• El documental gana peso en el cine costarricense

    “Salaryman” de Allegra Pacheco.

  • El documental gana peso en el cine costarricense

    “La picada” de Felipe Zúñiga.

El documental gana peso en el cine costarricense

El documental costarricense dice presente en el 10° CRFIC con dos títulos en la Competencia Centroamericana y varios proyectos en las secciones de industria del certamen.

“Salaryman” es uno de los documentales costarricenses en competencia. Coproducida junto a Estados Unidos, la ópera prima de la artista multidisciplinaria Allegra Pacheco retrata el estilo de vida autodestructivo de los oficinistas en Japón. “El documental está hecho con aportes personales: gran parte de mi crew trabajó bajo la premisa de que creemos en la película, y que si se vende la película, se nos paga un porcentaje acordado previamente. Hicimos también un crowdfunding y recibimos apoyos de un par de inversores privados”, cuenta a LatAm cinema Allegra Pacheco sobre la financiación del proyecto. “Hacer la película fue como un acto de supervivencia a diario para ver cómo lográbamos que siguiera adelante; no había mucho tiempo para solicitar ayudas o fondos, porque eso requiere trabajo y tiempo”, agrega. El filme tuvo su premiere mundial el pasado noviembre en Los Angeles Documentary Film Festival, donde fue reconocido con los premios de Mejor documental y Mejor banda sonora. 

Si bien “Salaryman” retrata una realidad geográfica y culturalmente alejada de Costa Rica, la premisa parte de una curiosidad personal de su directora y dialoga con aspectos complejos de su vínculo con el trabajo. En este sentido, Felipe Zúñiga, director del otro documental nacional en competencia, La picada, afirma que este punto de vista muy personal es una cuestión recurrente en el documental costarricense actual: "el documental de los últimos años existe a partir de una mirada muy personal de los y las directores y directoras que apelan a lo íntimo, la historia familiar, la búsqueda. Sin duda eso está ocurriendo en otros lugares del mundo, pero creo que es algo que distingue lo que estamos haciendo en Costa Rica, aunque no es el caso de mi película”. El largometraje de Zúñiga, coproducido entre la costarricense Caramba Films S.A. y la chilena Ceibita Films, está protagonizado por la última habitante de un pueblo fantasma desalojado por las recurrentes erupciones de un volcán.

El filme de Zúñiga tuvo un proceso de financiamiento muy diferente al de “Salaryman”: en 2016 participó en el Foro de Presentación de Proyectos del CRFIC; en 2017 estuvo en Cine en desarrollo en Cinélatino de Toulouse, Bolivia Lab y al taller de desarrollo de proyectos Ibermedia para Centroamérica y el Caribe; y en 2018 formó parte del Taller Documental de FICCI y el Laboratorio de Desarrollo de Proyectos SANFIC. Además, recibió el apoyo nacional del fondo El Fauno y el Fondo de Coproducción Ibermedia. Sobre el tema de la financiación, Zúñiga habla de la necesidad de "articular espacios de financiamiento adicionales a El Fauno" y destaca el rol documental "para ayudar a formar identidad país, para que, como pueblos, podamos encontrar puntos comunes o poner grandes preguntas en la palestra y fomentar el diálogo". En cuanto a la falta de visibilidad del documental, Zúñiga reclama "políticas que logren que las películas que hacemos se vean, porque ahora no existe certeza o respaldo de ningún tipo de que lo que hacemos se va a llegar a mostrar en una sala de cine, y eso es muy valioso en industrias emergentes como la nuestra”.

El festival también sirvió para descubrir la que será la próxima generación del documental tico con la presentación de tres largometrajes en desarrollo en el Foro de presentación de proyectos. Dirigido y producido por Ayerim Villanueva, "Haymo" cuenta la historia de un sonidista alemán que descubre que de niño fue raptado durante el regimen nazi. "Jess", de Rosa Ordoñez con producción de Clara González, está protagonizado por un activista trans y migrante venezolano; mientras que el documental "Trazos de la memoria", dirigido por Natasha Zúñiga y producido por Paula Vázquez, trata sobre dos mujeres que atraviesan un duelo en un lujoso apartamento cargado de recuerdos. En Cine en Posproducción participa "Órbita” de Clea Eppelin, con producción de La Pecera, documental sobre la experiencia de la directora con el desarraigo a partir de los recuerdos de su familia chilena en Costa Rica y su vida actual en Estados Unidos. 

Hacen falta ventanas; este país es pequeño y la región también, hay una necesidad de que haya aún más espacios.

En Costa Rica existe desde hace diez años un colectivo que reúne documentalistas: Dokus. Conformado por una veintena de personas, el grupo nació con el objetivo de mejorar la producción, distribución y exhibición del cine documental, tanto en Costa Rica como internacionalmente, e incidir en las políticas públicas que afectan su crecimiento. Entre sus tareas destaca la realización de un ciclo de documentales independientes y la lucha por una mayor presencia en el CRFIC. “Actualmente los documentales compiten junto a la ficción por un premio general, entonces muchas veces el premio queda en ficción. Creemos que de alguna manera son dos lenguajes diferentes que tienen cosas distintas para contar”, opina Juan Manuel Fernández, experimentado documentalista que produjo “Ernesto, gracias”, documental de Laura Ángel que tuvo su estreno mundial en el reconocido festival canadiense HotDocs en abril.

Otro de los objetivos de Dokus responde a una de las problemáticas planteadas por Felipe Zúñiga: la búsqueda de espacios para que los documentales encuentren una audiencia. “Hacen falta ventanas. Este país es pequeño y la región también, entonces hay una necesidad de que haya aún más espacios; el CRFIC no puede ser la única ventana. Se han perdido espacios y estímulos que son reconocimientos del quehacer documental, al tiempo que la realidad demuestra que hay cada vez más gente haciendo no ficción”, afirma Rebeca Arguedas Ramírez, comunicadora y productora, y agrega que si bien existen muchas ayudas para apoyar los procesos de producción, no existen estímulos a la distribución y exhibición. Fernández le comenta a LatAm cinema que el primer documental costarricense que pudo verse en salas de cine fue “El barco prometido” de Luciano Capelli, y que debido a la inexistencia de una cuota o propuesta similar, y al riesgo que implica, desde entonces han sido muy pocos los documentales nacionales estrenados en salas.

Con respecto a la actualidad del cine tico, los miembros de Dokus se muestran optimistas: “vivimos un momento sin precedentes y que es posible gracias a todos los caminos transitados. Por ejemplo, acabo de ver pasar a Antonio Iglesias, un cineasta de casi 80 años, y pensé que sin él como referente, quizá Costa Rica no sería el ícono a nivel internacional que es hoy, con cada vez más presencia en festivales internacionales, y con mujeres liderando en roles de directoras y productoras”, opina Arguedas Ramirez. De hecho, el 69% de los títulos que participan en esta décima edición de CRFIC son dirigidos o codirigidos por mujeres. 

Actualmente, Fernández está trabajando en tres proyectos documentales: dos costarricenses (por el momento titulados “La impermanencia” y “Los monaguillos”, este último ganador del fondo El Fauno 2021 para su producción)  y una coproducción con El Salvador, “El viaje en moto vespa”. Otros miembros de Dokus como Álvaro Torres, recibió el apoyo de producción de El Fauno para su documental de ensayo “Ella se detiene a mirar”, mientras que Rodrigo “Quique” Molina, director de “El grito más humano” tiene una serie documental, “La plaza de los domingos”, en fase de desarrollo.