LatAm premiere: Petra Costa, directora de “Apocalipsis nos Trópicos”
Tras su multipremiada “Democracia en vertigem” (“Al filo de la democracia”), la cineasta brasileña continúa explorando las complejidades de la política contemporánea desde una perspectiva autoral. En esta ocasión, Costa y su equipo se sumergen en los vínculos entre la política partidaria y la religión con la actualidad brasileña como telón de fondo, ofreciendo un acceso insólito al movimiento evangélico y sus estímulos espirituales y político-económicos. Con una sólida propuesta fotográfica y un montaje realizado a doce manos, la nueva película de la brasileña combina el cine directo con formas poéticas para compartir un ensayo político -y aterrorizante- de Brasil y el mundo.
“Apocalipsis nos Trópicos” es una producción de la brasileña BuscaVida Filmes en coproducción con Estados Unidos y Dinamarca que fue financiada a través de fondos públicos e inversiones privadas. Tras su estreno en Venecia, el filme se verá en varios certámenes internacionales, incluyendo San Sebastián, y en breve tendrá fecha para su estreno en Brasil. LatAm cinema entrevistó a la directora sobre la película y su peculiar mirada de la realidad política brasileña. Por Marta García.
Como tu anterior película, “Apocalipsis nos Trópicos” está sujeta a los acontecimientos políticos, pero también a una fuerte construcción poética y de ensayo, ¿cómo fue ese proceso de creación para equilibrar lo vertiginoso de la actualidad con el tiempo para la mirada?
Ese proceso fue creado en la isla de montaje. Todas mis películas son creadas en la isla de montaje, en un diálogo muy estrecho con los montadores. Esta película fue montada a lo largo de tres años y medio, inicialmente por Eduardo Gripa y Jordana Berg junto a Victor Miaciro, que hicieron un primer corte de cuatro horas con lo que habíamos filmado hasta el 8 de enero de 2023, cuando partidarios del expresidente Jair Bolsonaro irrumpieron en la sede del Congreso. Pero una vez que tuvimos esta primera capa de cine directo, percibí la necesidad de tener otras capas. Mi sensación era que estaba mostrando cómo los evangélicos se estaban moviendo, pero no qué los movía. Hay una frase de Pina Bausch que me gusta mucho: “No me interesa cómo se mueven las personas, sino qué es lo que las hace mover”. Siempre estoy en esa búsqueda en las películas y para eso fue muy importante la investigación sobre la influencia de Estados Unidos en el crecimiento de las iglesias evangélicas en Brasil. Hasta ese momento era un rumor que se escuchaba, pero no tenía datos muy concretos. Entonces llamamos a un investigador uruguayo muy bueno, Nicolás Iglesias, para trabajar con nosotros en esta investigación. También queríamos investigar más, y esta era otra capa, sobre el libro del Apocalipsis y cómo sus interpretaciones han ido cambiando a lo largo de los siglos hasta hoy, que es una palabra omnipresente en nuestro universo por los temas climáticos y las crisis políticas. La última capa sería la reflexión sobre la democracia, usando Brasilia como metáfora para la democracia, una ciudad tan cinematográfica y tan emblemática de la democracia por cómo fueron diseñados los predios y la separación de los tres poderes.
El acceso que logran al entorno de Bolsonaro es inaudito. ¿Cómo fue ese trabajo, teniendo en cuenta que ya conocían tu anterior película y que incluso la habían atacado públicamente?
Yo ya había firmado muchas veces con Bolsonaro en el Congreso en 2016 y 2017, cuando era un diputado desconocido. En ese momento era el diputado casi más disponible del Congreso, habíamos hablado mucho y hasta llegué a pensar en hacer una película sobre ese hombre que tenía un club de fans tan grande en el Congreso y cuyo narcocapitalismo ya me aterrorizaba desde entonces. Después accedimos a él a través de Silas Malafaia, al que llegamos a través de una periodista que cubre el movimiento evangélico desde hace diez años.
“En la película fue muy importante la investigación sobre la influencia de Estados Unidos en el crecimiento de las iglesias evangélicas en Brasil”.
¿Cuál fue el mayor desafío para hacer esta película? ¿y la mayor revelación?
El mayor desafío fue justamente el montaje, que fue posible gracias a los seis montadores que trabajaron conmigo: Vito Miaciro, Tina Baz, Nels Barghenter, David Barker y Eduardo Gripa. Fue un tiempo largo de montaje, un año y medio intentando dar sentido a todo y escribir la voz en off, encontrar mi lugar para contar esta historia sobre una religión que no es la mía, teniendo cuidado de no ser “chapa branca”, como se dice en portugués, de no ser acrítica con ese movimiento que nos afecta a todos. Encontrar mi voz fue lo más difícil. Y la mayor revelación creo que fue la comprensión de dos cuestiones contradictorias que existen a la vez. Una es la necesidad que tiene la gente de tener una religión, una fe, una espiritualidad. Y, por otro lado, la enorme necesidad de mantener separada la iglesia del Estado. Entonces, como humanidad, no podemos perder esa separación que nos ha costado tanto. No queremos volver atrás, pero creo que estamos en camino, basta con ver lo que está pasando en muchos lugares del mundo, incluido Brasil, donde estamos sufriendo la mayor intolerancia religiosa de los últimos años, con persecuciones a las afro-religiones, ataques contra templos indígenas, de candomblé. Como humanidad, tenemos que ser capaces de crear los mecanismos para asegurar la separación de la iglesia y el Estado, esa fue mi revelación.
La película es una coproducción entre Brasil, Estados Unidos y Dinamarca. ¿Cómo fue trabajar en este esquema?
Mi productora, Alessandra Lufino, diseñó muy hábilmente esta coproducción. Estados Unidos fue el primero en entrar porque tuvimos la suerte de ser seleccionadas por Catalyst, un programa estadounidense del Sundance Institute que te presenta inversores privados a través del cual pudimos conseguir los recursos para la película. Las empresas que participan en la película son Play/Action Pictures, Plan B de Brad Pitt, Jeremy Kleiner y Dede Gardner, Luminate e Impact Partners. Después entró la danesa Hansen & Pedersen con un fondo del Danish Film Institute.
Fue muy bueno poder sacar adelante una producción tan compleja y costosa de forma independiente, con autonomía para poder dirigir. Es muy difícil hacer una película sobre política de forma independiente hoy en día, fue realmente un gran logro.
¿Qué planes tienen después del estreno en Venecia? ¿Para cuándo está previsto el estreno en Brasil?
Los distribuidores van a empezar a mover la película ahora y ojalá podamos tener una distribución bastante amplia. En Brasil todavía no tenemos confirmación de la fecha de estreno.
¿Cómo percibes la nueva retomada audiovisual que está viviendo Brasil?
Los años de Bolsonaro fueron muy duros, él quería acabar con el cine no evangélico, dijo que iba a poner como presidente de ANCINE a un pastor que se supiera la Biblia “de memoria”, sacó el dinero del cine y toda la comunidad artística quedó bastante precarizada. Fue muy triste, después de tantos años construyendo un cine fuerte en Brasil, fue destruido de un día para otro y ese fue un golpe muy grande para todos. Ahora, Lula y la ministra Margareth Menezes y la secretaria de Audiovisual Joelma Gonzaga están liderando la retomada y está siendo muy importante, ojalá que no pare.