• Cine en Centroamérica y el Caribe: Costa Rica, una potencia emergente

    “Dos Fridas” de Ishtar Yasin.

  • Cine en Centroamérica y el Caribe: Costa Rica, una potencia emergente

    “Ceniza negra” de Sofía Quirós.

  • Cine en Centroamérica y el Caribe: Costa Rica, una potencia emergente

    “Medea” de Alexandra Latishev.

  • Cine en Centroamérica y el Caribe: Costa Rica, una potencia emergente

    “El despertar de las hormigas” de Antonella Sudasassi.

  • Cine en Centroamérica y el Caribe: Costa Rica, una potencia emergente

    “Cascos indomables” de Neto Villalobos.

Cine en Centroamérica y el Caribe: Costa Rica, una potencia emergente

En los últimos años, el cine de Costa Rica ha aumentado su presencia internacional, posicionándose en festivales y consolidando su producción. La conjunción de fondos de fomento, pantallas para su visibilización y espacios para su formación que se dio durante este siglo, ha potenciado a sus talentos para convertir al país centroamericano en una de las cinematografías emergentes más potentes del continente. Informe publicado originalmente en la revista número 35 de LatAm cinema.

Repasando rápidamente algunos de los hitos recientes que hacen vivir este presente del cine tico, se puede mencionar  la creación en 2002 de la Asociación Costarricense de Productores y Realizadores, Cinealianza; la apertura en 2003 de la Universidad Veritas, la primera escuela de cine y televisión; la creación en 2004 de Cinergia, Fondo de Fomento al Audiovisual de Centroamérica y Cuba; la creación en 2012 del Costa Rica Festival Internacional de Cine (CRFIC), y la apertura en 2015 del fondo El Fauno.

El recientemente concluido año 2018 evidencia el crecimiento sostenido de su producción. Se han estrenado once largometrajes, ocho de ficción y tres documentales, además de cuatro series de televisión. Varias películas que llegaron a la pantalla nacional, lo hicieron precedidas de un importante recorrido internacional, como “Medea” de Alexandra Latishev, “Nosotros las piedras” de Álvaro Torres Crespo, “El baile de la Gacela” de Iván Porras o “Cascos indomables”, el segundo largo de Neto Villalobos, quien sorprendiera con su “Por las plumas”.

También se han visto películas con vocación de audiencia, entre las que destaca “Hombre de fe”, de Dinga Haines, que toma la historia del reconocido arquero de la selección costarricense y del Real Madrid, Keylor Navas, para comunicar un mensaje inspirador. El film, si bien ha afirmado su directora y guionista que no cumplió con las expectativas de taquilla, rondó los 175.000 espectadores, para convertirse en la tercera producción nacional más vista de la historia, solo superada por “Maikol Yordan 2: La cura lejana”, también lanzada en 2018 y con más de 300.000 espectadores, y Maikol Yordan de viaje perdido”, que superó los 770 mil espectadores. 

Este 2019 anticipa que el ritmo de producción no disminuirá. De acuerdo a información del Centro Costarricense de Cinematografía, actualmente se encuentran en desarrollo un total de 39 obras, en sus diferentes etapas, con cuatro producciones listas para su exhibición y distribución. A poco de iniciarse el año, ya hay títulos que han empezado a dar que hablar y circular por festivales internacionales.

Ese es el caso de “El despertar de las hormigas”, de Antonella Sudasassi, que integró la selección de la sección Forum de la Berlinale. O de “Ceniza negra”, de Sofía Quirós, seleccionada para Cine en Construcción de Cinélatino de Toulouse. Dos nuevas directoras que dan cuenta de que el país es un auténtico semillero de talentos.

“El aumento de producciones cinematográficas se da de la mano al aumento en la calidad de las obras. Las posibilidades de posicionar el cine costarricense internacionalmente, es el resultado de acciones afirmativas y la estrategia del país de ser parte de la CAACI y por ende del programa Ibermedia, así como la continuidad de un fondo nacional de fomento, El Fauno, aún joven con cuatro convocatorias, ha hecho posible dinamizar la producción”, analiza Ana Xótichl Alarcón, directora del Centro de Cinematografía de Costa Rica, institución adscrita al Ministerio de Cultura y Juventud, creada en 1977.

Con un presente promisorio, Costa Rica aún adeuda la puesta en funcionamiento de una Ley de Cine que consolide las acciones que se han llevado a cabo.

Efectivamente, los fondos le han otorgado un crecimiento notorio al cine costarricense, que va en consonancia con la diversificación del sector. La producción se ha visto estimulada por la creación de instituciones nacionales de formación cinematográfica. “En la actualidad la formación profesional y técnica no se compara con la del siglo pasado, ya que hay por fortuna una capacidad instalada mucho más robusta que ha permitido a las generaciones de estudiantes de estas primeras dos décadas del siglo formarse en entornos educativos con una oferta de calidad. La universidad pública UCR y cinco universidades privadas, así como dos institutos de formación técnica-profesional tienen ofertas educativas en ámbitos diversos de la producción audiovisual y cinematográfica”, detalla Alarcón.

Pero como bien señala Marcelo Quesada, director de la distribuidora y productora Pacífica Grey, “no debemos separar el crecimiento en la producción con el crecimiento en el acceso a contenidos diversos de otras partes del mundo, potenciado por el trabajo de los festivales locales, las distribuidoras y las exhibidoras”.

El propio Quesada fue director artístico del CRFIC, que es probablemente la pantalla y el espacio que restaba para difundir y visibilizar al creciente talento del país, pero también para acercarse a otras cinematografías y producciones que difícilmente lleguen a las pantallas comerciales ticas. En su séptima edición (28 de marzo - 6 de abril), este certamen organizado por el Centro de Cine confirmó su vocación de plataforma promocional tanto para el cine nacional como de la región, incluyendo en sus actividades Cine en Posproducción, work in progress que se ha tornado un espacio clave para el impulso de las nuevas producciones costarricense y centroamericanas.

Este año, el festival –dirigido por Raciel del Toro- ha apostado por lograr un mayor impacto a nivel nacional, para asegurar los “derechos culturales de la población”, tal como expresó Alarcón. Así, el certamen se extenderá a sedes fuera de la capital, posibilitando la llegada de películas costarricenses –especialmente- a diferentes puntos del país. De esta forma, también se propicia el encuentro del público con su cine. Este aspecto es reforzado con la puesta en marcha de Preámbulo, que busca crear nuevos espacios de formación de públicos mediante la proyección de cine nacional e internacional en el país.

Una nota relevante del cine costarricense, en tiempos en que se busca una mayor representación de la mujer y se discute su menor participación en roles de liderazgo, es el elevado número de directoras en el país. A las ya mencionadas Latishev, Sudasassi, Quirós y Haines, se suman realizadoras con nuevas películas que ya se encuentran circulando internacionalmente, como Patricia Velásquez, quien acaba de iniciar el camino en festivales de “Apego”, o Ishtar Yasin, cuya “Dos Fridas” tuvo su estreno mundial en el Festival Tallinn Black Nights, además de integrar la competencia de CRFIC.

También cabe destacar que en la última convocatoria del fondo El Fauno, dos de los tres largometrajes ganadores en la categoría ficción son dirigidos por mujeres, “Clara Sola” de Nathalie Álvarez Mesén, y “Desasosiego” de Paz Fábrega, directora que además abrió un camino internacional relevante para el cine de la región, cuando obtuvo el premio Tiger del Festival de Rotterdam con “Agua fría de mar” en 2010.

Con un presente promisorio, Costa Rica aún adeuda la puesta en funcionamiento de una Ley de Cine que consolide las acciones que se han llevado a cabo. “Sin duda es imprescindible la aprobación de una ley de cine que venga a fortalecer las estrategias actuales y las diversas iniciativas y acciones afirmativas, que permita otorgarle al sector un marco regulatorio que haga sostenible la estrategia de promoción de la producción cinematográfica y que fortalezca la comisión fílmica”, afirma Alarcón.

Aún con esas limitaciones, hay una producción que comienza a ser sostenida y que gana reconocimiento como conjunto. El cine costarricense crece en cantidad y calidad. Diversifica su oferta con autores de mirada personal, que logran trascender fronteras. Esta es una tendencia que parece ir en aumento y que se acrecienta año a año. ¡Pura vida!