me gusta divertirme con el trabajo. Pienso nuestras películas desde la comedia, aunque el resultado no siempre sea cómico para los demás. Intento que nuestras películas tengan elementos que me diviertan y me mantengan entretenido, ya sean visuales, literarios, emocionales, políticos, de actuación, etc. En realidad, no es verdad, igual pienso en un espectador abstracto, intento que nuestras películas sean entretenidas en el sentido de tener al espectador entre las manos. Quizás nuestras películas tienen mucho que ver con esa fricción entre comenzar de premisas muy raras y abstractas, y tratar de encauzarlas en algo que sea digerible.
“En nuestro trabajo hacemos un puente entre el mundo del cine, el mundo de la animación y el mundo de las artes visuales”.
¿Cómo llegan a financiar este proyecto tan particular?
J.C: Chile tiene dos fondos de fomento: un fondo de cine y un fondo de nuevos medios asociado a la exposición. Ahí entra esta idea de hacer un rodaje y una exposición que puede ser vista por el público. Entonces pudimos acceder a ambos fondos, básicamente fueron fondos públicos, también conseguimos el apoyo de CCC y CORFO.
Chile está en un momento muy interesante a nivel de exposición, pero las películas que hacen ustedes son muy distintas, sobre todo en cuestión de forma. ¿Cómo ven ustedes al cine chileno hoy?
J.C: Jaime Vadell, el actor que hace la voz de mi personaje dijo: “Estamos en el quinto renacimiento del cine chileno”, algo divertido y un poco pesimista. Pero es real que el cine chileno pasa, cíclicamente, por momentos de auge y de caída. Dicho esto, creo que el cine chileno atraviesa su mejor momento en términos de industria. No tengo registro de que haya habido un momento con este nivel de energía de producción. De plata siempre fue básicamente un sistema de fondos públicos, pero ahora se puede, en términos de recursos humanos, hacer una película acá sin tener ningún problema. También hay varias generaciones de directores que, por primera vez, sabemos trabajar con presupuestos reales. Antes daba la impresión de que el cine chileno estaba hecho con un presupuesto equivocado. Ahora hay cierta conciencia de cómo es tu película en base a cuánto dinero, cuántos recursos humanos tienes.
C.L: Para mí, esta es una de las épocas doradas del cine chileno. Esto obviamente no se condice con las preferencias del público, pero es imposible competir con las maquinarias de marketing del cine gringo, que tiene mucho más presupuesto para publicidad que nosotros para hacer cine.
¿Y cuál sienten que es su aporte a esta filmografía?
J.C: Yo tenía una sospecha y la confirmé charlando con alguien que estudia cine chileno en la Universidad de Oxford, y es que la matriz del cine contemporáneo chileno es el realismo y el naturalismo. Ese es el lugar desde donde se narra. Pero nosotros no somos eso, ni Cristóbal ni yo tenemos esa aproximación. Creo que somos de los pocos cineastas que no somos realistas. No es que seamos surrealistas, pero este fenómeno está alineado en todas las aproximaciones narrativas contemporáneas.
C.L: Espero que lo que hacemos sea un aporte para el ecosistema del cine chileno. Un aporte que alcanzo a ver es que hacemos un puente entre mundos: el mundo del cine, el mundo de la animación y el mundo de las artes visuales.
Respecto a los fondos de Chile, ¿crees que el esquema está bien armado?
J.C: Nosotros hemos financiado más del 90% de nuestros trabajos con fondos públicos. Creo que el problema concreto es que hay demasiada gente buena haciendo cine en Chile. Y entonces claro, al presentarse todos a la misma sección, es un problema. Quizás sería inteligente armar nuevos fondos, pero claro, hay poco dinero. Rodar en Chile no es barato. Creo que tendría que haber más dinero y también sería bueno separar los fondos con el diferencial de óperas primas.
¿Cómo es la dinámica de trabajo entre ustedes dos?
C.L: En todos nuestros proyectos, pero quizás en este más, valoro la sensación de laboratorio que tiene nuestro trabajo. La sensación de que estamos en un lugar donde mezclamos químicos con una idea, pero sin demasiado cuidado y vamos viendo las reacciones, los accidentes y los humos que salen. Creo que trabajar en dupla nos permite una distancia sana con el trabajo.
J.C: Este rodaje fue completamente distinto a todos los que habíamos hecho antes, porque nunca habíamos hecho un rodaje formal. Con Cristóbal tuvimos la duda de cómo ordenar quién dirigiría qué en el rodaje, pero decidimos no tomar ninguna decisión basándonos en que ya hemos trabajado muchos años juntos de manera orgánica. Decidimos entrar sin plan y ver si lográbamos producir algo que funcionara. Y la ventaja de dirigir de a dos es que las energías se complementan. A mí me costó entrar en el rodaje y, ya sobre el final, Cristóbal tenía más energía para animar que para dirigir. Entonces fue una corroboración de que podemos trabajar juntos sin establecer bien las reglas.
¿Cómo fue el trabajo en el set? Eso tan espontáneo pero, a la vez, tan sincronizado.
J.C: En un momento, trabajar con plano secuencia fue como un suicidio productivo, pero a la vez nos protegió de perdernos en decisiones. Teníamos muy clara la gramática de la cámara, pero, al ser tan improvisado, el rodaje nos supuso algunos problemas, como el hecho de que las transiciones fueran escenas en sí, algo que no habíamos incluido en el plan de rodaje. Fue un muy buen rodaje, muy hermoso, pero también de mucho aprendizaje.
A Berlín llegaron sin ningún proyecto concreto, ¿cómo llegan a Cannes este año?
J.C: Para el próximo año vamos a rodar “La plaga”, que ya cuenta con financiamiento público. Es una película con actores escrita junto a Alejandra Moffat. También tenemos otro proyecto de animación que se llama “Hansel y Gretel" al que acaba de sumarse oficialmente Square Pig, la productora de Ari Aster.