LatAm premiere: Eduardo Williams, director de “El auge del humano 3”
El segundo largometraje del argentino Eduardo “Teddy” Williams, “El auge del humano 3”, es el único proyecto latinoamericano seleccionado en la Competencia Internacional del 76° Festival de Locarno, a realizarse del 2 al 12 de agosto. Williams ya participó en el certamen suizo en 2016, cuando ganó el Leopardo de Oro a la mejor película con su ópera prima “El auge del humano”, estrenada en la sección Cineasti del presente. Su nuevo trabajo es una coproducción entre la argentina Un Puma Cine, la portuguesa Oublaum, la brasileña Studio Giz, la taiwanesa Volos Films, y la neerlandesa Revolver. El filme - que recibió los apoyos de Etnograf, INCAA, Mecenazgo Cultural de Buenos Aires, ICA, TAICCA y HBF/NFF- transcurre en locaciones en diferentes continentes, donde los personajes ocupan escenarios de lluvia y viento que se vuelven cada vez más fantasiosos.
La película va y viene entre diferentes países haciendo que resulte orgánico ese pasaje, pero tiene que ser difícil llevar adelante una película coproducida entre varios países y filmada en tantas locaciones. ¿En qué orden se da ese ensamblaje entre lugares, empresas, personajes y la historia que quieres contar?
Con este y otros proyectos que vengo filmando desde que dejé de vivir en Argentina en 2012 me dieron ganas de hacer películas que conecten países que frecuentemente no veamos tan relacionados. Eso es lo que viene primero; después, para elegir en qué país exactamente lo quiero hacer, me baso en algún detalle. Por ejemplo, viajé a Sri Lanka y desde un colectivo vi un barrio con casas en forma de esferas que me llamó mucho la atención. Luego busqué en internet y encontré que son casas construidas con esa forma para resistir a los tsunamis. Lo que más me atrajo es que, por un lado, es un lugar que parece muy fantasioso, porque posee formas y elementos que no estamos acostumbrados a ver y, por el otro, es un lugar totalmente común donde la gente vive su vida cotidiana. Me gustan los lugares o situaciones que tienen esta dualidad, por eso fui a Sri Lanka y, una vez ahí, fui conociendo gente y enterándome de qué pasa en ese barrio y en otros barrios.
A Perú fuimos en busca de un barrio que está sobre el agua, hay varios en el mundo, hay uno en Indonesia y otro en Papá Nueva Guinea, y vi que en Iquitos había un barrio, Belén, que está preparado para las crecidas del agua. Tenía la idea de que en la película hubiera mucha lluvia y me interesaba también que fuera un lugar que, al verlo sin contexto, pareciera un poco fantasioso.
La elección de Taiwán fue un poco más concreta: un productor que conocí me dijo que me podía ayudar en la película si iba a Taiwán. Entonces, aproveché un viaje que tenía por festivales de cine para ir hasta allí y descubrí lugares interesantes. Era un país que yo no hubiera elegido y eso me pareció bueno. En la película anterior me había pasado algo parecido con Mozambique. Como siempre voy a lugares que no conozco, escribo cosas que pueden pasar en cualquier lado y, una vez que estoy ahí, se van modificando por el hecho de estar ahí. Trabajo con actores no profesionales, cada uno va tomando lo que siente que puede tomar, es algo que está tan abierto que la idea es que se transforme en cada lugar.
Una vez que defino los lugares, viene la pregunta de cómo ir a cada lugar. No somos un equipo enorme considerando lo que es un equipo clásico de cine, pero hay que conseguir fondos y, en general, no contamos con un solo fondo que nos dé toda la plata para hacer la película, por eso tenemos muchos países de producción.
¿Cuánto tiempo les llevó todo el proceso?
Desde que empecé a escribir hasta que la terminé pasaron cuatro años. Del primer rodaje al último, con pausas en el medio, habrá pasado un año. Y de postproducción cuatro o cinco meses. Entre cada rodaje hay postproducción: rodaje, edición, rodaje, edición. Entonces la última parte no fue tan larga.
Ese ciclo de retroalimentación entre la edición y el rodaje, ¿también sucede con el guion, que se reescribe a medida que avanza la producción?
A veces escribo sin saber a dónde voy a ir, a veces escribo con alguna idea y cuando voy veo si encuentran su lugar o no. Voy a un lugar, empiezo a conocer gente y me doy cuenta de que no puedo hacer ciertas cosas, o me vienen nuevas ideas por cosas que charlamos, o le propongo algo a alguien y veo si fluyen o no con esa propuesta, o a veces intento que las propias personas la transformen. Primero hay una base de escritura, pero en cada lugar cambia y después de cada rodaje tengo tiempo de mirar, volver a leer lo que escribí, reescribir para el próximo lugar. Es un proceso que no termina hasta que no se termina de editar.
Como siempre voy a lugares que no conozco, escribo cosas que pueden pasar en cualquier lado y, una vez que estoy ahí, se van modificando por el hecho de estar ahí.
Por momentos, la cámara se detiene y gira 360°, sugiriendo recorridos virtuales por espacios físicos reales. También en muchas escenas los planos son muy abiertos, a veces cuesta saber qué personaje está hablando, ¿por qué fueron tomadas estas decisiones de cámara?
Yo he descubierto el mundo a través de la virtualidad. Antes de hacer cine no había viajado a otros lugares fuera de Argentina, y en Argentina accedí a los lugares primero a través de internet y luego físicamente. En la película anterior había una escena en la que literalmente entramos en la computadora y pasamos de Argentina a Mozambique, y en esta me parece que, esta cámara que remite a Google Maps, por momentos te da esa sensación de estar ahí, o estar mirando todo por la computadora. Esto tiene que ver con lo que decías antes, de que en la película fluye ir de un lado a otro generando esa fantasía de que es fácil, cuando en realidad viajar para la mayoría de la gente resulta difícil.
Respecto a los planos generales, creo que son algo que aporta a la fluidez, confusión y mezcla entre personas. Se da también una mezcla de idiomas, a veces alguien habla en español y otro contesta en chino mandarín, a veces hablan en el inglés de uno. La experiencia de relacionarse entre diferentes países y culturas era importante para mí y en los planos en los que no sabemos quién habla, en realidad, no importa tanto la persona sino el grupo de personas, o sentir incluso que quien habla es la montaña, algo más abierto, para no estar focalizados en la individualidad. También nos parece importante ver a las personas en su contexto. Siempre está muy presente dónde estamos, pero la película nunca te dice: “Ahora estamos en tal lugar”, porque cuando en una película dicen “estamos en tal lugar”, ya rápido se nos viene a la cabeza qué esperamos de ese lugar, o lo poco o mucho que sepamos de él. Y a mí me interesa explorar estando ahí y aprender sobre lo que vemos, que también es la manera en la que yo estoy en los lugares. No hago una investigación muy profunda antes de ir, me interesa aprender a través de las personas que conozco. Uno podría pensar que es un aprendizaje muy caprichoso, pero también la información que recibimos por internet tiene su arbitrariedad y a veces confiamos demasiado en ella.
¿Cómo ha cambiado tu forma de trabajar entre tu primera película y esta? ¿Has mantenido los equipos de trabajo?
Hay un grupo de personas de la productora Un Puma que son mis amigos y amigas de la universidad con los que he hecho casi todas las películas, y algunas personas en color y mezcla de sonido que estuvieron en mi película anterior. En producción hubo gente nueva dependiendo de la necesidad de cada rodaje, pero en general cambio bastante.
En realidad, lo que más me importa es poder hacer la película, entonces estoy muy abierto a hacer lo que sea necesario para llevarla a cabo. No me puedo poner muy pretencioso diciendo: “Trabajé con esta persona que me gustó y ahora necesito trabajar con ella”. Obviamente me gusta y me da seguridad trabajar con gente que ya conozco, y conocer gente nueva también es bueno, pero para hacer estas películas hay que saber que lo más importante es lograr hacerlas, y para eso debo tener la suficiente apertura y plasticidad para llevar mis ideas adelante y que se puedan transformar. Por ejemplo, si conseguíamos plata de un determinado país, había que llevar técnicos de ese país, y lo hicimos, y la mayoría de las veces salió bien y la gente que trabajó con nosotros es buenísima.