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    Teresa Camou, directora de "Cruz".

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    Imagen de la película.

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Teresa Camou, directora de "Cruz": un grito desde la calma

“Cruz” es el segundo largometraje de Teresa Camou, una cineasta mexicana oriunda del estado de Chihuahua. La película muestra la brutalidad y el dolor sufrido por la comunidad rarámuri de la Sierra de Tarahumara a la que pertenecían Cruz, el protagonista de la película, y su familia, pero que tuvieron que abandonar tras negarse a trabajar con un grupo organizado dedicado al narcotráfico. La cineasta se apoya en su cercanía y confianza con la familia de Cruz para construir una película de resistencia con una propuesta formal y un ritmo impregnado por la cosmovisión de sus protagonistas. Pero "Cruz" no es un relato del recuerdo. Es una película actual, un grito desde la calma que muestra la resistencia de una familia que vio vulnerados sus derechos antes, durante y después del tiempo que duró la filmación. 

Tras fortalecer su desarrollo en el programa Campus Latino y su primer corte en Impulso Morelia, donde ganó el principal premio, “Cruz” tuvo su estreno mundial en el Festival Internacional de San Francisco el pasado mes de abril y espera estrenarse en México en el último trimestre del año. De cara al lanzamiento, el equipo de la película está trabajando en una campaña de impacto para mejorar las condiciones de vida de las personas que sufren desplazamientos forzados en el país. 

A la espera de la confirmación de nuevas fechas de estreno en el circuito internacional y en plena preparación de la campaña de impacto, LatAm cinema conversó con su directora, Teresa Camou.  

¿Cómo llegaste a Cruz y cómo trabajaste el vínculo de confianza con él y su familia? 

Nos conocemos desde hace mucho tiempo. Cruz es mi amigo desde el '99, y su familia también. Nos reencontramos en 2016, cuando empezamos con la idea de la película, y desde entonces los lazos de amistad se han hecho todavía más fuertes. Cuando nos conocimos, ambos nos dedicábamos a otra cosa: él era el líder de su pueblo y yo una era titiritera que contaba historias. Ahora soy cineasta y Cruz es un líder desplazado luchando por una justicia que no va a llegar, pero no por eso pierde ni la fuerza ni la fe. 

¿Cuándo deciden hacer esta película? 

A Cruz le gustó muchísimo mi primer trabajo del teatro indígena. Después de que vio mi primera película, “Sunú”, le pregunté si quería hacer una película sobre lo que les había sucedido a ellos. Nosotros platicamos mucho de la importancia de visibilizar su historia, de que no quedara en el olvido, ni en un número de carpeta en una oficina de la policía. Ahí nos dimos cuenta de que hacer esta película era decir “esto pasó y está pasando, y no somos los únicos, hay muchas más familias como nosotros”. Él habló con su familia y estuvieron de acuerdo, así que ahí empezó un proceso de reconectarnos, porque llevaba mucho tiempo sin verlo. Es una familia muy grande, todos están desplazados y fui de casa en casa, reencontrándome con todos. La conexión con ellos y el trabajo que ha hecho mi mamá es grandísima, y eso también abrió mucho la confianza y la posibilidad de reconectarnos. 

¿Cómo se fue dando el proceso de desarrollo de la película? 

Antes de empezar a filmar, estuve un año y medio platicando, conviviendo con ellos, observando su realidad. Así se fue dando ese proceso de crear lazos y empezar a ver cómo se podía contar esta historia, porque algo muy importante es que es una historia actual que se filmó durante momentos de mucho dolor y muy difíciles. Ésta no es una historia de desplazamiento interno forzado que pasó hace veinte años, a nosotros nos tocó estar presentes en los momentos de adaptación a una cultura distinta y difícil, en un lugar que los expulsa, que es la ciudad, pero ellos resisten y tratan de seguir unidos ante una realidad y un sistema que los hace dividirse porque los separa en casas diferentes, supuestamente por seguridad. Entonces tardé como un año y tres meses en entender cómo filmar la película.

La película transmite una calma y una paz que se contrapone con la brutalidad y el dolor de lo que viven Cruz y su familia. ¿Fue esta una decisión intencionada desde el inicio, o se fue encontrando en el proceso? 

Creo que son las dos. Fue intencional desde el principio, porque la cultura rarámuri, los indígenas de la Sierra Tarahumara, de donde es Cruz y su familia, miran la vida muy distinto a como la mira uno en la ciudad. Ellos se sienten parte del ecosistema donde viven, de la tierra, los animales, el aire, el ritmo que la vida en el campo te da. Para mí era muy importante mostrar cómo era la vida de Cruz y su familia en su momento, en su territorio, viviendo su vida con sus usos y costumbres. Pero si bien transmitir esa calma fue una decisión intencionada desde el inicio, también se fue desarrollando durante la edición. Junto a Lucrecia Gutiérrez Maupomé, la editora, decidimos pues darle a la película esa fuerza de quiénes son ellos, no solo a nivel oral y visual, sino también en cuanto al ritmo. Y eso también se aprecia en los rituales y en cómo van elaborando las cosas. Porque si uno no aprende a mirar cómo otras culturas hacen sus oficios, sus labores, lo que les da identidad y fuerza para seguir adelante, creo que nunca vamos a entender. 

El cine es una herramienta de cambio social muy importante que puede ayudar simplemente a visibilizar estas historias que si no se cuentan, no existen.

Respecto a los fragmentos en los que usas elementos gráficos y animación. ¿Cómo fue el proceso para llegar a elegir esta forma? 

El trabajo de edición fue muy detallado, de mucho tiempo y mucho diálogo. Lucrecia hizo un gran trabajo editando la película y también identificando muchos elementos de la vida de ellos y de sus personalidades, para hacerlos visibles. Sin embargo, había dos momentos que no podíamos resolver porque no había imágenes. ¿Cómo cuentas visualmente el dolor? Hicimos pruebas con imágenes, pero era demasiado. Entonces, como yo soy titiritera de profesión, mi forma de resolverlo fue natural: inmediatamente pensé en Arturo López Pío, gran titiritero y animador, con el que ya había trabajado. A Lucrecia le gustó mucho la idea. Fue de las últimas cosas que filmamos, la película ya estaba armada y llegamos a tener hasta un quinto corte con esos huecos. 

¿Qué momentos sentís que fueron claves en el rodaje?

Un momento importantísimo fue cuando vivimos la criminalización y el encarcelamiento de Joel, uno de los personajes que aparece en la película, que fue acusado de dos delitos que no cometió. Hacía dos meses que habíamos terminado el rodaje, teníamos un final distinto, con más alegría. Entonces decidimos volver a abrir el rodaje y seguir de cerca todo el proceso. Fue uno de los momentos más dolorosos porque nadie entendía qué estaba pasando. Otro momento, que a mí me encanta y que agradezco que haya sucedido, es cuando Cruz decidió reunir a todos los desplazados de su comunidad y hacer una ceremonia en la ciudad. Yo había pensado que sería hermoso que Cruz bailara, pero no se lo iba a pedir por querer sacarlo en la película. Yo quería que él bailara por su necesidad y fue fabuloso que sucediera.

Con “Cruz” participaste en diferentes instancias de asesoría y laboratorio en diversas etapas, como el Campus Latino o Impulso Morelia. ¿Cuál fue tu experiencia en estas participaciones? ¿Qué le aportaron al documental?

Cuando entré en Campus Latino, apenas tenía una hoja de sinopsis y un pequeño trailer. Mi experiencia fue fenomenal, porque te llevan durante un año por todo un proceso muy fuerte y muy bueno con gente muy especializada, que te va ayudando a pulir la carpeta, a pulir tu historia, a pulir toda la parte financiera, te dan opciones y te dan toda la información de los fondos nacionales e internacionales que existen. Pero más que nada, me sirvió para trabajar muy detalladamente con mi misma en mi película. Y me ayudó también porque, como yo no vengo de la formación de escuela de cine, para mí fue como una escuela. Impulso Morelia también fue perfecto en un momento súper importante en el que estaba con dudas, tratando de tomar decisiones importantes respecto al corte. En ese momento te ayuda que gente que nada tiene que ver contigo, pero con mucho conocimiento en el cine, vea la película, la platique contigo y te diga su sentir y su pensar de lo que uno está proponiendo. Fue fenomenal.

También participaste en GoodPitch. ¿Están planeando trabajar en una campaña de impacto? ¿Nos podrás contar algunas líneas de la estrategia? 

Desde que empecé a pensar en hacer la película de Cruz sobre el desplazamiento interno forzado en México, la idea de que la película provocara un cambio social siempre estuvo ahí. No quiero que sea solo para festivales y circuitos de arte, quiero lograr hacer un cambio en mi país, en Latinoamérica y en el mundo. En este momento estamos trabajando en la campaña de impacto y esperamos lanzarla uno o dos meses antes del estreno nacional. Queremos, por un lado, visibilizar que en México existe el desplazamiento interno forzado. El Gobierno de México lo reconoció recién en 2019, y ahora están empezando a hacer una ley para los desplazados. Cada vez hay más familias como la de Cruz, que se tienen que ir de su hogar para poder salvaguardar su vida, entonces queremos unir comunidades de desplazados en el país para sean escuchadas y puedan unir fuerzas.  Y, por otro lado, buscamos promover una ley de desplazados que sea capaz de crear políticas públicas. 

¿Cómo sentís que la película te ha transformado a ti?

Creo que todavía estoy en proceso de entender qué fue lo que he vivido durante este tiempo y cómo me siento, cómo entender y mirar la dureza de mi país hacia los pueblos originarios: el hecho de haber vivido tan cerca esta falta de justicia en estos cinco años y ver cómo un país prefiere lavarse las manos a hacerse responsable. Porque, obviamente, el tema del crimen organizado del narcotráfico es imposible de atender por ningún lado, por la colusión que existe por parte de los gobiernos, y porque quien tiene dinero va a salir libre y quien no, se le meterá preso. 

Ese ha sido un aprendizaje duro, el estar con una familia viviendo con tanto dolor y saber que todo está mal. ¿Cómo haces para ayudarles? Y ahí es cuando digo: el cine va a ayudar. El cine es una herramienta de cambio social muy importante que puede ayudar a visibilizar estas historias que si no se cuentan, no existen. Y si nosotros no conocemos estas historias, tampoco vamos a entender dónde estamos parados, ni vamos a entender la lucha de tantas familias para que nosotros podamos tener agua y recursos naturales. Le estoy apostando al cine social y a un tema que no solamente afecta a México, sino a muchos países de Latinoamérica y del mundo, donde la violencia por la explotación de la tierra ha sido algo de cientos de años y sigue pasando, solamente que quien lo hace tiene un nombre distinto: ahora son narcotraficantes.