• Marta Gómez y Paula Iglesias, directoras de “Flying Hands”, en competición en Hot Docs

    Marta Gómez y Paula Iglesias.

  • Marta Gómez y Paula Iglesias, directoras de “Flying Hands”, en competición en Hot Docs

    Imagen del rodaje en Pakistán.

  • Marta Gómez y Paula Iglesias, directoras de “Flying Hands”, en competición en Hot Docs

    Narjis Khatoon, hija de Aniqa Bano.

  • Marta Gómez y Paula Iglesias, directoras de “Flying Hands”, en competición en Hot Docs

    Aniqa Bano, Narjis Khatoon y Shahar Bano.

  • Marta Gómez y Paula Iglesias, directoras de “Flying Hands”, en competición en Hot Docs

    Aniqa Bano, protagonista de “Flying Hands”.

Marta Gómez y Paula Iglesias, directoras de “Flying Hands”, en competición en Hot Docs

Dirigido por Marta Gómez y Paula Iglesias, “Flying Hands” narra la historia de Aniqa Bano, una mujer que, tras dar a luz a una niña sorda, lucha por la diversidad en una pequeña villa paquistaní donde fundó una escuela hogar para personas sordas. El film está producido por Al Borde Films, una compañía liderada por las propias directoras junto a Sara Blanco que acumula experiencia en proyectos audiovisuales “con alma social”. La película tendrá su premiere mundial en la 31ª edición del festival Hot Docs de Toronto. 

Marta Gómez es guionista, directora y miembro del comité de selección de Plume & Pellicule, residencia creada por la ONG suiza DreamAgo. A lo largo de su trayectoria, ha colaborado en proyectos en Europa, Australia y Centroamérica, ha sido jurado y asesora de Proimagenes Colombia y docente de la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional de Bogotá. En 2020, se incorporó a Al Borde Films, productora fundada cinco años antes por Paula Iglesias, periodista, directora y editora. “Solo son peces” (2019), el corto documental dirigido por Gómez junto a Ana Serna y producido por Al Borde, ganó el Gran Premio del Cine Español en ZINEBI, el Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao.

Marta Gómez y Paula Iglesias conversaron por videollamada con LatAm cinema para compartir cómo fue la producción de “Flying Hands” y el rodaje en Pakistán, un país distante tanto geográfica como culturalmente.

¿Cuáles fueron los inicios del documental?
Paula Iglesias (PI): Nuestra productora tiene un alma muy social. Por un lado tenemos proyectos propios, pero también tenemos proyectos de encargo que llegan desde las ONG, como es este caso. “Flying Hands” empezó con una visita que nos hicieron desde la ONG Baltistan Fundazioa, que trabaja desde hace 20 años con las comunidades del Valle de Hushé, en la cordillera del Karakórum en Pakistán. Ellos nos contaron la historia de Aniqa y de cómo había comenzado su escuela. Vimos claro que había una historia fuerte y lo que empezó siendo una propuesta para grabar un corto, acabó siendo una película.

¿Cuándo comenzaron con el desarrollo del guion?
Marta Gómez (MG): Desde que la fundación toca nuestra puerta, cuando nos elige para contar la historia. Luego llegó la fase en la que la protagonista, Aniqa, tenía que sentir lo mismo: que éramos las adecuadas. Porque somos mujeres blancas, occidentales, que desde nuestro privilegio íbamos a Pakistán a contar su historia en un contexto y un entorno cultural que nos es ajeno. Generar esa confianza y esa sintonía entre ella y nosotras era importante. Para esa parte autoral, tuvimos un trabajo muy personal entre nosotras y también una colaboración muy directa con Aniqa. Un trabajo muy cercano y muy intenso con ella a la hora de generar la estructura del guion a través de la cual íbamos a contar su historia. Fue una preparación muy profunda antes de presentarnos allí en su casa, en su escuela, con su familia. Fue un poco acelerado todo el proceso porque ya contábamos con los 20 años de experiencia de la fundación y el recorrido que ellos habían hecho en el valle.

¿Participaron en laboratorios o residencias durante esa primera etapa?
MG: Fuimos directo a los mercados. El proyecto estuvo seleccionado en 2022 en el Foro Lau Haizetara del Festival de San Sebastián. De hecho, fuimos dos días antes de viajar a Pakistán. El primer viaje estaba previsto para mayo de aquel año, pero, por un intento, más que un intento, de golpe de Estado en el país, nos negaron las visas. Luego llegaba la época más fuerte de nieve y hasta octubre de 2022 no pudimos ir. Se dio justo en la víspera en la que se conoció que el festival nos había seleccionado. La siguiente participación que tuvimos fue en la fase de rough cut en el Medimed (The Euro-Mediterranean Documentary Market) en Sitges.

En el dossier de presentación se indica que desarrollaron nuevas vías de producción, ¿a qué se refieren?
MG: Nuevas para nosotras. Es verdad que hasta ahora nos hemos financiado con una estrategia muy estándar: aplicando a subvenciones públicas y complementándolas con algunos apoyos privados. Era la estrategia que conocíamos, la que nos ha funcionado y la que hemos desarrollado hasta la fecha. Esta es la primera vez que formamos una Agrupación de Interés Económico (AIE) que es como el triple salto mortal de la coproducción. Es la formación de una empresa momentánea que se crea durante un período de tiempo para financiar la película. La AIE en nuestro caso está formada por dos productoras: Al Borde Films y Labografías, Nodos de expresión. A través de esta agrupación y gracias al incentivo fiscal,  la película se financia de manera privada .

PI: Para nosotras ha sido duro sostener esa figura, porque requiere de mucha inversión propia. Hemos apostado muy fuerte por la historia, porque realmente creemos que tiene que ser contada.

"Se trataba de encontrar un equilibrio entre el espacio, la historia de una mujer que es tan potente y nuestra propia forma de entender el cine. Porque todas esas grandes montañas que rodean la vida de Aniqa no dejaban de ser obstáculos a los que ella se había enfrentado. Esos grandes muros con los que había peleado toda su vida"

¿A qué desafíos se enfrentaron?
MG: La preproducción fue complicada. Primero porque somos un equipo pequeño haciendo una preproducción para un rodaje en un país alejado, que no tiene un tejido cinematográfico muy desarrollado. Para todas las necesidades que nosotras no podíamos cubrir era difícil encontrar el equivalente allí. Esto implica que no hay tantos técnicos y los que hay están muy localizados en las capitales. Nosotras íbamos a una región muy remota. Luego cosas como diferencias horarias y de idioma, no todo el mundo habla inglés. Teníamos unas ideas preconcebidas de qué necesitábamos y luego nos fuimos adaptando a lo que nos ofrecía el país, a lo que nosotras podíamos aportar, al presupuesto que teníamos. Nos íbamos a enfrentar a un rodaje de un mes y todas las localizaciones las hicimos a distancia.

P.I.: Teníamos un tiempo limitado, por eso eran muy importante estas reuniones previas con Aniqa. Luego está todo el trabajo que hizo nuestra compañera Sara Blanco, que se encargó de conseguir las visas, de hablar con la persona que llevaba la gestión local en Pakistán, de encontrar una persona con la que hacer las selecciones previas de localizaciones, de comunicarse con el sonidista, Abdul Hameed, que fue una persona clave en el proyecto porque nos hacía de traductor cultural. Llegamos a él a través de personas de Al Jazeera que habían estado trabajando en la zona y fue un regalo. Con él pudimos enterarnos un poco de todo el lenguaje que está, pero no se ve.

¿Cuáles fueron sus retos como directoras de fotografía?
MG: Lo más desafiante es que, de partida, no somos directoras de fotografía; lo digo por dignificar los oficios y por ser muy respetuosas con las directoras de fotografía. Esto fue un regalo, porque es un proceso que disfrutamos un montón, que nos ayudó a trabajar de una manera muy íntima e intensa en la dirección, pero inicialmente la idea era ir con una directora de fotografía o con un director. No se pudo dar. Hubo una reestructuración de equipo. Acabamos asumiéndolo nosotras con ilusión, pero también con miedo y respeto. Asumiendo nuestras carencias, hablamos mucho con la persona que iba a recibir estas carencias, que es la colorista de la película, Lara Vilanova y, por consejo de ella, y siendo honestas, que es lo que mejor se nos da, dijimos: vamos a tener una mente muy abierta, un ojo respetuoso, sensible e intentar construir imágenes lo más evocadoras posibles. Jugar con las herramientas naturales, no buscar un artificio que no somos capaces de hacer y sacarle el mayor provecho a lo que tenemos, que son unos paisajes y unos escenarios maravillosos, totalmente diferentes a lo que estamos acostumbradas. Las personas, los ropajes, las pieles, las texturas; la luz es distinta.

P.I.: La película tiene mucho de nosotras. En la forma que escogimos para rodar se ve que le dedicamos mucho tiempo a observar. No llegábamos al espacio y nos poníamos a grabar. Hicimos un ejercicio de paciencia, sabiendo que teníamos un tiempo limitado. Se trataba de encontrar un equilibrio entre el espacio, la historia de una mujer que es tan potente y nuestra propia visión y carácter y forma de entender el cine. Porque todas esas grandes montañas que rodean la vida de Aniqa no dejaban de ser obstáculos a los que ella se había enfrentado. Esos grandes muros con los que había peleado toda su vida. Esa paciencia dejó que saliese a la luz ese equilibrio que era tan importante para nosotras.

¿Qué camino siguió el documental hasta llegar a esta premiere mundial en Hot Docs ?
MG: Ahí poco control tenemos. Estamos trabajando con Limonero Films, distribuidora y agente de ventas con oficina en Londres y en Barcelona. Apostamos por una distribuidora internacional porque pensamos que podía ayudar a que la película tuviese una mayor difusión fuera de nuestro territorio. Y ahí, una vez que la criatura echa a andar… Para un primer largo de proyección internacional, que se estrene en Hot Docs es un sueño, es una alegría. En nuestra lista de deseos de donde queríamos que fuese una premiere mundial pues, obviamente, estaba este festival.