Cine en Centroamérica y el Caribe (III): Nicaragua, Puerto Rico y El Salvador
En esta tercera entrega, analizamos tres de las cinematografías más frágiles en la región: Nicaragua, Puerto Rico y El Salvador. Informe publicado originalmente en la revista número 35 de LatAm cinema “Centroamérica y el Caribe: Una región a dos velocidades”.
El panorama cinematográfico de Nicaragua es uno de los más delicados de la región. En 2017 solo hubo dos estrenos nacionales: los documentales “Odorico, hazte Santo” de Roger Mantica, que apenas superó los mil espectadores; y “Girasoles de Nicaragua” de Florence Jaugey, un relato sobre las conquistas de trabajadoras sexuales locales que no llegó a los 400. En el otro extremo, el filme más taquillero, producción hollywoodiense, superó los 130 mil espectadores.
A lo largo de 2017 los cines nicas recibieron 2,1 millones de espectadores, de los cuales el 0,1% fue a ver el 1,3% que representó el cine nacional, por el 96% de la producción hollywoodiense, según datos de EGEDA. A nivel internacional, el cine nicaragüense ha sido reconocido en algunos festivales, principalmente de documental. En 2018, el debut de Gloria Carrión, “Heredera del viento”, fue uno de los filmes nicas que más se proyectaron en el mundo, y tuvo su estreno en salas locales en abril. Precisamente, Carrión es una de las directoras de la película coral en postproducción “Días de luz”, codirigida además por Mauro Borges (Costa Rica), Enrique Pérez (Panamá), Enrique Medrano (Honduras), Julio López (El Salvador) y Sergio Ramírez (Guatemala). Se trata de una apuesta por la integración regional que tiene su estreno previsto para el segundo semestre de 2019.
Desde el año pasado, Nicaragua integra el Programa Ibermedia, lo cual supuso un hito para la producción, que se espera más dinámica. Ya fueron premiados tres proyectos en etapa de desarrollo: “La hoja de todas las rabias” de Laura Baumeister (Grupo Baumont), que también recibió el estímulo del Hubert Bals Fund del Festival de Rotterdam; “Augusto y Victoria” (Camila Films) y “Locura transitoria” (Gota Films Producciones). En la categoría de coproducción fue apoyado el documental “Primigenios” de Gabriel Serra, coproducción de la nica Cinema Regional con Costa Rica y México, cuyo estreno se espera en 2019 junto al documental “Antojología de Carl Rigby” de María José Álvarez, según informaciones de la Cinemateca.
No obstante, no existe otro mecanismo de fomento para el cine en Nicaragua, a pesar de que la ley de cine de 2010 así lo prevé. En dicha regulación también se incluye la implementación del Consejo Nicaragüense de Cinematografía y las Artes Audiovisuales, órgano que tampoco se ha constituido. Es el reflejo en el que mirarse para ver que una ley sin presupuesto ni voluntad política no tiene consecuencias. La única articulación sectorial es la Asociación Nicaragüense de Cinematografía, que actualmente está integrada por una veintena de profesionales.
Desde el año pasado, Nicaragua integra el Programa Ibermedia, lo cual supuso un hito para la producción, que se espera más dinámica.
Los vaivenes políticos también tuvieron consecuencias pésimas al otro lado del Caribe: en Puerto Rico, la ley de cine de 2001 fue derogada en 2014. Esto paralizó el fondo cinematográfico, generando incertidumbre en el sector, que se ha sostenido con donaciones individuales, empresas y fundaciones. “De parte del Programa de Cine hay iniciativas para financiar proyectos con fondos que vienen de los créditos contributivos, pero la renuncia del pasado director retrasó el proceso, generando gran inestabilidad dentro Programa de Cine para ejecutar un política pública clara, consecuente y que sirva a todos por igual. Esto hace casi imposible poder planificar estrategias financieras para desarrollar proyectos a largo plazo, pues no sabemos con que se cuenta”, señala Carla Cavina, presidenta de AdocPR, Asociación de Documentalistas que hoy cuenta con medio centenar de profesionales.
La organización documental, surgida hace seis años, es hoy la única que aglutina al sector, lo que no sorprende si tenemos en cuenta que el panorama de producción documental boricua es particularmente dinámico. En los últimos cinco años, se han estrenado en torno a 25 documentales, cinco en 2017 y en 2018, incluyendo los internacionales “Nuyorican Basquet” o “Ayotzinapa en mí”. En lo que va de año, ya son dos los lanzamientos: “Ser grande” de Karen Rossi y “Desalambrando” de Lilliana Cotto y Pedro Rivera; y se esperan al menos cuatro más, según datos de la asociación; que calcula en una docena los proyectos en diferentes etapas de producción. Entre ellos se incluyen “Todos íbamos a ser reyes” de Marel Malaret, “Alas” de Llaíma Sanfiorenzo o “Sin miedo” de Berenice Manjarrez, los tres en etapa de postproducción. La asociación realiza una fuerte labor de difusión a través de la Muestra de Documentales Latinoamérica en Nosotr@s. Además, certámenes como el Festival Internacional de Cine de San Juan o el Puerto Rico Queer Film Fest buscan formar públicos para el cine independiente.
Pero en los últimos años también algunos filmes de ficción boricuas han sorprendido en festivales internacionales, como “El silencio del viento”, ópera prima de Álvaro Aponte en torno a la migración recibió el Premio del Jurado en el Festival de Mar del Plata, entre otros reconocimientos; o en el panorama local, como “Extraterrestres”, comedia LGTB+ que supuso el debut de Carla Cavina.
Del total de 3,8 millones de espectadores en 2017, la cuota de mercado en El Salvador para el cine estadounidense es del 95,4%, según datos de EGEDA. El informe de la entidad de gestión no arroja datos del cine salvadoreño. La Ley de Cultura de 2016 incluye un epígrafe dedicado al fomento de la cinematografía, previendo implementar estímulos específicos; pero actualmente los mecanismos de apoyo al cine se reducen al premio anual Pixels que otorga el Ministerio de Economía, un fondo que también está orientado a animación y videojuegos.
Tampoco hay tradición formativa de cine ni espacios de difusión, salvando algunas excepciones, como la versión local de los certámenes Ambulante o Ícaro. Carmen Urbano, organizadora de Ícaro El Salvador, explica que “tomamos como referencia el número de obras inscritas en el Festival Ícaro como el promedio de obras que se producen en el país, porque la mayoría, no todos, se inscriben en el festival”. Siguiendo esta máxima, en los últimos cinco años se presentaron un total de diecisiete largometrajes, dos de ellos ficciones.
Varios de los filmes salvadoreños han trascendido en los últimos años en el circuito internacional: es el caso del filme experimental “El Puma de Quelepa”, tercer largo de Víctor Ruano; o “Los ofendidos” de la prolífica documentalista Marcela Zamora, también reconocida en el universo festivalero por “El cuarto de los huesos”, su anterior filme estrenado en 2015.