Paula Astorga, directora de Distrital Festival
En su sexta edición Distrital, el festival de cine independiente de la Ciudad de México, ha ampliado sus fronteras con una propuesta innovadora que, del 21 de enero al 11 de febrero, se celebra tanto en sus sedes físicas como en otras virtuales. Gracias a este salto, el festival dirigido por Paula Astorga ha conseguido conquistar nuevos espacios, ampliar su oferta cinematográfica y público potencial, además de situarse a la vanguardia en el debate sobre el público cinematográfico en la era digital. LatAm cinema dialogó con Astorga para conocer más acerca de la construcción, los desafíos y el futuro del primer festival en línea de Latinoamérica.
¿Cómo ha sido la evolución del festival en estos seis años?
Distrital se concibió en el año 2010 y su primer nombre oficial era “Distrital, Cine y otros mundos” porque la propuesta buscaba destacar el diálogo que tiene el cine con otras disciplinas artísticas, fundamentalmente la música y el arte contemporáneo. Es un festival concebido desde esa idea, desde el cine contemporáneo, desde la creación que se está haciendo hoy.
Por otra parte, siempre hemos creído que es importante generar espacios para películas que de otra manera no van a tener un acceso al público, porque finalmente, una película puede ser tan experimental, tan vanguardista, tan estructural y ortodoxamente narrativa, como cada quien quiera, pero más allá de eso, toda película se hizo para que alguien la vea y creo que los mecanismos que vinculan al creador con su audiencia son necesarios. Hay que insistir mucho en ellos ya que forman parte de un punto de la cadena entre los modelos de financiamiento y los modelos de recuperación, dónde las plataformas de promoción son el eslabón perfecto para que realmente exista esa relación entre crear y acceder a un público.
El público fue siempre ha sido de las preocupaciones de Distrital, priorizándolo incluso sobre la creación y la industria.
Si bien el festival comenzó como puente entre los creadores y el público, hoy lo que más queremos es transformarlo en un espacio de diálogo, reflexión y discusión. En los últimos quince años los públicos se han transformado radicalmente, las audiencias cambiaron, por eso es importante entender esa nueva noción de consumo de la creación audiovisual, cómo se está creando y cómo van a ser los procesos de transformación. Si bien hay teóricos y gente investigando este tema, por lo pronto en México no se había construido un lugar en dónde pudiéramos hablar de formar públicos en la era digital, de discutir con los públicos en la era digital o de compartir experiencias vivenciales reproducidas en el contexto de un discurso curatorial o atendiendo a una línea editorial precisa.
Distrital se ha convertido a partir de ahora en un festival presencial y virtual ¿Cómo conviven estas dos caras?
Creo que lo más interesante está siendo descubrir justamente que hay una relación entre lo presencial y lo que sucede en línea. Lo presencial genera curiosidad y una necesidad de búsqueda mientras que lo que ocurre en línea complementa, enriquece, diversifica y expande la propuesta presencial. Considero que la relación entre estos dos universos es muy genuina y todavía muy necesaria. Por un lado es como tomar conciencia de que el futuro ya está aquí, ya nos agarró, ya nos venció, pero en la emoción de la gestión, y de la concepción de cómo eso se vuelve realmente un espacio útil, hay una coyuntura en la experiencia de la gente. La gente también quiere ir al cine, ver al director en persona, acercarse y darle un palmada en el hombro. Por eso la experiencia social de los festivales es fundamental para que sigan existiendo.
Nuestra idea es crear un espacio permanente a partir de una especie de ciudad digital que cada mes, cada semana, te puede dar una sorpresa
Con todos estos cambios, ¿cuáles han pasado a ser los principales desafíos y difultades que enfrentó el festival?
Yo creo que lo más importante es la noción de permanencia. Internet lo que nos ofrece es esa oportunidad de enriquecer, de consultar, de leer, de escuchar hablar a un cineasta, acceder a una especie de memoria virtual compartida por todo el mundo. Nuestra idea es crear un espacio permanente a partir de una especie de ciudad digital que cada mes, cada semana, te puede dar una sorpresa. Que vaya generando una base de datos a partir de sus contenidos. Que se vuelve un espacio de reflexión y de consulta al que se puede revisitar, una especie de comunidad virtual que evolucione a una noción de permanencia.
En cuanto a las dificultades, la primera ha sido la misma de siempre: la económica. La segunda está siendo el público, y re-idear y aprender cómo funciona ese mecanismo que tiene otros códigos y al que se accede desde otro lugar. La noción de la curiosidad de la que hablaba anteriormente se desarrolla de forma distinta en la red. La reacción en un festival físico es inmediata. Cuando anuncias la presencia de una película y de su director, vas a verla, lo vives, conversas, te queda o no en la memoria, te queda o no en las emociones, te parece increíble o no, o te desilusiona y termina ahí. Pero si ese cineasta te habla de un cine al que puedes acceder por el festival, y la película que está presentando es una sexta o séptima película pero tiene un background y tiene una filmografía que te puede ayudar a fortalecer su proceso, es una gran oportunidad. Esa idea de lo superficial y de la accesibilidad que implica la noción del internet, tiene otra cara que es la oportunidad de profundizar y de explorar hasta donde quieras llegar a partir de un proceso creativo y artístico. Para nosotros entender esa forma de capital y entender hasta dónde puedes llegar es un proceso que estamos aprendiendo y del cual todavía no tenemos una gran conclusión, pero sí seguimos manteniendo esa noción realmente como una verdadera apuesta.
¿Cómo han resuelto el tema de los derechos de exhibición, uno de los principales obstáculos a la hora de exhibir películas on-line?
Sí, la accesibilidad a los materiales ha sido compleja, de hecho empezamos con un proyecto mucho más ambicioso y perdimos prácticamente la mitad de las películas en el camino. Nosotros invitamos a que todos los cineastas de la sección “Movimientos manifiestos” nos sugirieran las películas que los inspiran o que los han marcado. Ahí apareció la historia del cine del mundo, generada construida y programada desde la noción de la creación contemporánea, como un marco teórico, como un contexto. Nos encontramos con varias realidades: desde directores que no quieren que sus películas se pasen on-line hasta lo que ocurre con los grandes clásicos, que tienen construida una noción de mercado para TV por cable o para plataformas en VOD que está concebida como paquete pero que en la individualidad hacen que la película sea inaccesible o la tengas que comprar por diez años por ejemplo.
Luego hay mucho material que no existe todavía digitalizado. Pero en términos cualitativos, en términos de cómo están regidos y construidos los derechos, es un reto mayúsculo y todavía hay procesos que están en una etapa muy verde. Hace falta mucho trabajo e inversión y los que ostentan los derechos de los grandes acervos no están pudiendo digitalizar todos sus materiales. Entonces se puede afirmar que el proceso fue muy interesante porque está lleno de paradojas, por un lado tienes al futuro comiéndote las narices y por otro lado hay un letargo, una inercia y una forma de gestionar que no ha terminado de renovarse con un mecanismo funcional.
¿Cómo se presenta el futuro de los festivales on-line en Latinoamérica?
Yo creo que está en ebullición. Hay una iniciativa pionera a nivel iberoamericano que surgió en España y fue la de 4+1, que abrió un poco las mentes y permitió que años más tarde surgiera Márgenes on line, que este año, a través de los institutos de cultura de España llegó a muchas ciudades. En México justo el año pasado el Festival de Morelia ofreció su sección de cortos on-line. En el caso de Distrital, haber abierto las siete películas mexicanas con la posibilidad de que se vieran en todo el mundo a través de FestivalScope es empezar a jugar con esa idea de la no frontera, de un espacio legal oficial. No es piratería, no es un streaming mal visto, es una plataforma para profesionales que abre sus puertas a espectadores y que hay que formar a esa audiencia, no solo porque hay que promocionar y hacer que se metan y se convenzan y se decidan y la vean, sino que también es realmente expandir con una noción muy diferente de la idea frontera, lo que está pasando como movimiento cultural en el audiovisual en un país.