LatAm premiere: Lucía Garibaldi, directora de “Un futuro brillante”
“Un futuro brillante”, segundo largometraje de la uruguaya Lucía Garibaldi, tendrá su estreno mundial en el Festival de Tribeca (New York, 4 al 14 de junio). Producido por la uruguaya Montelona en coproducción con Cimarrón (Argentina) y la alemana Achtung Panda!, el filme es un drama distópico protagonizado por Elisa, una joven que tras ser escogida para ir al Norte, una tierra prometida donde se está haciendo historia, rechaza el destino que le es impuesto. El proyecto participó en el CDPAI de Fundación Carolina y en el Foro de Coproducción de San Sebastián. En Uruguay ganó el fondo de ICAU para desarrollo y producción, Montevideo Desarrolla, Montevideo Filma y FONA. También se adjudicó el Berlinale World Cinema Fund, el fondo de coproducción de Ibermedia, y el reconocimiento de INCAA.
La ópera prima de Garibaldi, “Los tiburones”, recibió el premio a Mejor dirección del Festival de Sundance 2019, participó en más de 50 festivales internacionales y fue adquirida por múltiples territorios. Su nuevo trabajo, con ventas internacionales por Compañía de Cine, se estrena en la sección Viewpoints, reservada a realizadores que “rompen las reglas, modifican los géneros y abren nuevos caminos cinematográficos”.
El universo de “Un futuro brillante” tiene algo de irreal, de extraño, pero, a la vez, resulta reconocible y familiar. ¿Cómo hiciste para crear esa sensación, tanto desde el guion como en la búsqueda de locaciones?
Siempre me gustó, como espectadora, el efecto que se genera en las películas que parecen realistas pero de repente presentan una distopía, esa “realidad” que está un poquito corrida. Algo positivo de ese interés es que no es tan caro. “Un futuro brillante” no es “Los juegos del hambre”: muestra un mundo que se parece a nuestra realidad y eso lo hace muchísimo más alcanzable para una producción independiente en Latinoamérica.
Para crear ese mundo, pensábamos mucho en ideas que lo construyeran: costumbres, qué cosas comen los personajes, imágenes que cuentan. La búsqueda de locaciones fue la parte que más se sufrió. Por ejemplo, para las escenas en la Embajada del Norte - que finalmente filmamos en el estudio de grabación Sondor -, sabíamos que buscábamos un lugar “raro”. ¿Pero raro cómo? ¿nórdico? ¿con mucha tecnología? ¿de ciencia ficción? El complejo donde vive Elisa, la protagonista, fue filmado en la Cooperativa Covisunca de Montevideo. Es chiquitito, tiene esos pasillos que yo llamaba “los pasillos de “Florida Project”“ que te permiten poner la cámara afuera del apartamento. Buscamos mucho y cuando llegamos ahí, y vimos que era todo en escala mini, nos dimos cuenta de que entraba bien en el encuadre. Cuando llegamos ahí, Arauco (Hernández, director de fotografía) me dijo que el fotógrafo de su película, cuando llegaron a un lugar que les costó mucho encontrar, le dijo: “We have a film here”. Entonces Arauco me dijo lo mismo a mí cuando llegamos a Covisunca.
El guion fue escrito junto a Federico Alvarado, ¿por qué y cuándo decidiste sumar un coguionista al proyecto?
Yo empecé con esta historia hace varios años, antes de estrenar “Los tiburones”, y tres años más tarde se sumó Fede. Nos conocimos en la Fundación Carolina, donde yo fui con este guion y él con “Bajo la corteza”, una película que hizo con Martín Heredia. Ahí nos hicimos amigos y al tiempo yo estaba encontrando muchas dificultades para escribir esta distopía. Necesitaba que alguien viniera a ordenar un poco mi desorden mental. Federico, en principio, tuvo ese rol y después empezó la pandemia y ambos comenzamos a debatir ideas muy trascendentales, a pensar mucho en el sentido de la existencia, del trabajo, de ser productivos. La película se empezó a cargar de todo eso porque estábamos en permanente contacto con la muerte.
¿Cuáles fueron las películas que utilizaron como referencia?
Para mí es una película que no se parece a nada y no se trabajó con referencias. Desglosamos el camino del héroe de “Border” porque era similar al de Elisa, pero ahora estaba viendo “Elemental” de Pixar y tiene el mismo camino del héroe. Al fin y al cabo, es una chiquilina peleando por su poder de decisión. “Lady Bird” también tiene un conflicto similar. Respecto a las cuestiones más formales del mundo, vimos “Brasil”, “Alphaville”, The Lobster”.
“Siempre me gustó, como espectadora, el efecto que se genera en las películas que parecen realistas pero de repente presentan una distopía, esa “realidad” que está un poquito corrida”.
“Los tiburones” y “Un futuro brillante” son dos películas muy distintas, pero ambas están protagonizadas por mujeres jóvenes, interpretadas con mucha solidez por actrices noveles. ¿Cómo fue el trabajo con Martina Passeggi para darle vida a Elisa?
Lo sorprendente es que ninguna de las dos son actrices. Yo trabajo con coach de actores. En “Los tiburones” trabajé con mi amiga Chiara Hourcade y, en “Un futuro brillante”, con Matías Ganz, que también es mi amigo y fue mi compañero en la Escuela de Cine de Uruguay. Él me ayudó con el casting, y me pasó lo mismo que con mi primera película: me enamoré de una. Vi a Martina y dije “es ella”. Es una atracción con poca fundamentación, es muy instintiva. Marti es bailarina y yo me acordaba del manifiesto de Raúl Perrone que decía “trabajá siempre con músicos”, porque llevan el tempo. Entonces yo pensaba “bueno, los bailarines también, porque el cine tiene mucho de coreográfico”. Yo, en esta película, quería mover la cámara, generar cierta coreografía y nada mejor que una bailarina, que te hace todas las tomas iguales y dice todo en el momento en el que lo tiene que decir. También tuvimos mucho ensayo y un montón de trabajo en la confianza mutua, sumado a una mini cuota de intuición.
Estrenaste “Los tiburones” en Sundance y ahora estrenas “Un futuro brillante” en Tribeca. ¿Por qué crees que tu cine es tan bien recibido en los grandes festivales de Estados Unidos?
Recorriendo festivales con “Los tiburones”, me pasaba en Estados Unidos que había una complicidad inmediata. No sé si tiene que ver con dónde una pone el foco, el punto de vista, el tono, el humor, pero yo sentía que ahí lo agarraban. No sé bien por qué sucede eso. Tal vez porque consumí muchas películas de Estados Unidos. Notaba también un público con poco prejuicio de lo que viene de Latinoamérica. La película estuvo en varios festivales, en Nueva York, en San Francisco, en Los Ángeles, en Sundance, y -esto es una visión totalmente subjetiva - notaba en los Q&As que se hablaba más de la película que en otros países. Hablábamos de la protagonista, del arco, de la premisa, del mensaje. De cine hablábamos.
Entonces, si bien soy una cineasta latinoamericana, no sé si el tipo de películas que yo hago se enmarcan en lo que se espera del mundo de Latinoamérica . Siento que se esperan películas que hablen más directamente sobre una realidad latinoamericana. En Estados Unidos no sé si está ese prejuicio de lo que tiene que ser el cine latinoamericano. Así que sí, es raro que los gringos me tomen, pero yo los tomo a ellos y a su cine independiente. Es mutuo. Es divertido, es más juguetón y no importa tanto la identidad mía en ese público, importa más la obra. Siento que tiene más valor mi película cuando no importa tanto quién soy yo, ni de dónde vengo, ni qué represento, ni nada de eso.
¿Cómo ves este momento del cine uruguayo?
Ahora se vienen un montón de películas, más que antes. El año pasado hubo muy pocos estrenos, tal vez un poco por el coletazo del Covid, como me pasó a mí, pero este año se vienen muchos estrenos y rodajes, muchas películas que tengo ganas de ver como la de Federico Borgia o lo que filmará Matías Ganz. Siento que seguimos cultivando una cinematografía, pero son películas muy distintas, así que no veo un “cine uruguayo”. Quizás está cada vez más amplio y eso es lo que más me entusiasma. Que está arriesgado para todos lados.