Una familia de alemanes decide abandonar su aldea entrerriana buscando un mejor porvenir, y es ese proceso de desprendimiento que emprenden sus integrantes –una madre, un hijo y una hija- en el cual afloran secretos y sentimientos velados, lo que Maximiliano Schonfeld narra en su opera prima “Germania”, una de las tres producciones nacionales de la Competencia Internacional de BAFICI.
“Germania” desarrolla su acción en la provincia de Entre Ríos, en una aldea de alemanes del Volga, donde la tradición persiste. Una mujer y sus dos hijos adolescentes deben dejar el lugar tras ver cómo su granja es azotada por una peste, vislumbrando un futuro más promisorio en otro sitio. En ese día final, cada integrante debe asumir la despedida.
Rodada íntegramente en Entre Ríos, es una producción de Pasto Cine –una de las productoras detrás de “El estudiante-, que cuenta con el apoyo del INCAA, el Instituto Audiovisual de Entre Ríos y la Municipalidad de Crespo.
La película se adentra en la vida de una comunidad alemana en Entre Ríos, provincia en la cual naciste y te criaste. ¿Qué tan cercana te resulta esa realidad que muestras?
Esas aldeas están muy cercanas a Crespo, mi ciudad, que de hecho fue una aldea pero fue creciendo hasta convertirse en ciudad. Y en una de ellas nació y vivió mi papá. Cuando empecé a hacer cine, lo primero que hice fue empezar a ir a las aldeas, recorrer, quedarme ahí, y aunque no era la intención filmar, sino que era otro tipo de búsqueda, me empezaron a aparecer la posibilidad de filmar ahí. Empecé a hacer cortometrajes y armé un grupo de gente y chicos que querían actuar.
¿Los actores de “Germania” pertenecen a ese grupo?
Todos los actores son del grupo. Con los actores de “Germania” vengo trabajando hace tres años. El proyecto fue evolucionando, ellos fueron aprendiendo ciertas cosas de la actuación, en medio filmamos un corto que también estuvo en BAFICI. Pero siempre dándonos nuestro tiempo, nunca presionando nada. Esperamos el momento justo hasta estar todos preparados.
“Germania” es una película muy sutil y sugerente, que maneja un tono medido, contenido, durante todo el metraje. ¿Por qué optaste por la ausencia de un conflicto central?
Es un poco la raíz de las personas que viven ahí. Esta comunidad es bastante cerrada. Y todo está dado a través de la sugerencia, nunca los mensajes son directos. Entonces era muy difícil plantear una película donde haya un conflicto mostrado de manera central. Tenía que tener muchos matices. Lo que quería con la película era que se diluya, más que ir creciendo. Que todo tenga el mismo nivel, que no haya algo que se subraye demasiado. Son muchas cosas que pasan pero siempre al mismo nivel. Los medios, para esta película, es lo que mejor nos iba.
¿Cómo lograste ese intencionado equilibrio entre lo europeo y lo argentino que recorre toda la película?
Siendo lo más fiel posible al retrato de esa gente. Me parece que en ellos y su forma de vivir está claramente eso. No había que forzar nada. Físicamente y ciertas expresiones son muy europeas, y por otro lado juegan al fútbol y hacen otro tipo de cosas que son muy argentinas. Solamente había que encontrar ese punto. Eso se logra estando ahí y pasando mucho tiempo con ellos, que es lo que trato de hacer. No quería hacer un estudio antropológico sobre una comunidad, simplemente quería contar una historia desde ahí, de donde también me siento parte.
La película sugiere una ruptura entre una generación mayor aferrada a la tradición y otra joven que parece querer alejarse de ella. ¿Te interesaba destacar esta herencia que se está perdiendo?
Sí porque es lo que está pasando. En la película quizá se nota un poco más. Lo que está pasando en las comunidades es que los jóvenes prácticamente ya no hablan alemán, el dialecto –que es una mezcla de alemán y ruso- se está perdiendo. Consideré que la película tenía que mostrar esa ruptura y elegimos un momento donde los dos hermanos están hablando dialecto y de pronto cambian. Tenía que ser algo muy chiquito. Costó encontrar esa escena.
¿Temés la comparación con “Luz silenciosa”, de Carlos Reygadas, película con la cual tiene puntos en común?
Cuando presentaba el proyecto a algún lugar me lo decían. Pero el proyecto lo escribí mucho antes de ver “Luz silenciosa”, que me gustó mucho, pero ya no podía hacer nada al respecto. Por otro lado, todos mis cortometrajes son de la misma línea. Vengo filmando desde 2005 y la película no rompe con nada de lo que hice antes. Entonces, estoy muy tranquilo con eso.
Contaste con el apoyo del Instituto Audiovisual de Entre Ríos, ¿en qué consistió ese apoyo y cómo analizas la realidad cinematográfica de la provincia?
El apoyo fue básicamente en logística y algunos equipos. Nosotros concentramos la producción en Crespo y no tenemos mucha vinculación con realizadores de otros lados. Yo soy colaborador del Instituto Audiovisual de Entre Ríos, y siempre que puedo doy una mano. Pero todavía hay mucho que hacer en políticas culturales y fondos que sean más estables. Se dieron pasos importantes pero todavía estamos lejos. Me parece que las películas que hacemos tienen la responsabilidad de estar bien hechas y que sean vistas por mucha gente, para que los responsables de hacer las políticas culturales entiendan su necesidad y abran el juego para los que vienen atrás. Los que estamos haciendo ahora tenemos esa responsabilidad.
Contame de tu nuevo proyecto, “La helada negra”, que acaba de ganar dos premios en el BAL.
La historia transcurre en la época de heladas negras, donde muchas plantas se congelan por dentro porque no hay humedad para que se haga escarcha. Una joven llega a una granja que es la única donde no se mueren las plantas. Entonces todos los aldeanos y vecinos empiezan a venerar a esta joven como si fuera una santa, empiezan a hacer negocio y la llevan de granja en granja como para que proteja los cultivos. Hay algo de avaricia, de negocio, de religión. Pero es a la vez una película muy intimista.
Cynthia García Calvo