La costarricense Paz Fábrega prepara dos nuevos proyectos

Festivales - Brasil

Desde São Paulo, por Cynthia García Calvo Tras obtener el Tiger Award del Festival de Cine de Rotterdam con su opera prima “Agua fría de mar”, que es señalado como el premio más importante para un film centroamericano, la cineasta costarricense Paz Fábrega se transformó en uno de los nombres fuertes de la nueva generación de cineastas latinoamericanos. Con el estreno comercial del film en su país en marzo pasado, ahora se aboca a la tarea de sacar adelante dos proyectos muy disímiles que desarrolla en paralelo: uno que actualmente pone a punto en el BrLab que tiene lugar en el marco del 6° Festival de Cine Latinoamericano de São Paulo y otro de corte experimental impulsado por la urgencia de rodar y probar algo diferente.

“Todos nosotros” es el proyecto que trabaja Fábrega en el BrLab, un espacio que define como “un encuentro entre gente que está haciendo lo mismo, que te ayuda a avanzar muchísimo”, donde se permite abandonar la soledad habitual con la que se trabaja en un guión para encontrar un “equipo de gente que te ayuda a resolver problemas”.

La historia del proyecto nació cinco años atrás, cuando recién egresaba de la carrera de dirección que cursó en Londres, y que comenzó a adquirir forma en la Residencia de la Cinefondation. Con un presupuesto estimado de 180 mil dólares, al igual que su primera película habla de “la posibilidad o la imposibilidad de acercarse a los demás”, posando su mirada también en la diferencia entre clases sociales.

“Es sobre el barrio en que vivía cuando era adolescente, donde –como la mayoría de barrios de San José- vive gente de clase media, clase media alta y gente súper marginal, pero a la par. Eso permite que existan relaciones que veo que en muchos otros países no existe. Veo que en otros lugares la división es mucho más grande por una cuestión de que no se comparte el espacio. En Costa Rica eso ha cambiado mucho desde que soy chica. Cada vez se segregan más los espacios y ahí sí hay barrios que son marcados por una clase social. Crece la división. Entonces me parecía interesante hablar de eso”, detalla sobre el punto de partida del proyecto.

Puesta a sintetizar su historia, resume: “Se trata de una niña que pide en las casas de su barrio, y en una de las casas conoce a una chica que es de clase media alta pero que está súper sola, que no tiene muchos amigos y que tiene dificultades con sus papás. Se hacen muy amigas pero es una amistad que no puede ser normal, que está condenada a ser un encuentro fugaz pero intenso que probablemente sea muy importante en la vida de ambas, pero que no puede ser una amistad sostenida en el tiempo por la paranoia que puede tener la gente de clase media alta con respecto a la clase más marginal”.

El deseo –más que objetivo- era rodar el film en este año, pero el trabajo que está realizando en los talleres del BrLab le ha hecho repensar su guión, por lo cual ahora está en fase de reescritura mientras comienza a aplicar a fondos para lograr su financiación. “Hay un fondo en Costa Rica que es estatal, que es para las artes escénicas y lo han abierto a proyectos audiovisuales. Voy a aplicar a ese fondo, que es como de 10.000 dólares”, adelanta, asegurando que no considera estar “en una posición especial” por el hecho de tener como antecedente un film premiado como “Agua fría de mar”; de hecho, está convencida que “el reconocimiento es un poco más afuera de Costa Rica que adentro”.

Pero la necesidad por filmar en breve ha hecho avanzar otro proyecto experimental que se impone como plazo de rodaje los meses de agosto o septiembre, donde trabajará con dos actores en base a un tratamiento de 12 páginas sin diálogos. “Yo les planteo una premisa. La idea es hacer una película sobre dos personas que se conocen en una fiesta y que por varias cuestiones terminan yéndose de paseo a la montaña. Entonces trata sobre cómo dos personas que no se conocen terminan obligadas a pasar mucho tiempo juntas. Desde hace mucho tiempo tenía ganas de trabajar de esta forma, ver qué cosas puede hacer uno cuando no tiene un crew y no es carísimo. Se llama ‘Viaje al centro de la Tierra’ y la voy a filmar con una cámara 5D y luces que me pude comprar con el premio de Rotterdam”.

Esta determinación justamente es una característica que piensa es la que unifica a su generación: “Los directores de mi generación se caracterizan porque están haciendo más largos y lanzándose a hacerlos. La generación antes de la nuestra sentía que necesitaba una producción muy grande para hacer sus películas, que si no tenían presupuesto no les iban a quedar bien. Mi generación siente que la peli hay que hacerla, y no es tanto una cuestión de tener un presupuesto enorme”.