Natalia Santa, directora de “La defensa del dragón”
Tras pasar por la Quincena de los Realizadores de Cannes, el pasado 27 de julio se estrenó en el circuito comercial colombiano la ópera prima de Natalia Santa, “La defensa del dragón”. En la película, Santa cuenta la historia de tres hombres solitarios agobiados por sus pequeñas derrotas cotidianas que buscan una posibilidad para redimirse. LatAm cinema dialogó con la directora y guionista bogotana a propósito de este relato sobre la cotidianidad producida por Galaxia 311.
¿Cómo surgió el proyecto que se convertiría en “La defensa del dragón”?
La historia empieza por una serie de fotografías de mi esposo, Iván Herrera. Él lleva muchos años documentando el centro de la ciudad. Había una serie de fotos del club Lasker, de sitios de la ciudad que han sobrevivido a los cambios, al paso del tiempo, a la modernización, y de personajes del centro. Entonces, a partir de estos universos en apariencia decadentes y muy masculinos, con hombres muy solos, aparecieron los protagonistas: el ajedrecista, el relojero y el homeópata.
¿Cómo se involucra la productora Galaxia 311 en el proyecto?
Yo empiezo a hacer el guion y lo presento al estímulo del FDC para Desarrollo en el 2011. Allí gané y terminé el guion en el 2012. Luego se lo envié a Ivette Liang, quien estaba viviendo en Cuba con Nicolás Ordoñez; ambos son los dueños y fundadores de Galaxia 311. Ivette me había pedido hace años un proyecto anterior, pero yo sentía que no estaba lista; entonces le envié este proyecto y con Nicolás se vinieron a Colombia en donde empezaron a desarrollar, entre otros, “La defensa del dragón”.
¿Cómo fue el proceso de casting y el trabajo posterior con los actores?
Aunque pensábamos que iba a ser mucho más fácil conseguir un actor español, resultó ser lo contrario. Pero al final apareció Manuel Navarro. Tan pronto hicimos la prueba de casting supimos que iba a ser Marcos. Con los otros dos fue un poco más complicado, pues ya teníamos los actores escogidos durante el proceso inicial de casting, que había sido como cuatro meses antes del rodaje, pero por distintas razones no participaron en la película. Entonces a estos dos personajes terminamos escogiéndolos muy tarde. El protagonista, Gonzalo Sagarminaga, llegó 15 días antes de empezar el rodaje. Llegamos incluso a pensar que teníamos que posponer el rodaje. Pero todo se confabuló para que aparecieran Hernán Méndez y Gonzalo. Si bien Gonzalo ya había tenido cierta experiencia actoral, esta era su primera película como protagonista. Pero resultó que eso fue un factor muy importante para trabajar con él en el set. Y los otros dos actores, pese a que tenían muchísima experiencia, o tal vez gracias a eso, fueron muy colaboradores, muy pacientes conmigo.
La historia de le película parece hacer un énfasis en las pequeñas derrotas de la cotidianidad, así como en las pequeñas victorias como posibilidad de redención. ¿Fue esa la búsqueda desde el guion?
Sí, fue esa. Estamos en un país de extremos, de víctimas terribles, de crímenes atroces y de realidades extremas y horribles. Pero también hay otro país y otros espacios, que son los que habito y habita mucha población, sobre todo población urbana que no está en esos extremos vitales ni en esas luchas de la sobrevivencia y que no son víctimas ni victimarios. Yo quería hablar de esas personas que están en esos otros lugares –que no han sido tan retratadas en el cine– que viven cotidianidades mucho más básicas. Y quería hablar de eso, hablar de triunfos y derrotas cotidianas, pequeñas, del día a día, de frustraciones que no son grandes frustraciones pero que sí pueden marcar el rumbo de una familia. Quería hablar de personas que fueran víctimas de sus propias decisiones y son ellos los únicos que pueden cambiar el curso de sus vidas.
Quería hablar de personas que fueran víctimas de sus propias decisiones y son ellos los únicos que pueden cambiar el curso de sus vidas.
La película narra historias de hombres desde el punto de vista de una mujer. ¿Hubo en esto algún tipo de búsqueda o intención particular de su parte?
Nunca me propuse tratar universos exclusivamente masculinos, no fue un reto que me puse. Sencillamente los universos de donde partieron estos personajes eran muy masculinos y se veían personajes muy solitarios. Lo que hice fue intentar imaginar sus realidades cotidianas. Y me encontré con realidades supremamente solitarias, cotidianidades de luchas diarias de distintos tipos. El caso es que aparecieron estos universos y yo nunca me puse a pensar si tenía que haber mujeres o no tenía que poner mujeres, o si tenía que hablar de mujeres o revindicar las luchas de las mujeres, o tener universos femeninos que hicieran contrapeso a los masculinos, sencillamente intenté recrear la vida de estos hombres y no me planteé un problema de género. Nunca supe cómo contestar la pregunta de por qué hablaba de universos masculinos, para mí la respuesta era: ‘porque existen, porque están ahí, porque los puedo contar’. No hay ninguna otra razón.
El rodaje duró cinco semanas de rodaje y fue realizado en locaciones del centro de la ciudad, con todo lo que ello implica en términos de eventuales dificultades. ¿Cómo lograron sortear esto?
Todos hubiéramos querido tener más tiempo para el rodaje, para el montaje, para la preproducción y ensayos. Aprender a dirigir también es aprender a manejar la frustración y aprender a buscar soluciones donde parece que no hay. Fue muy difícil adaptarnos a esos tiempos que teníamos, hubo que hacer sacrificios de guion para lograr las semanas que teníamos de rodaje; además, reorganizar el guion en términos de locaciones, buscar agrupar las locaciones de manera que fuera más fácil filmar en cada una, salir de personajes, salir de locaciones, cosa que vuelve a pasar después, en el montaje, donde hicimos otra reescritura y salían más cosas.
La película fue estrenada internacionalmente en Cannes. ¿Cómo se dio la selección y qué ha ocurrido a partir de su proyección en la Quincena?
Estábamos en el proceso de edición, trabajando en el primer corte, y, en el marco del Festival de cine de Cartagena (FICCI), Proimágenes hizo un encuentro entre directores de festivales de todo el mundo para que conocieran películas colombianas en finalización o ya finalizadas pero sin haber sido estrenadas. Entre los asistentes estaba Edouard Waintrop, el director artístico de la Quincena a quién le gusto y la quiso para esta sección paralela de Cannes. Eso implicó acelerar el proceso de posproducción, que estábamos pensando hacerlo en tres o cuatro meses y tuvimos que termiinarlo en dos. Fue un trabajo de dos meses de no dormir, un trabajo súper fuerte con todo el equipo de posproducción. Logramos terminarla, mandarla, estrenarla, y eso implicó para la película una visibilidad que no hubiera tenido de otra forma. Contamos con un extra que fue que era la única película latinoamericana de la Quincena. Eso le dio aún más visibilidad e implicó que tuvimos distribuidor y exhibidor la misma semana que supimos que íbamos a estar en Cannes. Cuando volvimos de Cannes ya teníamos fecha de estreno.