Por segundo año consecutivo, en el marco del Festival de Cine Latinoamericano de São Paulo se realiza el Premio Itamaraty, que otorga el Ministerio de Relaciones Exteriores para incentivar la coproducción sudamericana; con doce películas en competencia, resulta por lo menos llamativa la presencia de dos animaciones: la uruguaya-colombiana “Anina” y la argentina-peruana “Rodencia y el diente de la princesa”. Un hecho que habla tanto de una producción que florece pese a sus limitaciones, como así también de una búsqueda por realizar films personales y autorales dentro de un género que se imagina infantil.
“Anina”, del uruguayo Alfredo Soderguit, es una adaptación de la novela “Anina Yatay Salas” de Sergio López Suárez, que en tono nostálgico y cálido nos habla de la vida de la pequeña Anina. Producida por Palermo Estudio y Raindogs Cine, en coproducción con la colombiana Antorcha Films, esta es la primera animación en dibujos animados hecha en Uruguay. Pese a que el cine de animación suele pensarse como un producto comercial destinado al público infantil, la película tuvo un recorrido similar al de una producción de ficción autoral.
“El camino para conseguir financiación fue exactamente el mismo camino que cualquier proyecto de cine, no necesariamente de animación. El fondo que aporta Ibermedia, por lo menos para la producción uruguaya, siempre ha sido fundamental; como que se ha naturalizado la búsqueda de coproducciones a través de Ibermedia. También contamos con los fondos de Uruguay y Proimágenes de Colombia, y Visions Sud Est”, detalla Soderguit.
La coproducción se estableció con Colombia tras el encuentro entre sus productores Germán Tejeira y Jhonny Hendrix. Recuerda el director: “Analizamos qué podía aportar Colombia, considerando que Jhonny no tenía un conocimiento de producción en animación. Entonces hicimos las voces y lo necesario para cubrir las cuotas artísticas que exigen los fondos, más toda la posproducción y diseño de sonido en Colombia. Establecimos algo que no le hace diferencia que sea un país u otro. Podría haber sido Argentina o Chile, por ejemplo. La película tiene una identidad muy uruguaya”.
Para el argentino David Bisbano, director de “Rodencia y el diente de la princesa”, el camino de la financiación y el por qué de la coproducción fue diferente. Teniendo la posibilidad de comenzar a desarrollar el proyecto en Perú y la experiencia de rodar una película animada por encargo, optó por armar una coproducción con Argentina para contar no solo con el aporte monetario necesario para financiarla –tiene apoyo del INCAA-, sino para contar también el “conocimiento artístico de cine”.
“En Perú las productoras son nuevas y hay desconocimiento”, cuenta, “no aplicamos ni a Ibermedia, ni a fondos locales, por no saber que existían. La visión era salir a recuperar el dinero por taquilla. La coproducción se armó así, por la necesidad de contar con gente que ya viniera trabajando en otros largos porque había visto muchos baches artísticos y de producción en la primera película. Todos aprendimos un montón y se nutrió mucho a partir de la coproducción”.
Una pregunta que es habitual es cuál es la identidad de una película que nace con más de una nacionalidad. “En ‘Anina’ lo que pesa es la intención. Es muy uruguaya porque está basada en una novela uruguaya, que está muy reflejada en el contexto de la escuela pública uruguaya de los años 80, un poco romántica tal vez, lo cual hace que le guste a muchos adultos. Gustó mucho en Buenos Aires, en el Bafici, un poco también por esa identificación. Sin duda tiene un contenido emocional muy fuerte para los que somos rioplatenses”, reflexiona Soderguit.
“Siempre te hablan de que una película tiene que ser universal”, apunta Bisbano, agregando: “Pienso que ‘Rodencia’ es universal porque es la historia de un tipo que no se cree nada y hace un viaje fantástico, como en ‘La odisea’ o en ‘El señor de los anillos’. Para mí lo importante es ser sincero y hablar de tu región. Eso es lo que hace que todos se interesen. Yo cuando veo una película japonesa, quiero ver Japón. Mi idea entonces fue mostrar Latinoamérica al mundo. Y funcionó”.
“Anina” fue lanzada en Uruguay en el mes de abril, consiguiendo muy buena respuesta de público -alrededor de 25.000 espectadores-, y en festivales ha seguido un camino tradicional. “Tuvo más atención y mejores resultados en los festivales de cine que en los específicos de animación”, subraya Soderguit. Algunos de los certámenes por los que pasó el film son Cartagena, Berlín y Bafici, ganando en este último el premio del público.
Por su parte, “Rodencia y el diente de la princesa”, película en 3D desarrollada por Red Post y Vista Sur Films, fue la segunda producción nacional que más recaudó en Perú durante 2012, detrás de otra animación, “Los ilusionautas”.
“El tema comercial es interesante, sobre todo en animación, hay mucho para pensar al respecto”, dice Soderguit. En un mercado dominado por el producto hollywoodense y con cierta fórmula establecida, estas producciones más personales pueden tornar su particularidad en una contrariedad para unos cuantos.
Cuenta Soderguit: “Hemos tenido comentarios muy favorables, pero algún distribuidor internacional nos ha dicho que es difícil de vender. Algunos dicen que debería haber tenido un doblaje neutro, pero para mí hubiera sido ser infiel al libro, al origen de la historia y el contexto. Nosotros no lo íbamos a reconocer. El aspecto comercial lo pensás desde la calidad, en hacer una película que se cuente, se disfrute y funcione. Hemos identificado que es una película que los padres quieren que sus hijos vean”.
“A mí se me han acercado desde chicos a adultos a hablarme de la película. Los adultos se conmovían; mientras los distribuidores te dicen que esto es para chicos de 8 años porque supuestamente conocen el negocio. Los distribuidores me decían es muy rara, no sé cómo catalogarla. Y para mí eso era buenísimo”, apunta Bisbano.
Pensando las limitaciones de la animación en el contexto sudamericano, ambos coinciden en señalar que la falta de oficio, como resultado de una falta de continuidad de trabajo en este campo, es una dificultad, si bien la profesionalización va en aumento y es alto nivel de talento y libertad creativa.
“No conozco tanto la realidad de todos los países. Conozco lo que se hace en Patagonik y me sorprendió bien por ejemplo ‘Rodencia…’. Yo no sabía que había películas con ese nivel. Me sorprendió que en Colombia no hay, si bien está ‘Pequeñas voces’, una película muy artesanal. Hay muchos proyectos de largos y ahora hay un fondo exclusivo para animaciones en Colombia, lo cual sin duda lo potenciará. En Uruguay hay mucho autodidacta. Todo el equipo de ‘Anina’ es gente que trabajada en su casa haciendo animaciones web, flash. No existe un estudio montado como tal. Hay lugares para estudiar pero depende mucho del alumno hasta que nivel se llega. Me da la impresión que, exceptuando la experiencia argentina, todo es incipiente, se están dando casos aislados pero hay perspectiva de que se puede mover en varios aspectos”, analiza Soderguit.
En tanto que Bisbano destaca que la animación crecerá como resultado del éxito de los films realizados y su penetración en mercados poco habituales para el cine de la región como, en el caso de “Rodencia…”, Rusia, China o Emiratos Árabes.
Desde São Paulo, por Cynthia García Calvo.