Como en su aclamado cortometraje “No me ama”, el actor Martín Piroyansky habla sobre la pareja y el amor en “Abril en Nueva York”, su primer largometraje como realizador, que acaba de presentar –recién salido del horno- en la Competencia Argentina del 27° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
Si no fuera porque sus protagonistas son irremediablemente argentinos, se podría decir que “Abril en Nueva York” es una de esas comedias románticas americanas independientes, que en poco tiempo tienen destino de culto. Aquí, los protagonistas son dos jóvenes artistas buscándose la vida en la Gran Manzana. Ella: actriz. Él: músico. Pero ella es conciente de que es necesario tener un trabajo que pague las cuentas mientras se sueña con llegar. Así, una joven mujer y un joven que se niega a crecer intentan hacer funcionar su relación.
“Me interesaba hablar de la pareja joven, de la primera novia, de ese amor tan ingenuo, fuerte y profundo. De esa sensación de que nunca vas a encontrar a nadie así en tu vida. Y sobre todo hablar de la separación. Una separación que no es por falta de amor, sino por otros motivos. Quería hablar sobre cómo separarte de alguien que amas”, reflexiona Piroyansky sobre su opera prima.
La película nació a partir de sus protagonistas, la actriz Carla Quevedo y el músico Abril Sosa, pareja real que vivía en Nueva York al momento de rodarse el film. Tomando varios elementos reales –el trabajo de ella en un restaurante, su propio jefe, algún casting fallido...- se fue armando sobre la marcha esta historia que se generó por la urgencia de filmar a esos personajes y su entorno.
“La premisa era estar atento a lo que aparecía ahí. Pienso que incluso cuando tenés que dirigir algo con guión, tenés que estar atento a que tal vez la película va por otro lado”, cuenta sobre su proceso, “yo armé una suerte de colchón, pero la película sola empezó a crecer y empezaron a aparecer cosas que funcionaban, que dibujaban mejor a los personajes. La ley era que si se me ocurría algo, lo hacíamos. Era hacer, hacer, hacer, y después en el montaje encontrar la película”.
El método le otorgó una libertad absoluta, pero también muchos cuestionamientos y la certeza de que no lo volvería a repetir: “No sé si es recomendable. Ahora me dan ganas de escribir un guión, tener preproducción, pensar el arte, ensayar. Pero esta película no se podría haber hecho de otra manera tampoco. El hecho de haberla hecho así también trajo una frescura que de otra manera no se hubiera logrado, pero también por eso está filmada como está filmada y tiene los problemas que tiene”.
Con un presupuesto que no superó los 10 mil dólares, la película se filmó bien a lo guerrilla en 2010 durante tres semanas y media, contando con tres Canon 7D y un equipo básico de sonido. Sus propias limitaciones determinaron su estética indie, con una cámara desprolija pero sincera. “Yo quería filmar esa historia y la conté como se podía”, sintetiza el director, quien tras dos años de trabajar en el film solo se impuso como meta terminarla y mostrarla.
Esperando que la película arme su propio camino a partir de Mar del Plata, Piroyansky ya piensa en sus nuevos proyectos como director, que seguramente tendrán como eje su tema de interés: “Las distintas variables del amor”.
Desde Mar del Plata, por Cynthia García Calvo.