FAM 2011: La coproducción latinoamericana con Brasil

Festivales - Brasil

Desde Florianópolis, por Cynthia García Calvo La coproducción entre países de América Latina es una tendencia en alza en el campo cinematográfico. En el forum del Florianópolis Audiovisual Mercosul (FAM) no podía faltar un debate en torno a la coproducción internacional, ahondando en la asociación de los países de la región con Brasil, que lentamente comienza a mirar a sus vecinos para dar origen a productos culturales.

Brasil tiene “una cinematografía que durante muchas décadas le dio la espalda a América Latina y buena parte del mundo”, afirmó el gaucho Beto Rodrigues, tal vez el productor brasileño que más coproducciones entre países del Mercosur tiene en su haber. Con su productora Panda Filmes coprodujo dos de los largometrajes invitados de esta edición de FAM, “La vieja de atrás”, de Pablo Meza, hecho con Argentina, y “Reus”, de Eduardo Piñero, Pablo Fernández y Alejandro Pi, realizado con Uruguay.

Explicó el productor: “Brasil nunca tuvo una tradición de invertir, de pensar estratégicamente en la coproducción aunque entre los años 60 y finales del siglo XX ha firmado varios acuerdos bilaterales”.

Para Rodrigues, la coproducción tiene básicamente tres fundamentos y ventajas: “Compartir los riesgos de producir cine es uno. Tiene un segundo elemento que la antropología denomina extrañamiento cultural, que es muy productivo para cualquier obra de arte porque es la posibilidad de dialogar, sobrepasar fronteras desde el punto de vista artístico, de la tradición narrativa, del punto de vista de la historia, del punto de vista de la visión del mundo que permite relacionarse con socios extranjeros. Una cosmopolitización de nuestra cosmovisión. La coproducción estimula eso, está ligada a otros valores. Y hay un tercero que es una apertura del potencial del mercado de la obra. Con un socio de otro país, yo ya abro una puerta para llegar al mercado de ese país”.

Sin embargo, esas ventajas se topan con dos grandes dificultades que deben enfrentar las productoras brasileñas cuando deciden constituir una coproducción internacional. “Cuando se va a filmar a otro país tenemos que pagar un 25% de impuesto. Si se hace una coproducción con Argentina y tu país va a filmar a Buenos Aires, el dinero tiene que llegar allá para pagar al equipo, el hotel, etc…si ese dinero se envía de forma legal aumenta un 25% el costo. Y otra cosa es que si tienes que llevar equipamiento tienes que pasar por una burocracia infernal de aduanas. Si uno mira a la Unión Europea, allí hay costos diferenciados porque cada país tienen un padrón diferencial de costos de servicio pero no existe un valor tributario incidiendo sobre esos movimientos”, contó, especificando que “tiene que haber un tránsito diferenciado de otras relaciones comerciales”.

El productor opinó que por un lado se estimula la coproducción desde los diferentes entes que regulan y fomentan el cine en cada país, pero paradójicamente “no se crean las herramientas necesarias para que se concreten”. Ejemplificó: “Voy a citar un caso que me parece escandaloso. Si inscribes un proyecto en el INCAA siendo productor mayoritario y tienes un socio argentino que es minoritario, las chances de que sea aprobado son mínimas porque tienes una comisión de siete integrantes, todos de sindicatos argentinos, que analizan los proyectos y no les interesa que el INCAA destine recursos a un film que mayoritariamente va a tener actores y técnicos extranjeros”.

Rodrigues citó como un buen paso el acuerdo entre Argentina y Brasil para producir cuatro largometrajes conjuntamente, que “tímidamente abre una puerta” para una colaboración que sea justa y recíproca, “una vía de dos manos”.

Recientemente, Brasil también alcanzó un convenio con Uruguay para la realización de cuatro proyectos que afianzan el intercambio entre países que han dado films como “El baño del Papa” o el propio “Reus” que se presentó en FAM.

En la cadena de la producción cinematográfica, la coproducción con Brasil encuentra también un último escollo: el estreno. La exhibición en salas, que representa el mayor problema para el cine latinoamericano, en Brasil se acrecienta ante la magnitud del propio país, que torna necesario tener una distribuidora con alcance en todo el territorio brasileño y también un equipo de prensa con comunicación nacional. Este es un aspecto que no es menor pero parece obviarse a la hora de armar la coproducción.

“No basta con tener recursos para la realización de coproducción, es necesario pensar en cómo esos films van a llegar a los mercados de los países participantes después”, sintetizó Rodrigues.